Historia
¿De dónde vinieron, cuántos eran y dónde están enterrados los Reyes Magos?
Una pizca de religión acompañada de grandes cucharadas de tradición popular rodean la archiconocida figura de los Reyes Magos de Oriente
Los Reyes Magos nunca me inspiraron demasiada confianza, lo mismo que Papá Noel. Estamos hablando de tres señores que en pleno siglo XXI fuerzan las cerraduras de las casas durante la noche, vacían neveras enteras y, para colmo de la mala educación, entran con los camellos poniéndolo todo perdido. Recuerdo las noches acurrucándome de niño en mi cama porque llegaban los Reyes Magos. Condicionado por las imágenes que imprimía televisor en mis inocentes retinas, imaginaba a Melchor como un Rasputín envejecido, a Gaspar igualito que los mongoles de Mulán y a Baltasar como los individuos que trafican con hachís en el estrecho. Les imaginaba deliberando con sus alientos apestosos si llevarse a nuestro conejo, Danone, para “regalarselo” a otros niños. ¡Y pondrían la cocina perdida con las galletas!
Luego las Navidades se normalizaron y solo me parecieron unos invitados maleducados con la excusa del regalo y luego me enteré que eran los padres pero no lloré. Solo se lo pregunté a mi madre y ella, aliviada, me lo confirmó. Desde entonces me gustan los Reyes. Me gustan los Reyes pero no soy un fanático de ellos. Ahora los medios casi enloquecen con el evento buscando distracciones para el público pero con el frío que hace yo no habría ido a la cabalgata. Y luego crecí e investigué un poquito sobre sus figuras, leí evangelios apócrifos, visité sus tumbas procurando algún tipo de reconciliación. Y debo decir que, lejos de recuperar mi confianza en ellos, a cada año que pasa (y más politizadas están sus figuras en las cabalgatas) me reafirmo de alguna manera en mi opinión de infante.
¿De dónde vienen los Reyes Magos?
Las representaciones habituales nos muestran a tres individuos con rasgos étnicos de los tres continentes conocidos durante la época de Jesucristo. Melchor suele mostrarse como un anciano de procedencia caucásica, Gaspar aparece como un personaje asiático y Baltasar, como es lógico, se representa como un hombre subsahariano. Debemos desechar todo esto para aferrarnos a la sensata realidad. Pero miremos por un momento lo que dicen los Evangelios sobre estos individuos. Solo encontramos referencias acerca de ellos en el evangelio de San Mateo:
“Cuando nació Jesús, en Belén de Judea, bajo el reinado de Herodes, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén y preguntaron: «¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque vimos su estrella en Oriente y hemos venido a adorarlo». Al enterarse, el rey Herodes quedó desconcertado y con él toda Jerusalén.”
Y sobra decir que el desconcierto de Herodes ante las palabras de los magos provocó la matanza de los recién nacidos en Israel. Pero si los tres reyes magos proceden del oriente de Israel, entonces parece inevitable que los tres sean de etnias asiáticas y que Baltasar tenía de negro lo mismo que Donald Trump. Por otro lado, desde la Antigüedad hasta el medievo se utilizaba la palabra “mago” para referirse a los hombres sabios en general, y no para señalar a los hombres doctos en hechicería. En cuanto al término “rey”, podemos comprobar tras un rápido vistazo que los evangelios canónicos no solo no indican los nombres de los tres sujetos, sino que nunca los califican como reyes propiamente dichos. Eso de “Sus Majestades de Oriente” es más falso que un Judas de plástico. Ni siquiera se especifica que fueran tres. Esto se debe a que sus nombres no fueron escritos en ningún lugar, evangelios o no evangelios, hasta el siglo VI d. C (concretamente, en un mosaico de la ciudad italiana de Rávena), mientras que el título de rey les fue atribuido siglos después por la tradición popular.
