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Arte

Pintura de la semana: Duelo a garrotazos

Este conocida pintura negra de Francisco de Goya representa una de las enfermedades más graves y que todavía hoy sigue sufriendo España, dos siglos después

«Duelo a garrotazos», una de las pinturas negras de Goya La RazónLa Razón

Dos figuras de proporciones titánicas luchan a garrotazos con las piernas sumergidas en el barro, hasta las rodillas. La de la izquierda no parece acobardarse aunque pueden apreciarse su rostro y su pecho manchados de sangre, mientras el combatiente de la derecha se cubre la cara con el brazo para frenar los posibles golpes. Los garrotes extendidos, listos para tropezar, chocar y crujir en ese choque, permiten adivinar su tacto duro y embrutecido a través de la pintura.

Al hablar de Duelo a garrotazos, también conocido como Dos hombres riñendo a garrotazos o, simplemente, como La riña, pintado por Francisco de Goya entre 1819 y 1823 para decorar las paredes de su casa, la Quinta del Sordo (llamada así por su anterior propietario, no por la sordera que también padeció Goya), nos referimos a una de sus pinturas negras más representativas. Dibujada con un inquietante desprecio por los cánones artísticos de la época y para representar una de las enfermedades más comunes y longevas en España.

Las dos Españas

Son un fenómeno habitual. Hoy siguen existiendo y no hace falta más que encender el televisor a las tres de la tarde o a las nueve en punto de la noche, o la radio a cualquier hora de la mañana, para escucharlas chillar con su estridencia habitual contra nuestros delicados oídos. Se tratan de una condición prácticamente sine die en nuestro país, tan popular como las aceitunas y el vino tinto, tan reales y vociferantes como los partidos de fútbol de domingo. Si quisiésemos buscar el origen de las dos Españas quizá haría falta retroceder hasta aquella revuelta suicida de los Comuneros contra Carlos V en 1520, aunque aquí hablaríamos de un combate entre nobles de poca y mucha monta, y las dos Españas propiamente dichas, aquellas que nos han convencido para mantener vivas incluso hoy, probablemente deban sus inicios a los años en que la política se dividía entre progresistas y conservadores.

La familia de Carlos IV, con Francisco de Paula, retratada por Francisco de Goyalarazon

Hablamos entonces de finales del siglo XIX, pocas décadas después de que Goya pintara este cuadro cargado de violencia. Sin embargo los expertos han señalado este duelo a garrotazos como una representación del artista de aquellos tiempos que sirvieron como preludio al Problema de España, cuando podía ser que esta división entre progresistas y conservadores no se había aclarado en el panorama histórico pero ya era una realidad social inevitable. Durante los años que dedicó el pintor a esta obra, España se encontraba en el periodo conocido como el Trienio Liberal, cuando se llevaron a cabo numerosas reformas para sustraer poder político a la Iglesia (mediante la supresión de la Inquisición) y a la monarquía (obligando a Fernando VII a jurar la Constitución de 1812).

Un Trienio que acabaría en 1823 con la restauración del absolutismo monárquico de la mano de los conservadores, agrandando así la brecha irremediable que dividía a las dos Españas, que derivaría en una multitud de conflictos rurales y, finalmente, en una Guerra Civil.

Las pinturas negras

Se conocen como pinturas negras a la serie de murales pintados mediante una técnica de óleo al secco, sobre paredes recubiertas de yeso, por Francisco de Goya para decorar su casa, la Quinta del Sordo. Se tratan de un total de doce obras, entre las que destacan Duelo a garrotazos, Saturno devorando a su hijo y El aquelarre. Todas vienen envueltas por una serie de sensaciones revoltosas, incómodas y viscerales, rozando lo pagano en ocasiones, y donde otras obras del pintor aragonés cargan colores vistosos y amplias bocanadas de luz, estas aparecen oscuras. El predominio del color negro, en conjunto con la temática de las obras, es quien les otorga el sobrenombre de pinturas negras.

