Viajes
Los mejores destinos para visitar volcanes, dentro y fuera de España
Pero ten cuidado cuando te asomes al borde
Hay una escena en la película de La vida secreta de Walter Mitty que siempre ha conseguido erizarme los pelillos de la nuca. El protagonista que es Ben Stiller tiene que encontrar como sea a un fotógrafo que es la caña (Sean Penn) y sus pesquisas terminan llevándole a buscar en Groenlandia, el mismo día que un volcán enorme hace erupción. Y cuando Ben Stiller está mirando la enorme nube de ceniza que parece a un tris de devorarlo, ruge ensordecedor el sonido de una avioneta y el desgraciado levanta la vista. Esta es la escena: Sean Penn es el tipo más cañero de Groenlandia porque está de pie sobre las alas de una avioneta cochambrosa y tomando fotos sin parar de la erupción del volcán. Ben Stiller flipa en colores, el volcán flipa en colores, el espectador también.
Esto es porque el viajero que busca volcanes para visitar, oler y fotografiar, pertenece a un tipo de calaña superior al de cualquier otro. Con este tipo de viajero solo compiten los marineros gallegos y los cazadores de huracanes. Porque visitar un volcán nos lanza directamente al merced de la naturaleza, con ella no se puede razonar como podríamos hacerlo en países peligrosos, y si le sale de las entrañas escupir una llamarada de fuego pues la escupe y ya está, y si el viajero se pone en medio pues se achicharra y ya está. Al magma no se le puede pedir calma ni paciencia. Visitar volcanes es una experiencia peligrosa, y quizá una de las más emocionantes que podamos vivir.
Islandia
El destino predilecto para los cazadores del fuego es Islandia. Cada pocos años arrancan los telediarios de todo el mundo informándonos de que este o aquél volcán ha estallado, como si la erupción de los volcanes islandeses fuera algún tipo de recurso narrativo manoseado y reutilizado una y otra vez por el guionista de nuestro planeta. Pueden verse, estos volcanes, bajo propio riesgo. Por ejemplo el que actualmente se considera uno de los volcanes más peligrosos del mundo, cuyo nombre impronunciable es Eyjafjallajökull, está allí quieto y rumiando temperaturas que oscilan entre los 850 °C y 1200 °C en su interior. Aunque en la actualidad se considera dormido, su última erupción fue en 2010 y su ceniza llegó hasta el centro de Europa, obligando a cancelar más de 20.000 vuelos en todo el continente.
Su centro de visitantes cerró hace tres años pero nadie nos impide pasearnos por sus alrededores y admirar su magnificencia, ni tantear el suelo en busca de piedras volcánicas, y sí es posible recorrer las zonas más accesibles del volcán en todoterreno con un tour organizado.
Tampoco podría falta una visita a la Reina de Islandia, el monte Hekla. Como anécdota cabe a destacar que en 1341 ocurrió una enorme erupción - la última fue en el año 2000 - que obligó a centenares de aves a abandonar sus nidos lejos del volcán. La visión del fuego conjugada con los pajaritos que huían llevó a los lugareños a pensar que el volcán se trataba en realidad de las puertas del infierno, al confundir a las aves con almas que escapaban del inframundo. Un tour por la zona permite visitar los campos de lava y las aguas termales que se calientan sin descanso por mediación de este magnífico volcán.
Hawaii
Actualmente hay tres volcanes activos en Hawái, el archipiélago más encantador al oeste de los Estados Unidos. Y sí, existe un Parque Nacional de los Volcanes de Hawái y puede visitarse, y en el mismo parque podemos encontrar el volcán Kilaue que lleva erupcionando desde 1983, muy despacio, gota a gota. Aquí puede verse la lava y casi nos gustaría palpar su apariencia pastelosa y estrujarla con nuestras manos. Pero no lo hagas. Los volcanes son quisquillosos y no les gusta que nadie les moleste sin preguntar.
