Lugares sagrados
La tumba de Abraham: el edificio de oración más antiguo del mundo está sucio de sangre
La Tumba de los Patriarcas ha sido motivo de enfrentamiento entre judíos, musulmanes y cristianos desde hace 1.500 años
Visitar lugares sagrados siempre ha estado de moda. Desde que Santa Elena peregrinó en el siglo IV a Jerusalén para señalar los lugares santos, o incluso antes, cuando los seguidores de religiones ya extintas llevaban a cabo sus rituales misteriosos en Stonehenge o incluso más allá, el ser humano como criatura religiosa se ha visto empujada a peregrinar a los lugares que considera sagrados, como autómatas. A ojos de terceros, este tipo de lugares son más propios de la superstición y los ideales arcaicos que otra cosa, y de la misma manera que se piensa que los druidas de Inglaterra eran una especie de brujos farsantes, también los hay quienes ponen en duda la veracidad del Santo Sepulcro. Nadie se pone de acuerdo en este tipo de asuntos. Por tanto a la hora de escribir sobre la Tumba de los Patriarcas en la ciudad palestina de Hebrón, nadie podría garantizar su veracidad al cien por cien.
En ocasiones, centenares de años de Historia se resumen a una línea. Expertos de todo el mundo y de todas las épocas desbrozan esta línea con una pasión y un frenesí casi demenciales, existen hombres que gastaron el cartucho de su vida para leer una y otra vez esta línea. Una sola línea es interpretada con genialidad - que no acierto - y miles, puede que millones de personas dirigen sus vidas en algún momento rigiéndolas por esta línea dichosa. Por ejemplo no hizo falta más que una línea de Platón para que decenas de exploradores hayan buscado - sin éxito - el reino perdido de la Atlántida. Basta una línea, y tal vez ni siquiera eso, para que un puñado de reinos e imperios no hayan dudado a la hora de ejercer la violencia para apoderarse de la Tumba de los Patriarcas. Es el poder de las palabras que hipnotiza a los hombres.
Qué es la Tumba de los Patriarcas
Según las tradiciones judía, cristiana e islámica, la base de sus religiones se sustenta en tres hombres favoritos de Dios: Abraham, Isaac y Jacob. Tres generaciones de la misma familia y personajes principales del libro del Génesis, que levantaron los cimientos de la tribu de Israel desde que Abraham migró de la ciudad de Ur hasta Canaán. No hará falta detenerse en las peripecias que Dios hizo pasar a cada uno de ellos a lo largo de sus vidas, pero sí viene a cuento señalar que, inevitablemente, todos murieron en un momento dado. Y dice la tradición que fueron enterrados aquí, en Hebrón, una ciudad de tamaño mediano que hoy no alcanza los 200.000 habitantes y que roza los 4.000 años de edad.
¿En verdad están aquí enterrados? La respuesta a una pregunta tan compleja dependerá de lo que nosotros tomemos por verdad. Si la verdad es aquello que los hombres estipulan como tal, independientemente de la realidad, entonces sí, sin duda alguna, los tres patriarcas de Israel están aquí enterrados. Los musulmanes asesinaron y sangraron por ella en el 637. Los cruzados metieron y sacaron sus lanzas de la carne sarracena en el año 1100 y consiguieron apoderarse de la tumba. Los musulmanes bajo las órdenes de Saladino volvieron a matar por ella, y los cruzados mataron de vuelta. Los israelíes, los jordanos, los egipcios mataron por ella. Supongo que los chorros de sangre que colorean las escalinatas del edificio convirtieron, por fuerza, esta leyenda en un hecho, tan verídico como las vidas que se perdieron combatiendo por ella. La fantasía de la tradición se conjuga con la realidad de las vidas perdidas. Así lo creo yo. Que los lugares santos contienen el poder de unir a civilizaciones enteras y de moldear la voluntad de los poderosos, y que sean ciertos o falsos dependerá de que mantengan ese poder inquietante.
El edificio que podemos visitar en la actualidad destaca por su sencillez. El exterior muestra una apariencia similar al resto de mezquitas y sinagogas medievales de la región, con la piedra parda tostándose bajo el sol e incontables muescas donde más duro les golpeó el viento. Está construido sobre la cueva donde se piensa que fueron enterrados los patriarcas junto a sus esposas (a excepción de Raquel, la segunda mujer de Jacob, que según la tradición fue enterrada próxima a Belén). Y además está considerado como el edificio religioso que se ha utilizado durante más tiempo sin interrupciones, nada más que 2.000 años. Desde que el rey Herodes el Grande construyó la versión original del templo para que sus súbditos pudiesen rezar tranquilamente a los patriarcas.