"El aquelarre"(1823), de Francisco de Goyalarazon

Se considera que fueron tres factores los que empujaron a Goya a crear estas pinturas. En primer lugar, ya se ha hablado, la época de cambios políticos y sociales que estaba viviendo España en aquella época, donde los temas representados en las pinturas negras (duelistas, religiosos, el Estado dibujado como Saturno) comenzaban a quedarse obsoletos tras el triunfo de los ideales de la Revolución Francesa. En segundo lugar, el auge de la corriente artística y literaria conocida como lo Sublime Terrible, especialmente desarrollada en Alemania, donde se permitía a los artistas una mayor libertad de expresión, enmarcada por un subjetivismo individual y el uso de emociones extremas en sus obras. Estas dos causas primeras sirven para comprender amplios rasgos del Duelo a garrotazos, como veremos más adelante.

La tercera causa y quizá la más importante de todas, la que llevó a Goya a liberarse de las limitaciones estéticas que habían regido sus obras hasta el momento, fue una tan sencilla como su salud. En 1819, cuando adquirió la propiedad de la Quinta del Sordo para convivir más fácilmente con su amante Leocadia Weiss (casada con Isidoro Weiss y con quien se dice que Goya tuvo una hija bastarda), el pintor ya tenía 73 años. Su salud se resintió bruscamente en esta época, en lo que se piensa que fue un síndrome de Susac que sufrió y le dejó sordo, o una malaria cerebral. La sordera, molestias varias, la pérdida de equilibrio y su avanzada edad, unida a la salud robusta de su amante Leocadia, mucho más joven que él, derivaron en que los pensamientos e ideas del pintor fueran más lóbregas de lo habitual.

La obra

Una vez hemos analizado los elementos que rodearon a la obra en el momento en que fue pintada, hechos los deberes, puede ser que Goya nos de permiso para entrar en ella y empaparnos los pies de barro y salpicarnos las mejillas con la sangre que escupen los contendientes. Nuestro cuerpo se transforma en una figura oscura y elaborada mediante gruesas pinceladas, nuestro cuerpo se vuelve empalagoso. Vemos al fondo de la escena un pequeño cerro bajo un cielo claro, zigzagueado por nubes blancas, y más atrás todavía se adivina la sombra azul de una montaña. La esconde el horizonte. Los colores del paisaje parecen haber sido oscurecidos a posteriori después de que su pintura original se secara. De alguna manera, se diría que los duelistas han sido recortados y pegados en un mural paisajístico que fue pintado años antes.

Y no iríamos mal desencaminados. De hecho se piensa que Francisco de Goya utilizó una serie de murales que ya estaban pintados en las paredes de la Quinta del Sordo (con paisajes y figuras) para representar por encima sus famosas pinturas negras. O pudo ser él mismo quién pintó los murales originales y después cambió de idea e hizo las pinturas negras, aquí difieren las opiniones de los expertos. En cualquier caso, Duelo a garrotazos se trata en realidad de una composición conformada por dos obras diferentes, como un collage que hoy dirían, o incluso tres si se tiene en cuenta la restauración que sufrió tras ser transportada desde la Quinta del Sordo hasta el Museo del Prado, que es donde hoy puede encontrarse. Resulta que una serie de fotografías, realizadas en su localización original antes del traslado, revelan que los combatientes no se encuentran con las rodillas hundidas en barro, como parece ahora, sino que pelean en un prado cubierto por hierbas altas. Una posibilidad que también mantiene divididos a los expertos.

En cualquier caso ya podemos entender, en la medida de lo posible, los factores que rodearon a esta obra en el momento de su creación, como si fueran estos factores los verdaderos artistas y la mano del genio Goya nada más que un instrumento útil para representarla. Cuenta la historia de dos duelistas rurales, se piensa que de la región de Galicia, que en lugar de seguir una serie de normas (padrinos, protocolos, elección de armas) como hacían los duelistas de clase alta, se limitan a golpearse a garrotazos con una brutalidad despavorida. Enzarzados por una disputa política que divide a su país y lo dividirá durante los siglos siguientes. Por tanto no importará (nunca importa) quién de los dos venza en este duelo porque su influencia sobre la política española, tan pequeños como son en la inmensidad del paisaje rodeándolos, es nula. Fue pintado aprovechando una corriente artística de cánones y opiniones libres, por un genio envejecido, asustado y enfermo, que compró una casa para disfrutar de los muslos de su amante pero que terminó utilizando para dar los primeros pasos hacia los brazos blancos de la Muerte.