La DANA en Cheste
Las vacas que se salvaron casi milagrosamente de la DANA
Las reses de Fernando Machancoses en Cheste sobrevivieron al estar rodeadas por dos barrancos, pero las vallas quedaron destrozadas
Pericola observa cómo su cachorro corretea dando sus primeros pasos, nunca a más de un par de metros de ella. La tierra está embarrada por las lluvias, pero la pequeña trota como un niño al que le gusta saltar en los charcos. «Desde la DANA han nacido ya seis o siete», dice Fernando Machancoses.
El ganadero acaba de llegar de visitar a su primo Dani en Picassent, que se ofreció a acoger a las cerca de 150 cabezas de ganado para la explotacióncárnica cuando se enteró de los efectos de las lluvias en el terreno de su tío. La finca de La Vinagra en Cheste todavía luce en lo alto de la nave herradura de la M de la prestigiosa ganadería de Fernando Machancoses, una de las más prestigiosas en las reses bravas de la Comunitat Valenciana.
Unos metros más abajo, las vallas destrozadas, enredadas con cañas y barro muestran los efectos de la DANA. Las corrientes del barranquet, un afluente que unos metros más adelante de la finca se junta con el barranco del Poyo, habían arrasado el límite de dos de sus parcelas donde tenía a las reses que ahora acoge Dani. El agua atrapó a sus vacas y toros a izquierda y derecha, formando una uve con ellas en el medio. «No me pensaba que el agua pudiera llegar hasta aquí», dice ahora el ganadero.
El miércoles a primera hora, Machancoses venció a la Guardia Civil y cruzó uno de los puentes que minutos después cortarían para ir a ver a sus reses. Allí estaban todas, como si nada hubiese pasado. Su peor presagio lo había salvado, pero ahora tocaba garantizar que tuvieran agua y comida. La luz y la conexión a internet se había ido la tarde anterior y los accesos en coche estaban cortados, por lo que no podía avisar a nadie.
Lo primero que hizo Adrián Tarín el miércoles 30 de octubre fue pensar en su tío. Desde mayo de 2023, él es el concejal de Deportes y Agricultura del ayuntamiento de Cheste y sabía que estaba incomunicado. Los cuatro accesos al pueblo habían quedado arrasados por la DANA y era imposible salir en coche del casco urbano, así que no se lo pensó dos veces: se arremangó, cogió una caña y cruzó el barranco del Poyo. El agua todavía le llegaba por la cintura y la corriente le amenazaba con llevárselo detrás. «Era para habersematado», reflexiona en frío.
Pero cruzó. Llegó a la finca y allí estaba su tío, Fernando Machancoses. Frente a él, sus casi 600 vacas y toros estaban rodeadas por el destrozo, pero intactas. «Todas y cada una estaban en su parcela, en su casa», dice Tarín. Ni una huella asomaba fuera de las vallas derruidas.
La primera preocupación fue asegurar un camino para que los camiones pudieran traer comida y garantizar el agua. Gran parte de las tuberías estaban arrancadas de cuajo y los accesos originales cortados por cañas y piedras. «Tuve suerte de que este ramal no estaba afectado, el agua llegaba bien», dice Machancoses. De los dos pozos que suministraban agua solo funciona uno «La comunidad de regantes se puso a trabajar y gracias al ayuntamiento ese mismo día pudimos tener accesos con el camión», añade.
«Desde el ayuntamiento dejamos claro que la prioridad eran los humanos, luego los animales y después los cultivos», dice Tarín. Más allá del ayuntamiento, los primeros días Machancoses recibió una lluvia de ayuda. En las primeras horas una docena de aficionados se acercaron a ayudar a poner todo en orden y a los días llegaron los ofrecimientos. «Hemos recibido donaciones de comida de la Diputación de Soria, de ganaderos de Aragón y Navarra y también de la Consellería de Agricultura», agradece Machancoses.
Lo peor han sido los bulos sobre el estado de los animales. «Una asociación de Benidorm me llamó diciendo que había oído que las vacas tenían el agua hasta el cuello», dice el ganadero. El domingo después de las lluvias, Fernando estaba en la finca cuando dos chicas se acercaron a pie preguntando si había visto un podenco. Extrañado, dijo que no y le preguntaron si podía coger el móvil y decírselo a su dueña. «Cuando lo cogí, eran los bomberos diciendo que si los animales estaban bien, que les habían lanzado el aviso de que había que rescatar a algunos y los tenía sin comer», cuenta. «Al día siguiente caí: habían llamado ellas diciendo que estaban en mal estado, serán cabronas», resopla enfadado.
Una fuerte inversión
El domingo 27 de octubre, la M de Fernando Machancoses lucía por las calles de Cheste en la clásica entrada de toros y caballos del Día de la Flor que daba por finalizada las fiestas patronales de Cheste.
El ganadero acabó dos días antes de las lluvias la temporada de bous al carrer tras diez meses de éxitos. Hacía un mes que se acababa de alzar con el triplete, la victoria en los tres concursos taurinos más prestigiosos de la región: Onda, La Vall d’Uixó y Segorbe. El año pasado, el toro Alcalde lo había conseguido también.
La temporada comienza a mitad enero con las festividades de San Antón y la actividad no para hasta noviembre, cuando tanto los trabajadores como las vacas «se cogen vacaciones». En pleno verano la ganadería puede llegar a asumir hasta cuarenta festejos a la vez en siete localidades, con turnos de mañana, tarde y noche. «Esto pasa en agosto…», resopla Tarín, y no acabala frase. No quieren imaginar el daño económico que hubiera hecho cancelar todos los festejos. Aún así, la vuelta a la normalidad llevará su tiempo.
«Ahora que empezabas a recuperarte de la pandemia, nos viene otra pandemia», se lamenta Fernando. La actividad había vuelto ya al máximo nivel y el ganadero comenzaba a respirar tras unos años difíciles por la cancelación de festejos tras la pandemia del coronavirus, pero ahora la DANA le obliga a una inversión de nuevo que prefiere no cuantificar. «Si pienso lo que va a costar, no lo hago. Tengo que hacerlo y punto», dice el ganadero. La primera tarea es limpiar todo el terreno e intentar ver qué parte de las vallas se puede recuperar y pedir hierro para construir unas nuevas. «Guardaré todas las facturas y si hay ayudas entonces las entregaré», dice, confiando en que lleguen. Por el momento ya le han ofrecido hacer festejos, pero por ahora los han rechazado porque «no toca».
A pesar de todo, dan gracias por no haber perdido ninguna vaca. «Hasta para ser animal hay que tener suerte, como dice mi madre», ríe Tarín. El ajetreo de la recuperación del pueblo le tiene hastiado, pero en la ganadería, respira. «Yo aquí tengo mi vida, vengo y me desahogo. Está mañana a las 10:30 tenía media hora y he estado mirando las novillas», suspira.
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