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La Iglesia Colgante de Egipto recupera su brillo

Dieciséis años ha durado la restauración de la Iglesia Colgante de El Cairo, una de las más emblemáticas y antiguas del país que, ahora, con la cara lavada pretende resurgir como punto obligado de visita para fieles y turistas. Sus más de cien iconos, las pinturas murales y la marquetería han sido los últimos retazos de estos trabajos de rehabilitación inaugurados hoy por las más altas personalidades civiles y religiosas del país, y que han costado unos 14 millones de dólares.

El sacerdote del templo Abuna Samuel explicó que con el paso de los años se habían producido filtraciones de aguas subterráneas y borrado algunas policromías en los muros y en las tablas. “Lo que buscábamos con estos arreglos es que la iglesia quedara como estaba, sin modificar nada de forma radical”, afirmó el religioso bajo los arcos apuntados de la entrada interior.

A los trabajos decorativos se ha sumado la modernización del complejo, con la instalación de un nuevo sistema de cámaras de vigilancia y de un equipo para controlar la temperatura y la humedad en el interior.

La Iglesia Colgante o “Mualaqa”, en árabe, se empezó a construir entre finales del siglo IV y principios del V, pero a lo largo de los años ha sufrido numerosos procesos de renovación.

Aunque parte de su estructura, como su fachada decimonónica, ha ido perdiendo la esencia los primeros vestigios, su importancia religiosa no ha caído en el olvido.

Sede del patriarcado de la Iglesia Copta entre los siglos VII y XIII, toma el nombre de Colgante por su emplazamiento sobre la entrada de la torre sur de una fortaleza romana.

Dada su relevancia, a la celebración del fin de la obras asistieron hoy el primer ministro, Ibrahim Mehleb, y el papa Teodoro II.

El jefe de Gobierno quiso destacar que, con la restauración de este templo, la zona de El Cairo Antiguo o Copto “ya está preparada para recibir al turismo”, al tiempo que instó a cuidar el patrimonio del país, sea cristiano o islámico.

Para Teodoro II, esta rehabilitación es “un mensaje de paz” y de que las distintas religiones puede convivir en armonía en Egipto, donde los cristianos representan casi un 10 por ciento de la población y han sufrido discriminación y violencia confesional.

A la espera de que la iglesia atraiga a los turistas, el templo se vio hoy desbordado por un enjambre de periodistas y políticos, además de por decenas de sacerdotes y monjas, que no dudaron en inmortalizarse con una foto en el remozado templo.

La revolución de 2011 y la posterior inestabilidad política y de seguridad han provocado el derrumbe del turismo, una de las principales fuentes de ingresos de Egipto.

Esas mismas protestas no solo paralizaron la economía, sino que también forzaron la suspensión temporal de la restauración del templo copto, que también es conocida como la Iglesia de la Virgen María.

Sin embargo, como recuerda con orgullo el padre Samuel, durante estos dieciséis años la iglesia ha permanecido siempre abierta al público y a los fieles.

Ni siquiera forzaron el cierre del templo al culto las obras para solventar los problemas de la filtración de las aguas subterráneas, las primeras y más complejas que se acometieron.

El director de Antigüedades de El Cairo y supervisor del proyecto, Fathi Ozman Ismail, dijo a Efe que la rehabilitación del edificio se centró primero en el aspecto técnico y luego en el decorativo.

Los iconos, algunos más antiguos aunque mayoritariamente del siglo XVII, son el punto fuerte de la iglesia. En total son 110, y varios de ellos relatan la vida de San Jorge y de Juan Bautista.

También impresiona en el iconostasis la imagen de la Virgen María, el púlpito del sigo V sustentado por finas columnas y la marquetería de ébano y marfil.

Para Ismail, este costoso proceso de restauración se ha llevado a cabo para dar un nuevo lustre a “una de las más importantes” iglesias de El Cairo, que ha sido testigo de “acontecimientos históricos” como el ordenamiento de varios papas.

Sus naves policromadas y sus renovados iconos pretenden no solo seguir recibiendo a la comunidad cristiana, sino promover que el tan necesitado regreso de los turistas no se alargue tanto como la restauración.