Judaísmo
Para comprender la importancia de este lugar haría falta fijarse en el interés que cada una de las grandes religiones monoteístas posan sobre él. En el caso de los judíos, los propietarios originales de la tumba e impulsores del primer templo, se trata del segundo lugar sagrado más importante después de las ruinas del Templo de Salomón, del que solo queda el Muro de las Lamentaciones. Ellos conocen este lugar sagrado como Me-arat Hamajpelah, que podría traducirse como “la cueva de las tumbas dobles” (Abraham y Sara, Isaac y Rebeca, Jacob y Lía).
Durante 700 años, hasta la victoria israelí en la Guerra de los Seis Días, ningún judío tuvo permitido el acceso a la Tumba de los Patriarcas que hasta entonces estuvo en manos musulmanas. El primer judío en cruzar sus puertas desde el medievo fue el rabino jefe del ejército israelí Shlomo Goren. Disparó contra las puertas con su subfusil Uzi procurando abrirlas y, al no conseguirlo, enganchó unas cadenas a las puertas y a su Jeep y tiró de ellas hasta arrancarlas. Desde entonces el conflicto no ha cesado. En 1968 ocurrió un atentado que se saldó con 47 israelíes heridos. En la víspera del Yom Kipur de 1976, una muchedumbre musulmana prendió fuego a diversos libros de oraciones judíos y ejemplares antiquísimos de la Torá que se guardaban en la tumba. Una emboscada contra los judíos en 1980 se saldó la cifra de seis fallecidos, en 1994 el colono judío Baruch Goldstein disparó contra una multitud musulmana y un total de 64 palestinos murieron en el tiroteo y durante los enfrentamientos posteriores con el ejército israelí.
Islam
Después de la Meca y la mezquita de Al-Aqsa en Jerusalén, la Tumba de los Patriarcas es el tercer lugar más sagrado del islam. Según su tradición, el profeta Mahoma aseguró que quien no pudiera peregrinar a la Meca a lo largo de su vida, siempre podría visitar la mezquita de Ibrahim (la mezquita de Abraham, la Tumba de los Patriarcas) y Alá perdonaría igualmente sus pecados. Por tanto se puede comprender el interés que tuvieron en él los primeros musulmanes que, dirigidos por el todopoderoso Umar ibn al-Jattab, conquistaron Hebrón y su templo durante la primera mitad del siglo VII.
Ellos piensan que la cueva guarda también la tumba de José, hijo de Jacob. Como ya vimos anteriormente, los conflictos entre musulmanes y judíos por el control de la tumba se remontan a los albores de su religión y todavía no han concluido. Pero sí que se ha llegado a una especie de acuerdo entre ambas religiones para coexistir en torno a la tumba. Durante las conversaciones de paz árabe-israelíes del siglo pasado, se estipuló que la entrada a la tumba les sería prohibida tanto a musulmanes como judíos a lo largo de todo el año, exceptuando diez días por separado donde podrían entrar en el templo y rezar sus oraciones. Actualmente el waqf (organización musulmana que maneja las limosnas de los fieles) administra un 81% del edificio mientras las autoridades israelíes no tienen poder real sobre él. Resulta muy interesante cuando se visita la Tumba de los Patriarcas que las calles adyacentes parecen plagadas de militares israelíes, como si la estuvieran asediando de alguna manera, mientras que en su interior prima la decoración y los gestos islámicos, que parecen acorralados en este pequeño santuario libre de armas.
Cristianismo
Aunque los cruzados combatieron con ferocidad por el control de la tumba, en la actualidad el interés de los cristianos por ella se ha mitigado. Es que basta una frase para levantar la Historia y de la misma manera una frase es suficiente para derrumbarla. En este caso deberíamos buscar un pasaje de los Hechos de los Apóstoles, en el capítulo 7, versículos del 15 al 16: “y descendió Jacob a Egipto, donde murieron él y nuestros padres. Fueron trasladados a Siquem y depositados en el sepulcro que Abraham había comprado a precio de plata de los hijos de Emmor de Siquem”.
Entonces Jacob no está aquí enterrado según el credo cristiano sino en Siquem, y por la misma regla de tres podríamos poner en duda que el resto de los patriarcas yazcan aquí. Aunque la Tumba de los Patriarcas también posee cierta relación con la religión cristiana (porque tanta sangre ha terminado por inclinar la balanza de esta tumba hacia la verdad), desde que ellos también oran a Abraham y sus descendientes, solo existió un interés real de los cristianos a la hora de controlar la tumba en los años de las cruzadas. Y esto tiene un punto a favor: a diferencia de las dos religiones anteriores, los cristianos tienen derecho a entrar en la Tumba de los Patriarcas a lo largo de todo el año, sin restricciones, al igual que los ateos y creyentes de terceras doctrinas.
¿Qué piensas tú? ¿Están aquí enterrados los padres de las mayores religiones del mundo? ¿O fueron ínutiles las muertes de miles de hombres que lucharon para hacerse con ella?
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