Viajes
¿Dónde han veraneado los reyes españoles a lo largo de la Historia?
Abdicaciones en San Sebastián, cotos de caza en Segovia, complots en El Escorial... Es posible que los reyes españoles hayan veraneado, pero las intrigas palaciegas tampoco terminan con las vacaciones
Quizá alguno se sorprenda, aunque no debería, cuando conozca que las vacaciones de verano eran un lujo destinado a aristócratas y familias de clase alta hasta el siglo pasado. No era habitual que uno pudiera abandonar durante dos semanas su empleo para dedicarlo a relajarse y disfrutar, nada de eso, no existían las leyes que hacen posibles las vacaciones. Hacía falta tener mucho dinero, o mucha suerte, para poder tomarse unos días de descanso en la playa. En el caso de los reyes del norte de Europa, desde la emperatriz Sissi hasta el Rey Loco de Baviera, disfrutaban de unas semanas de tranquilidad en la Riviera Italiana; los príncipes rusos gustaban de visitar las orillas del Caspio y Napoleón III era un ferviente entusiasta de sus vacaciones en Biarritz.
¿Y los reyes de España? Ellos nunca necesitaron huir del frío de Alemania o San Petersburgo, sino al contrario, procuraban buscar climas más frescos que les permitiesen escapar del calor sofocante que rumia durante los meses de verano en el centro peninsular. Desde San Sebastián hasta los lustrosos palacios de La Granja, estos han sido los destinos favoritos de los reyes españoles.
La Granja de San Ildefonso
El Palacio Real de la Granja de San Ildefonso fue mandado construir por Felipe V, primer rey Borbón, a semejanza del Palacio de Versalles en donde había nacido y crecido. Esta se trataría de una cómoda residencia en Segovia, distanciada de los devaneos de la Corte en Madrid, donde el monarca podría disfrutar de breves periodos de descanso. Su proximidad con la capital permitía estancias en La Granja de corta duración, no necesariamente durante el verano pero también a lo largo del año, además de que era su intención retirarse aquí cuando cediese el trono a su heredero. Lamentablemente para el monarca, exceptuando unos pocos meses de 1724 nunca dejó de reinar hasta su muerte, por lo que él y su esposa tuvieron que disfrutar de los amplios jardines de La Granja nada más que durante sus breves estancias.
Desde entonces y hasta el reinado de Alfonso XIII, La Granja sirvió de forma habitual como comodín veraniego para las familias reales. Carlos III, cuya máxima afición era la caza, disfrutaba de ágiles galopadas por los bosques del entorno hasta su muerte; Carlos IV se casó en La Granja, además de que algunos de sus mayores errores (como la firma de un tratado de alianza con la Francia napoleónica) se fraguaron entre los muros de su Palacio Real; Fernando VII trasladó aquí a la Corte; Isabel II también disfrutó de veranos en La Granja durante sus años de niña; Alfonso XII organizó un largo verano con sus tíos Montpensier y aquí conoció a la que luego sería su breve esposa (y prima), María de las Mercedes; Alfonso XIII utilizó La Granja para su luna de miel. Incluso Manuel Azaña, a semejanza de otros líderes socialistas con pasión por los palacios, disfrutó en 1932 de un relajado veraneo en el Palacio Real.
San Sebastián y Santander
Pero el calor es insoportable en ocasiones. No deja casi ni respirar. Es por esta razón que las vacaciones reales de verano no tardaron en trasladarse al norte español, hacia zonas más frescas donde escapar del calor. El primer rey en acudir a San Sebastián y Santander para disfrutar sus vacaciones, o la primera reina en este caso, fue Isabel II. Cansada de los veranos en La Granja, solía ordenar que levantasen una caseta en la Playa del Sardinero para tomar el sol sin ser molestada, además de disfrutar de largos baños en los balnearios cántabros. Otras temporadas de veraneo las dedicaba a San Sebastián, hasta que terminó por provocar una rivalidad entre las dos ciudades norteñas que la misma reina solía azuzar, visitando ahora Santander y ahora San Sebastián, o incluso Lequeitio (Vizcaya) cuando quería echar más leña al fuego. No es de extrañar que, ciudad al este o ciudad al oeste, la Gloriosa Revolución que terminó con su reinado la pillara en San Sebastián.
Su nieto Alfonso XIII también disfrutó de largas estancias en ambas ciudades y su derrocamiento le pilló asimismo en San Sebastián, pero al contrario que Isabel II, él no se escondía en una caseta del Sardinero sino que solía pasear por la ciudad, acercarse a las multitudes, disfrutar de unas copas de vino en cualquier local decente. El Africano, este era su sobrenombre, sentía tal predilección por Santander que no tardó en ordenar la construcción del Palacio de la Magdalena para disfrutar de sus vacaciones cántabras. Como anécdota a las vacaciones reales en Santander cabe señalar la desventura sufrida en el verano de 1872 por Amadeo de Saboya, cuando procuró relajarse unos días en el Palacio de la Aduana. Nadie le avisó de que las paredes estaban recién pintadas y el desdichado monarca tuvo que salir en plena noche, tosiendo y llorando y al borde de la intoxicación.
