«Mein Kampf», el ideario de odio de Hitler que fue un éxito de ventas en su tiempo
Lo escribió en la cárcel, glosa el ideario nazi y es uno de los altavoces del antisemitismo. Pero eso no impidió que se vendiera, y mucho, en las librerías
Creada:
Última actualización:
El juez condenó a Hitler a la prisión de Landsberg en 1924 por su participación en el Putsch de Múnich de 1923 y él decidió convertir ese encierro en una especie de beca literaria para verter su odio en palabras y modelar el ideario que le rondaba por su cabeza alucinada. Aquel ignorado por el mundo, de bigote extravagante, cabo ninguneado de la Primera Guerra Mundial, pintor frustrado, nacionalista vehemente, hombre de sexualidad indecisa, pero, eso sí, orador cautivador y magnético, y voz taraceada por el odio y una ira contagiosa, escribió el «Mein Kampf» durante esos meses de aislamiento carcelario (había sido condenado a cinco años, pero resulta evidente que no cumplió la condena). Para tan insigne tarea, contó con el apoyo de Rudolf Hess, una personalidad de complejos asideros, con una vocación para la servidumbre y el sometimiento con escasos paralelismos en la historia. Descubrió al futuro Führer en una cervecería alemana durante su primera intervención (una notable diatriba sobre Alemania) y desde que lo escuchó solo quería demostrarle fidelidad y admiración.
Con semejante sujeto como ángel de la guardia, Hitler mecanografió personalmente esa hojarasca de despropósitos y rencores atávicos que alentaría el antisemitismo en una Europa ya de por sí bastante antisemita.
La obra en realidad no se llamaba «Mi lucha», sino «Cuatro años y medio de lucha contra las mentiras, la estupidez y la cobardía». El editor, aparte de que pudiera suscribir ese conjunto de dislates, debía tener cierto ojo para las ventas y decidió reducir el título para llegar a más público (o a lo mejor porque, de esta manera, le cabía mejor en la cubierta y le quedaba mejor, que estas cosas también suceden).
Un libro caro
El primer volumen era un tocho de cuatrocientas páginas, todas infumables para quien fuera bien armado de sentido común. Salió el 18 de juñio de 1925 y queda bien decir que no vendió tanto, que pasó sin pena ni gloria y eso. Lo cierto es que no fue así.
La realidad es que vendió. Y mucho. Sobre todo para lo que se despachaba en los mostradores de las librerías en la década de los veinte. Salió a un precio equivalente a tres dólares de la época, altísimo para su momento, lo que no frenó en absoluto su adquisición.
Se calcula que solamente en Alemania, hasta el año 1945, vendió más de seis millones de copias, lo que no es una cantidad frívola. Y, aunque no guste, el volumen fue alegremente comprado en Francia, donde tuvo éxito destacable, lo que no extraña si tenemos en cuenta que a la vuelta de la esquina aguardaba el Régimen de Vichy. Hitler publicaría un segundo tomo, que, aunque no despertó igual efusión entre sus lectores (ni siquiera Adolf escapó a la fatiga que suele sobrecoger a los lectores de sagas), no se quedó corto. La obra se trata de todo un recital de rencores y abominaciones sin igual y todavía en el siglo XXI es objeto de discusiones.