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Bienestar
¿A qué hora hay que acostarse si se tiene la tensión alta?
Un estudio revela que los hombres deben irse a la cama a una hora distinta a las mujeres si quieren reducir la presión arterial y mantener el corazón saludable
Dormir bien tiene efectos muy positivos en el organismo. Según la Fundación Española del Corazón, hay al menos cinco aspectos beneficiosos. Cuando el cerebro está descansado, la memoria funciona a la perfección y la creatividad aumenta.
La falta de sueño puede provocar obesidad porque impide la liberación de leptina, la hormona supresora del apetito, y hace que se libere más grelina, la hormona del apetito. Así que si se pretende perder los kilos recuperados durante las fiestas, es fundamental dormir bien, de 7 a 8 horas.
Además, el sistema inmunitario necesita tiempo para regenerarse y esa tarea la hace durante el sueño. El cuarto aspecto beneficioso es que reduce la depresión. “Cuando dormimos, el cuerpo se relaja y eso facilita la producción de melanina y serotonina. Estas hormonas contrarrestan los efectos de las hormonas del estrés (adrenalina y cortisol) y nos ayudan a ser mas felices y emocionalmente mas fuertes. La falta de sueño provoca, por el contrario, una liberación aumentada y sostenida de las hormonas del estrés, explican desde la Fundación Española del Corazón. Otros estudios también ligan el insomnio a tener el colesterol más alto.
Por último, un buen descanso es el mejor aliado para mantener un corazón sano. Un reciente estudio publicado en el “European Heart Journal” afirma que los insomnes tienen tres veces más posibilidades de sufrir una insuficiencia cardíaca que los que duermen a pierna suelta. El insomnio aumenta los niveles en sangre de las hormonas del estrés, lo que aumenta la tensión arterial y la frecuencia cardíaca.
En este sentido, no sólo es importante dormir las horas necesarias sino también la hora en la que nos acostamos que, ya les adelantamos, es distinta para los hombres y las mujeres.
Un grupo de investigadores de la Universidad del Sur de China, en Hengyang, ha estudiado a 14.536 adultos de todas las edades para ver cómo los hábitos de sueño afectaban la salud de su corazón.
Los resultados, publicados en la revista “Postgraduate Medicine”, concluyeron que los hombres que generalmente se iban a dormir a las 23 horas tenían un 32 por ciento menos de probabilidades de tener presión arterial alta que otros que se iban a dormir antes o después de esa hora. En cambio, en el caso de las mujeres, la hora más sana para costarse es una hora después, a medianoche.
Según explicaron los investigadores, “el riesgo de presión arterial alta disminuyó gradualmente con el retraso de la hora de acostarse. Pero el efecto parece diferir significativamente entre los géneros. Para los hombres, el momento de menor riesgo fue a las 23 horas, pero para las mujeres fue a medianoche”.
Asimismo, añadieron que acostarse a otras horas puede alterar el reloj interno del cuerpo, lo que puede provocar un aumento de la presión arterial. También puede influir en los niveles de estrés mental que también pueden aumentar el riesgo para el corazón.
La prevalencia de hipertensión en España es alta y un importante porcentaje de pacientes hipertensos aún están sin diagnosticar. La hipertensión se asoció con diabetes y prediabetes, y aunque el tratamiento farmacológico es cada vez más frecuente, no logra mejorar el grado de control, que continúa siendo bajo.
Esto trasladado a números significa que el 42,6 por ciento de la población adulta española es hipertensa, aunque la incidencia es mayor en los varones (49,9 por ciento) que en las mujeres (37,1 por ciento). La prevalencia es superior entre los prediabéticos (67,9 por ciento) y diabéticos (79,4 por ciento). El problema es que uno de cada tres casos (el 37,4 por ciento) de los casos están sin diagnosticar. De hecho, cuatro de cada diez varones hipertensos desconocen que tienen la enfermedad (43,3 por ciento), por el 31,5 por ciento de las mujeres.
La presión arterial, que describe la fuerza con la que la sangre empuja a los lados de las arterias a medida que se bombea por todo el cuerpo, se mide en milímetros de mercurio, o mmHg. Cualquier valor por encima de 140/90 mmHg supone hipertensión. A pesar de la creencia popular, no existe la tensión descompensada, aunque haya diferencia entre los dos valores, si ninguno supera el nivel (14 para la “alta” y 9 para la “baja”) no supone un problema. Por lo mismo, aunque uno de los dos valores sea bajo y el otro supere el umbral indica que existe hipertensión,
Según indica la Clínica Mayo, El valor superior (presión sistólica) mide la presión en las arterias cuando el corazón late. El valor inferior (presión diastólica) mide la presión en las arterias entre los latidos.
Fumar, la obesidad y un estilo de vida sedentario aumentan los riesgos, pero los estudios muestran que los patrones de sueño irregulares también influyen de manera importante. En los casos en los que se superen estos valores, es fundamental acudir al médico de atención primaria para que realice un seguimiento del caso y, en caso de que sea necesario, paute una medicación para evitar que se produzcan problemas cardiovasculares.
Síntomas
La mayoría de las personas con la presión arterial alta no tienen síntomas. En algunos casos puede provocar dolor de cabeza, dificultad para respirar o sangrado nasal, pero estos signos y síntomas no son específicos y, por lo general, no se presentan hasta que dicho trastorno alcanza una etapa grave o potencialmente fatal.
Por ello, es importante acudir al médico para que nos mida la presión arterial cada dos años desde los 18. A partir de los 40 años es recomendable realizar una medición anual. En el caso de las personas de entre 18 y 39 que presenten riesgos de hipertensión también deben controlarla al menos una vez cada 12 meses.
La hipertensión es conocida como el “asesino silencioso” porque no presenta síntomas y sus consecuencias son graves. Tener los valores por encima de 140/90 pueden provocar un ataque cardíaco o accidente cerebrovascular, aneurismas, insuficiencia cardíaca, vasos sanguíneos debilitados y estrechos en los riñones, ceguera, síndrome metabólico, problemas de memoria o comprensión y demencia.
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