Real Sitio El Pardo
Uno de los refugios más frecuentados por reyes españoles comenzó su función como coto de caza para Enrique III de Castilla,al construir su primera quinta de caza en 1405, aunque ya se tiene constancia de que reyes anteriores habían merodeado la región con el mismo fin cazador. Claro que al hablar de reyes tan lejanos no podríamos referirnos a sus épocas de descanso como “vacaciones”, la vida de un monarca medieval no estaba estipulada por horarios y periodos de reposo acordados con sus ministros. El rey tenía el poder y el rey hacía lo que le venía en gana, que bastante tenía ya defendiendo a su reino de los musulmanes y los aragoneses y los portugueses y la peste y el hambre. Siendo fieles al lenguaje podría decirse que, más que un lugar de veraneo, en el caso de estos reyes se trataba de un lugar de descanso. Su nieto Enrique VI (hermano de Isabel la Católica) también construyó un Palacio en El Pardo, aunque no comenzaría a rozar el esplendor hasta que Carlos I llevó a cabo una serie de reformas del mismo.
Diferentes reyes de la dinastía de los Austria pudieron disfrutar de temporadas más o menos largas en El Pardo, hasta que Carlos III de Borbón llevó a cabo una reforma drástica del palacio en 1772, de la mano del arquitecto italiano Francesco Sabatini. Francisco de Goya vivió en su villa, Alfonso XII murió en el palacio y es de sobra conocido que el lugar fue la residencia del dictador Francisco Franco; incluso los reyes actuales viven aquí, en el Palacio de La Zarzuela, mientras los palacios de la Quinta del Duque del Arco o la Casita del Príncipe están abiertos al público.
Real Sitio de Aranjuez
A nada más que 50 kilómetros de Madrid, Aranjuez también ha servido de segunda residencia y destino vacacional para numerosos reyes españoles, además de que no pocas intrigas se han fraguado entre sus muros. Se tiene constancia de que Fernando II de Aragón e Isabel I de Castilla visitaron la localidad en repetidas ocasiones, agradados por su belleza natural y el clima relajado. Aunque no sería hasta 1523, año en que el emperador Carlos I agrandó los terrenos de la finca, cuando Aranjuez pasó definitivamente a formar parte de la corona española. El Jardín del Rey, además de varias fuentes que representan figuras mitológicas (Hércules, Apolo, Diana, Hidra...) en los jardines, fueron obra de Felipe II, que también gustaba de pasar breves temporadas en Aranjuez.
Aunque Felipe V, percusor de La Granja de San Ildefonso, también llevó a cabo ampliaciones y reformas en el Palacio de Aranjuez para residir en él durante la primavera, este no alcanzaría su época de máximo esplendor hasta el reinado de su hijo Fernando VI. Fue tras un incendio que devastó el palacio en 1748 cuando decidió reconstruirlo con importantes ampliaciones para albergar las lujosas fiestas de la Corte. Así se afianzó, más que como destino de veraneo, como segunda residencia para los monarcas españoles. Carlos IV, Fernando VII e Isabel II también dedicaron largas estancias al palacio. Y recordando a un viejo conocido, Manuel Azaña, el conocido Presidente de la República también disfrutó de algún que otro verano en la comodidad de su palacio.
Otros destinos
Aunque los lugares citados anteriormente eran los destinos más habituales para las vacaciones reales, pueden encontrarse diferentes lugares que añadir a la lista. Felipe II construyó y dedicó largas estancias al palacio del Monasterio del Escorial, al igual que Carlos IV y Fernando VII durante sus respectivos años como Príncipes de Asturias. De hecho fue aquí donde Fernando VII organizó un complot para derrocar a Godoy y hacerse con la corona española, cuando todavía era un joven príncipe. Por otro lado, desde 1973 hasta la actualidad los reyes españoles han veraneado en el Palacio de Miravent o el Palacio La Almudaina, en Palma de Mallorca, y ya son dos monarcas los que han disfrutado de apacibles estancias en la bonita isla.
A todo este entramado de palacios y vacaciones habría que añadir las visitas internacionales que los reyes han efectuado a lo largo de los años, por lo general a destinos desconocidos. Por ejemplo, los reyes actuales procuran marcharse todos los años durante las dos últimas semanas de agosto a un destino internacional secreto, donde prefieren pasar desapercibidos de los focos y disfrutar de unas verdaderas vacaciones. A excepción de este año, que han preferido renunciar a su viaje al extranjero para limitar su veraneo a las Islas Baleares, en una cariñosa muestra de apoyo al turismo nacional que tanto ha castigado la epidemia del coronavirus.