Pero seguimos sin encontrar una respuesta que nos satisfaga. ¿De dónde procedían? Mateo señala que “como recibieron en sueños la advertencia de no regresar al palacio de Herodes, volvieron a su tierra por otro camino”. El uso del singular para hablar de “su tierra” nos hace sospechar que los tres magos procedían del mismo lugar pero, otra vez, la tradición cristiana ha querido diversificar su procedencia.
Siguiendo esta línea, encontramos evangelios apócrifos del siglo V que ubican el origen de Melchor en Persia, el de Gaspar en Arabia y el de Baltasar en la India. También circularon rumores que decían que pertenecían al reino mítico de Preste Juan (India o Etiopía), ya que diferentes relatos medievales aseguraban que Preste Juan era descendiente de los magos. De cuál de ellos, eso ya no lo sabemos. Existe también la teoría de que procedían del legendario reino de Saba, en la actual Etiopía, lo cual casa muy bien con la tradición que señala al país africano como el primer estado que estableció el cristianismo como religión oficial. No sería hasta la Edad Media que se dijo que cada uno venía de los tres continentes conocidos hasta la fecha (África, Europa y Asia), una afirmación que parece más cercana a la fantasía popular que al rigor histórico. Por tanto, si buscamos responder a la pregunta de arriba con absoluta sinceridad, solo existe una respuesta posible: no sabemos de dónde venían. Cada cual es libre de pensar lo que desee.
¿Cuántos eran?
Esta pregunta tiene truco porque tampoco lo sabemos. San Marcos nunca indicó cuántos magos acudieron a adorar a Cristo. El teólogo presbiteriano Henry van Dyke aseguró la existencia de un cuarto mago conocido como Artabán, aunque existen relatos medievales que ascienden este número a la decena, o incluso más. Que la tradición popular haya delimitado su número a tres se debe a dos razones bastante lógicas: la primera, a que fueron tres regalos los que entregaron a Jesús (oro, incienso y mirra); la segunda, comidilla de los conspiranoicos, a que el número tres ocupa un lugar especial en la simbología cristiana. En cualquier caso, no fue hasta el siglo V que se empezó a decir que eran tres sujetos y no más, por decreto del papa León I para todos los católicos. Pero todavía hoy, si fuésemos a preguntarles a los cristianos armenios, estos nos dirían que en realidad fueron doce magos quienes acudieron al portal de Belén...
¿Dónde están enterrados?
Partimos de la base de todo lo dicho con anterioridad en este artículo. La figura de los Reyes Magos oscila en nuestros años infantiles entre la fantasía y la realidad, de la misma manera que oscila entre la fantasía y la realidad en la propia Historia. De ellos solo sabemos (o se cree) que existieron de una forma u otra, cualquiera que fuera su procedencia y su número. Pero existe una leyenda que dice que Santo Tomás los encontró en el reino de Saba durante su labor evangelizadora, que los bautizó sin hesitación y que los nombró obispos de sus respectivas regiones. Que murieron martirizados y que Santa Elena (aquí tienes un artículo muy interesante sobre sus hallazgos en Jerusalén) encontró su tumba antes de trasladarla a Constantinopla.
No sería hasta el siglo XII que Federico I Barbarroja, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, trasladó sus restos a la ciudad de Colonia, en la actual Alemania. La creencia de que los restos pertenecían a los archiconocidos magos provocó una riada de peregrinos que obligó, en última instancia, a la construcción de la Catedral de Colonia. Todavía hoy pueden visitarse aquí los restos de los magos.
Ahora lo sabes todo. Abre los regalos, participa en la cabalgata, tíznate las mejillas con betún si lo deseas. Celebra esta fiesta milenaria con todo el entusiasmo que consideres. Pero no olvides la verdad. Por favor, no olvides la verdad, o, al menos, no olvides que la verdad está diabólicamente difuminada por la propaganda medieval, el polvo del tiempo y la tradición popular que nada tiene que ver con la religión. No olvides que la tradición popular no es sinónimo de religión. Que los tres Reyes Magos no eran reyes, tampoco eran magos y, muy probablemente, ni siquiera fueron tres. Caray que Baltasar tampoco era subsahariano; y si lo era, entonces Melchor también lo fue.