Curiosidades
El origen de la frase “Tomar las de Villadiego” y su trasfondo judío
Los hispanohablantes pueden presumir de hablar un idioma que cuenta con una riqueza extraordinaria y repleto de expresiones coloquiales
Los hispanohablantes pueden presumir de hablar un idioma que cuenta con una riqueza extraordinaria. De hecho, los expertos aseguran que el castellano, “ese bello español que se habla en Castilla”, como decía Camilo José Cela, el Nobel de las Letras, posee alrededor de cien mil palabras, según el Diccionario de la Lengua, incluyendo alrededor de 19.000 americanismos.
El español es un idioma limpio, que lee y escribe tal cual se pronuncia, y que responde a la realidad de la vida. Además es rico en conceptos y cuenta con hasta 15.000 verbos. Algo que le hace único al español es también que es el más rápido de hablar. Esto significa que los hispanohablantes pueden decir más sílabas por segundo que en cualquier otro idioma.
Además, se habla en todos los continentes. Por ejemplo, en África se habla en Marruecos y Guinea Ecuatorial. Mientras que en Asia es comúnmente hablado en Filipinas. Por su parte, en Oceanía se habla español en la Isla de Pascua.
Y hay palabras y frases que se leen igual de izquierda a derecha que viceversa: son los denominados como palíndromos, como por ejemplo la palabra reconocer. Y hay una palabra como es pedigüeñería, que tiene los cuatro signos ortográficos que un término puede tener en nuestro idioma: la virgulilla de la ñ, la diéresis sobre la ü, la tilde del acento y el punto sobre la i. Pero, para más inri, existe en el español otra palabra que podemos escribir pero no pronunciar. El singular del imperativo salirse, escrito lo leeríamos salle en lugar de sal-le, por el dígrafo ll.
Pero es que, además, el español es rico por su refranero popular o por un montón de frases con las que se pueden definir ciertos comportamientos o actuaciones. Es el caso que nos ocupa en este artículo, con la frase “Tomar las de Villadiego”, que popularmente se refiere de forma coloquial a aquella persona que huye apresuradamente de algún lugar o situación, porque siente miedo a que le ocurra algo y no se atreve a enfrentarse a esta circunstancia u otra más personal qu ele resulta incómoda o porque huye de algún compromiso, detrás de la cual se adivinia la intención de no volver de ninguna manera. O lo que es lo mismo: largarse de improviso, de forma atropellada con prisas y sin decir nada ni dar una explicación. Como aquella otra frase del hombre que fue a comprar tabaco y no volvió.
Pero dicho esto, ¿De dónde procede esta expresión de “Tomar las de Villadiego”? Hay varias teorías, pero una es la que predomina, la que tiene un trasfondo judío.
Hay otra procedente de la tradición oral, que dice que Villadiego, en su origen se denominó Las Siete Villas de Diego. En la antigüedad hubo ciertamente estos barrios con sus iglesias (Barruelo, San Esteban, San Cristóbal, Tudanca de Arriba, Tudanca de Abajo, Mora y el primitivo villorrio de Villadiego, de los que sólo subsiste el primero. Lo más probable es que al fundar el Conde Don Diego este pueblo diseminara por la campiña una cuantas casas de campo, las cuales en el correr de los años, uniéndose unas a otras con nuevas edificaciones, formarían el núcleo de lo que luego se llamaría Villa de Diego o Villadiego.
También se aplica a unas alforjas de viaje que se confeccionaban en este mismo municipio situado a casi 40 kilómetros de la capital, que fueron famosas y muy conocidas en Castilla, de suerte que «Tomar las de Villadiego» es coger las alforjas para ir de viaje.
También se recuerda que hubo un aventurero de Villadiego que se alistó para la conquista de América y que no regreso tras una de sus incursiones para explorar el terreno junto con un grupo de soldados para intentar someter una tribu de indios rebeldes, seguramente abatidos por los nativos.
Pero esta expresión aparece en algunos pasajes literarios de nuestros clásicos, como en El Quijote de Miguel de Cervantes, que la usa al describir el momento en el que el barbero fue derribado de su asno por el ingenioso hidalgo:«puso los pies en polvorosa y cogió las de Villadiego». También en otra de sus grandes obras, como La Gran Sultana, Cervantes emplea otra variante: «pondré pies en polvorosa y tomaré las calzas de Villadiego».
También Ruiz de Alarcón en su comedia «Los pechos privilegiados» escribe: «Culpa a un bravo bigotudo rostriamargo y hombrituerto, que en sacando las de Juanes, toma las de Villadiego»
Y en La Celestina, la Tragicomedia de Calisto y Melibea escrita en el año 1499 y atribuida a Fernando de Rojas y debió de ser muy popular, ya que la encontramos frecuentemente en nuestros clásicos. En este libro en concreto se utiliza la frase “Tomar las calzas de Villadiego”.
Y esta es la explicación con más peso respecto al origen de esta frase, ya que se alude a las calzas, una especie de pantalones hasta la rodilla que se fabricaban en un pueblo de Burgos, llamado justamente Villadiego.
Al respecto, los especialistas relacionan esta frase con la encomienda-privilegio que el rey Fernando III (1199-1252), más conocido como “El Santo”, le dio a los judíos de Villadiego. Mediante un decreto los dio su protección y prohibió que se los persiguiera y apresara señalando penas para los que hicieran daño o sometieran a vejaciones y maltratos. Si bien, para garantizar su protección, les hizo llevar unas calzas de color amarillo, maldito para los judíos, para que se los pueda reconocer a simple vista.
Los judíos entraban por la puerta de atrás de la iglesia de San Lorenzo de Villadiego y salían por la principal con las calzas cambiadas. Así, tomar las de Villadiego era ponerse otras calzas, que significaba cambiar de estatus para pasar a uno más seguro. Y por eso esta expresión aparece, según el diccionario de autoridades, en las obras de dos conversos, como Fernando de Rojas y Cervantes.
Así, cuando se iniciaron las persecuciones contra todos los judíos de Toledo y de Burgos, estos dejaban sus calzas o leotardos para “tomar las de Villadiego” e irse a este municipio burgalés al amparo del monarca castellano.
Villadiego era centro de comercio y atrajo a numerosos judíos desde el siglo X en tiempos de prosperidad comercial, cuando la villa formaba parte de una red de comunicaciones con los puertos del Cantábrico y el Camino de la Sal, lo que propició la creación de una comunidad judía grande en número y que debía de ser muy importante en lo social puesto que que les había que eran arrendadores de los tributos del rey. Eran pecheros del rey, o sea, le pagaban un impuesto especial (pecho) del que estaban exentos los nobles.
Bibliografía: Diccionarioactual.com; lugaresconhistoria.com; lasdevilladiego.com; burgospedia y Sfarad.es
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