Amamantando la vida
Claves para iniciar la alimentación complementaria: de los alimentos prohibidos a los recomendados
Es un momento clave para marcar hábitos saludables no solo para el bebé, sino para toda la familia
Como comentamos la semana pasada a partir de los seis meses de edad, los bebés comienzan con la alimentación complementaria, es decir, agregan nuevos alimentos a su dieta láctea. Las pautas van a variar mucho dependiendo de las costumbres de cada cultura y de los gustos de cada familia. Por tanto, no existen alimentos mejores ni peores para empezar, aunque se recomienda iniciar con aquellos alimentos que contenga hierro y zinc, y no añadir sal, ni azúcares, ni edulcorantes para que el bebé se acostumbre al sabor natural de los mismo.
Podemos decir que existen alimentos menos adecuados por la inmadurez de su sistema digestivo y renal, por el riesgo de asfixia o porque simplemente no son saludables.
Por ello, es básico iniciar una adecuada nutrición y unos hábitos saludables de alimentación para conseguir un correcto crecimiento y desarrollo del niño o niña.
Empezamos con la premisa que a partir de los 6 meses de edad se puede empezar a introducir todo tipo de alimentos, eso sí, de forma escalonada, con el fin de que sea fácil observar su tolerancia y aceptación.
Los alimentos no seguros por el riesgo de asfixia son todos aquellos de textura dura, es decir, los que no podemos aplastar, entre los cuales destacan los frutos secos que el bebé no debería tomar enteros hasta los cinco años de edad. En cambio los puede comer si estos son triturados.
Son especialmente valiosos en aquellos lactantes que comen poca cantidad de alimento y no tienen una adecuada ganancia de peso. En estos casos puede ser interesante añadirlos por ejemplo en la papilla de frutas y/o verduras, siendo una forma sana de aumentar la cantidad de calorías, sin variar mucho el volumen de alimento. También algunas frutas como la manzana y la uva se encuentran entre los susceptibles de causas asfixia por atragantamiento.
Otro dilema que plantean los padres a menudo es si empezar con cereales con o sin gluten. Entre los cereales sin gluten tenemos, arroz, maíz, soja, tapioca, mijo, y en el grupo de cereales con gluten trigo, avena, cebada, centeno o espelta.
Hasta hace pocos años, se recomendaba introducir en primer lugar los cereales sin gluten, retrasando para más adelante los cereales con gluten e introduciéndolos en pequeñas cantidades, con el fin de reducir el riesgo de enfermedad celiaca, diabetes y alergia al gluten.
Sin embargo, estudios posteriores han puesto de manifiesto que retrasar su introducción, no modifica el riesgo de enfermedad. Por lo tanto, no existen razones que justifiquen el consumo de un cereal concreto. El consumo de un cereal u otro, esta mayormente determinado por razones culturales.
Introducir los cereales
Los cereales se pueden ofrecer de diversas formas, dependiendo del tipo de alimentación que elijan los padres y las preferencias del bebé, se pueden ofrecer cocinados en casa o en forma de preparados específicos para lactantes, si se opta por esta última opción, es importante considerar que, a los lactantes alimentados con leche materna, especialmente, los que reciben lactancia materna exclusiva, suelen rechazar estos preparados.
Otra opción es ofrecer los cereales preparados en casa, copos de avena, pan, arroz, fideos, macarrones... que pueden incluso ser triturados en forma de puré. Considero que no hay mejor forma de ir acostumbrándolo poco a poco a comer lo que comen los adultos que adaptar la comida familiar al bebé, eso sí hasta el año de edad, nada de sal.
En cuanto a la fruta, cualquiera es buena para comenzar siempre que se ofrezca de forma natural, evitando los zumos, incluso, los hechos en casa. Mejor ofrecer la fruta fresca, triturada, troceada y/o entera, que contiene, fibra y menos calorías que en zumo.
En relación a las verduras, seguro que habéis oído, que no hay que ofrecer al bebé menor de un año, verduras de hojas verdes, como las acelgas, espinacas, etcétera. La recomendación de «evitarlas» durante el primer año de vida, se debe por su alto contenido en nitratos, y el riesgo que supone de metahemoglobinemia.
No obstante, es importante tener en cuenta que los efectos beneficiosos de estas verduras, son superiores al riesgo, especialmente si se consumen de forma adecuada. Es decir, en el caso de ofrecerlas al bebé, no deben exceder del 20 por ciento del contenido total del plato. Por ejemplo, los bebés menores de un año podrían tomar arroz con acelgas, si las acelgas que ingiere no superan esta recomendación y si tras su preparación se consumen de inmediato o se conservan en el frigorífico.
En cuanto a los alimentos proteicos (carnes rojas, pollo, pescado, marisco, huevos y legumbres), se pueden ofrecer desde los seis meses de edad.
Pescado y huevo
En relación al pescado, este contiene nutrientes muy importantes para el crecimiento saludable del bebé, por lo que debería ser parte importante de su dieta, incluido el pescado azul.
No obstante, es conveniente evitar los peces depredadores, de gran tamaño y longevos, como el pez espada, atún rojo, emperador, cazón, pues presentan altas concentraciones de metilmercurio.
Con respecto al huevo, este se puede introducir a partir de los seis meses, eso sí, la clave es que debe de estar perfectamente cocinado, y tener en cuenta, para comprobar reacciones alérgicas, no ofrecer ningún otro alimento nuevo junto con él.
Referente a las legumbres, estas son una importante fuente de hierro y zinc, y pueden introducirse a partir de los seis meses, aunque al tratarse de un alimento muy flatulento, se recomienda su introducción progresiva y en pequeñas cantidades.
Entre los 6 y 12 meses, el principal alimento sigue siendo la leche materna por lo que esta se debe mantener a demanda. Si el lactante mayor de seis meses realiza unas 4-5 tomas al día de leche materna, no necesita tomar otros lácteos.
El bebé puede tomar leche de vaca a partir del año de vida, y el yogur y el queso se puede ofrecer a partir de los nueve meses de edad. No tiene por qué ser yogur especial para bebés, que desde el punto de vista nutricional tienen más proteínas, grasa, e hidratos de carbono que el yogur natural normal. Es más caro que el yogur natural normal y este una alternativa más adecuada, eso sí sin azúcares ni edulcorantes.
En definitiva, el inicio de la alimentación complementaria es un proceso importante, por lo que iniciarlo con unas buenas prácticas de alimentación es una forma de garantizar unos hábitos saludables que se mantendrán de por vida.
El inicio de la alimentación complementaria brinda a los padres, especialmente a aquellos que no tienen unos buenos hábitos de alimentación, una oportunidad de oro, para cambiarlos y realizar una alimentación variada y equilibrada por el bien de su salud y la de su descendencia.
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