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Cuando Lorca quiso viajar a la luna

Reeditan el guion cinematográfico escrito por el poeta granadino durante su estancia en Nueva York y que nunca pudo ver en la gran pantalla

Federico García Lorca y Luis Buñuel volando en un avión de cartón
Federico García Lorca y Luis Buñuel volando en un avión de cartónLa Razón

En Nueva York, durante aquella estancia que cambió su vida y su obra, Federico García Lorca se encontró con la vanguardia, con una manera de entender la creación artística que poco tenía que ver con lo que se estaba haciendo en España. En aquella ciudad se encontró con los rascacielos que lo hacían sentirse «asesinado por el cielo», con los negros de Harlem y la música jazz, además de con el cine, un medio que por aquel entonces comenzaba a conocer sus primeras producciones habladas.

El trabajo más conocido de ese periodo realizado por el autor granadino es «Poeta en Nueva York», una de las obras cumbres de la lírica española del siglo XX. Pero Lorca en ese tiempo también escribió teatro, un teatro que calificaba como irrepresentable –«bajo la arena» en sus propias palabras–, y un guion cinematográfico titulado «Viaje a la luna». El Patronato Cultural Federico García Lorca de la Diputación de Granada acaba de publicar una nueva edición de ese texto lorquiano bajo el cuidado de Àngel Quintana, catedrático de Historia y Teoría del Cine de la Universidad de Girona. Es una nueva manera de acercarse a uno de una obra que, de alguna manera, sigue siendo desconocida para el gran público.

El volumen contiene, además del guion cinematográfico, un estudio de Quintana que profundiza y contextualiza este viaje lunar con el séptimo arte como excusa. Durante mucho tiempo no son pocos los que han tratado de señalar esta pieza como una respuesta a «Un perro andaluz», la célebre cinta de Luis Buñuel y Salvador Dalí, amigos de Lorca en la Residencia de Estudiantes y con los que se distanció durante un tiempo. El título de aquella producción surrealista habría sido una manera de burlarse del poeta y marcar distancias con la estética del poeta, especialmente tras la publicación en 1928 del «Romancero gitano», aunque el propio Buñuel trató de desmentirlo a lo largo de su vida y tras el asesinato de Lorca.

El especialista, en declaraciones a este diario, cree que «es falso que se considere “Viaje a la luna” como una respuesta a “Un perro andaluz”. Cuando parte para Nueva York y pasa por París, la película ya se había estrenado, pero sabemos que Lorca no pudo verla porque solamente pasó un día por la capital francesa. Fue imposible que la viera. Lo que sí es verdad es que conocía su existencia porque había leído sobre ella en revistas».

Para Quintana, la escritura de «Viaje a la luna» «tiene que ver con la creación de un imaginario basado en un sistema poético de carácter simbólico», totalmente opuesto al que podemos encontrar en «Romancero gitano». En esto tuvo mucho que ver el poder conocer en la ciudad de los rascacielos a Emilio Amero, un fotógrafo de vanguardia que trató sin éxito de hacer cine, y María Antonieta Rivas, escritora, periodista y activista mexicana por los derechos de la mujer. Amero le presentó al poeta una película «purísima», como la definía Rivas, titulada «777», que no ha sobrevivido y que habría gustado a Lorca. «Ellos eran dos figuras de cierto peso intelectual en Nueva York», recuerda Quintana. Con ellos, el autor de «Mariana Pineda» acudió a Coney Island donde disfrutó con ellos de sus atracciones, entre ellas la llamada «A trip to the Moon», una montaña rusa con guiños a «Viaje a la luna», la famosa película del francés Georges Méliès.

Amero trató de rodar el texto de Lorca, pero fracasó en el intento. El manuscrito original se perdió hasta que la viuda de Amero, Barbara Amero, lo encontró en su domicilio de Norman, Oklahoma, donde su marido fue uno de los miembros del Art School Faculty. Posteriormente fue adquirido por la Biblioteca Nacional de Madrid donde actualmente se conserva.

Àngel Quintana sostiene que Lorca tenía conocimientos cinematográficos. «Era miembro del Cine Club que había en Madrid y asistía a las proyecciones que en la Residencia de Estudiantes se hacían de las películas de vanguardia que conseguía Luis Buñuel», añade. A ello se le añade su conocimiento de nombres como el de Jean Epstein, cuya teoría ha leído e, incluso, cita en una carta. También escribe sobre textos dos de los grandes nombres del cine mudo: Buster Keaton y Charles Chaplin.

«Viaje a la luna» queda en el conjunto del corpus lorquiano como «una rara avis», según expresa Àngel Quintana. A este respecto puntualiza que el guion «es un texto que sigue siendo desconocido. En el imaginario de todos cuando se habla de Lorca solamente están “Romancero gitano”, “La casa de Bernarda Alba” o “Bodas de sangre”, obras que están más relacionadas con la tierra y el drama. Sin embargo, el Lorca de las vanguardias, el de “Poeta en Nueva York”, “El Público” o “Viaje a la luna” cuesta más porque ha creado otro imaginario que no tiene nada que ver con el anterior».