Paseos de artista
Cómo andar por donde Picasso anduvo en Barcelona
Un libro reconstruye la cartografía del artista malagueño por la capital catalana
Barcelona le debe mucho a Picasso, tanto como el mismo Picasso le debe a Barcelona. Por eso, parece increíble que la ciudad haya tardado tanto en tener una auténtica guía que permitiera seguir los pasos de tan gran artista en tan grande urbe. Han tenido que pasar cincuenta años desde la muerte de Pablo Picasso para que Barcelona pueda tener un libro, propiamente dicho, que nos ayude a conocer los rincones del pintor en una de las ciudades decisivas en su biografía.
Ese milagro lo ha obrado Claustre Rafart Planas con «Picasso Barcelona. Una cartografía», editado por el Museu Picasso y el Ayuntamiento de Barcelona, un volumen que ha visto la luz esta semana. Con él podemos seguir casi literalmente las pisadas dejadas por el autor de «Las señoritas de Aviñón» desde que el 13 de septiembre de 1895, en compañía de sus padres y su hermana Lola parte de Málaga con destino a lo que fue para él un nuevo mundo. Prueba de las expectativas que tenía el entonces jovencísimo Pablo sobre Barcelona lo demuestran las varias tablas sobre óleo que realizó en el barco cuando ya se divisiaba en el horizonte la que iba a ser su ciudad.
Las indagaciones de Claustre Rafart nos permiten conocer los domicilios de la familia Ruiz Picasso en Barcelona, empezando por el Paseo de Isabel II, número 4, bajos, calle Reina Cristina, número 3 hasta el definitivo en el 3 de la calle Mercè.
A esos hogares se le suman los talleres, los ajenos y los propios, en los que empezó a fraguar su carrera profesional. Uno de ellos era el de José Garnelo Alda, un compañero de su padre, ubicado en la plaza Univeristat, y donde Picasso realizó las telas «Primera comunión» y «El monaguillo». Más importante es el del número 4 de la calle de la Plata, un estudio alquilado por don José Ruiz Blasco, padre del genio, con la esperanza de que allí su hijo pintara una obra de grandes dimensiones y que acabó siendo «Ciencia y caridad», presentada a concurso en la Exposición General de Bellas Artes de Madrid.
Por esta misma zona, en el número 1 del Paseo de Isabel II, es donde Pablo Ruiz Picasso se matriculó como alumno de la Escuela de Bellas Artes, una institución que fue vital, en palabras de la autora del libro, para la formación del pintor.
Hasta ahora hemos visto algunos espacios picassianos vinculados especialmente con su labor plástica. Pero en el mapa que nos dibuja Claustre Rafart, también aparece la Barcelona de la bohemia, del decadentismo propio de los últimos años del siglo XIX. Todo esto tiene lugar tras la temporada de Picasso estudiando en Madrid, una vez regresado a Barcelona, ya como un creador mucho más maduro e interesado por saber de primera mano lo que se movía en los ambientes culturales. Era la Barcelona en la que conoce a algunos de los nombres que marcaron su vida, como Jaume Sabartés, quien fue su secretario personal y que vivía en la calle Gombau, número 1.
Eran los tiempos de la cervecería/taberna Quatre Gats, en la calle Montsió número 3, el local impulsado por Miquel Utrillo, Santiago Rusiñol, Ramon Casas y Pere Romeu. Picasso empezó a ser un habitual de aquel espacio desde principios de 1899. Un año más tarde realizó Picasso aquí su primera exposición individual con retratos de sus amigos.
La afición taurina que lo acompañó toda su vida la continuó en Barcelona, asistiendo a los festejos que se celebraban en el número 38 de la calle del Doctor Aiguader, en la plaza de toros El Torín.
La bohemia barcelonesa para aquel muchacho estuvo también vinculada con uno de sus grandes camaradas, el también pintor Carles Casagemas. Con el compartió taller en la calle Riera de Sant Joan, número 17, además de perderse con él por los teatros, las tabermas y los cabarés de la avenida del Paral·lel, algo que el mismo Picasso evoca en una de sus prosas, en la titulada «El entierro del conde de Orgaz».
Gracias a esta cartografía también podemos conocer las redacciones de algunas de las publicaciones en la que aparecieron por primera vez algunas de las obras de Picasso, como los diarios «La Veu de Catalunya» y «El Liberal» o las revistas «L’Esquella de la Torratxa», «Joventut» o «Auba». Una mención aparte la merece la basílica de la Sagrada Familia. En una carta escrita desde París, en 1900, por Picasso y Casagemas a Ramon Reventós, este le escribió que «si ve a Opisso dígale que venga, que esto es bueno para la salvación del alma; que mande a hacer puñetas a Gaudí y la Sagrada Familia, y al tonto de Clapés también. Aquí hay maestros de verdad».
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