La lava se retuerce en Kilaue. Avanza un paso coloreada de un rojo cegador y en cuestión de segundos su capa exterior se enfría y se transforma en este negro ceniciento e inquietante que todos conocemos de las películas. Pero en la visita al Parque Nacional hay más. Uno puede entrar en los cráteres de los volcanes inactivos y sentirse fuego por unos minutos, admirar las columnas de humo con sabor a fétido del volcán Alemaumau o pasear por la cueva Nahuku. Una galería subterránea excavada por la propia lava hace quinientos años y que termina en una selva tropical al más puro estilo hawaiano, que supone un brusco contraste con respecto al aspecto árido y marchito de los volcanes.
Islas Azores
Una de las características que más tienden a asombrarnos de los volcanes es el estallido de vida que sucede a su destrucción. Durante horas o incluso días todo se desmorona, y los campos se colorean con las tonalidades del fuego y los árboles se marchitan y nada sobrevive. El fuego se apaga y pasan uno, dos, cien años, y, milímetro a milímetro, el color verde recupera posiciones. Resulta casi chocante visitar destinos que han sufrido centenares de erupciones volcánicas y que hoy aparecen tan verdes como la selva del Congo.
Las Islas Azores, atornilladas en el centro del Atlántico, suponen el ejemplo ideal para conocer este tipo de cambios naturales y maravillosos. Aunque hace siglos desde la última erupción seria, estas islas fueron creadas íntegramente por una sucesión de erupciones subacuáticas que se dieron a lo largo de millones de años. La tierra de las Azores es negra, muy negra, y sobre ella crecen todo tipo de arbustos y árboles enormes que no parecen preocupados por el día en que los volcanes vuelvan a despertar. Son decenas de ellos diseminados a lo largo del archipiélago y cualquiera puede visitarse con el calzado adecuado y una botella de agua que nos sacie la sed.
La gracia de una visita a los volcanes de las Azores pasa porque están dormidos. Si en Islandia y en Hawái fuimos testigos de su poder destructor, aquí seremos partícipes de su poder creador, y súbitamente comprendemos que el demonio que habita dentro de cada volcán no era tan cruel como esperábamos. Limpia y reescribe, como un lápiz con goma de borrar incorporada. En el interior de algunos cráteres han aparecido enormes lagos rebosantes de vida, y en las faldas crecen helechos y construyen sus nidos los pajaritos. Es una visión utópica del infierno.
España
Pero este artículo nunca tendrá sentido en tiempos de coronavirus, estando encerrados en nuestro país, si no mencionamos también los volcanes de nuestra tierra. Que no son pocos. Además del archiconocido Teide cuya cima se puede alcanzar si se desea, en la península también podemos encontrar algunos de estos gigantes dormidos para quitarnos el gusanillo del estómago.
El mejor destino se encuentra entre las localidades de Almagro y Granátula de Calatrava, en Ciudad Real. Además de encontrar el volcán de Cerro Gordo, que actualmente se ha reconvertido en un museo dirigido a los apasionados de estos asuntos, al visitar la comarca podemos reconocer que nos encontramos en una zona con hasta 240 volcanes extintos. Vuelvo a repetirlo: 240 volcanes. Hay para dar y regalar. El volcán de Cofrentes en Valencia permite observar la cámara magmática del volcán mientras escupe amplias bocanadas de CO2 y metanol. El volcán de la Granatilla está situado en la Sierra Alhamilla, Almería, y también puede visitarse aunque hace millones de años que está inactivo.
Y ya regresando a las islas, no podemos olvidar el Parque Nacional Monte Timanfaya, uno de los espectáculos naturales más impresionantes de nuestro país, puro rojo y puro fuego. Aunque las últimas erupciones ocurrieron en el siglo XVIII, todavía puede apreciarse la tarea destructora de los volcanes sobre el terreno, árido y yermo, coloreado de un tono rojizo y plagado de rocas volcánicas de todas las formas y tamaños.