Opinión
Ursula-Pedro, idilio de futuro incierto
Pedro Sánchez tendrá que torear a partir del otoño con una nueva Comisión Europea que puede ser mucho más exigente con las normas de déficit y de deuda y reclamar un cierto ajuste
Magda Szabó (1917-2007), aplaudida como quizá la mejor novelista húngara de la historia, escribe en «La puerta» (1987) que «nuestro cariño era recíproco, pero al resultar al mismo tiempo tan complejo y con tantos elementos imprecisos (...), requería mucha tolerancia y concesiones mutuas». Ursula von der Leyen, alemana, conservadora y presidenta de la Comisión Europea, y Pedro Sánchez han mantenido, en los últimos años, una especie de «idilio político» que les ha beneficiado a los dos, pero sobre todo al presidente español, que ha podido presumir de más que un cierto apoyo de Bruselas.
Las autoridades de la eurozona, sobre todo en asuntos económicos, han mirado desde hace tiempo –desde la pandemia– hacia otro lado y han permitido que los gobiernos gasten y se endeuden a su antojo. El Banco Central Europeo (BCE), que preside Christine Lagarde, con su manga ancha monetaria, también ha puesto algo más que un granito de arena, varios cientos de playas. La política económica española, dirigida por Nadia Calviño la legislatura pasada y ahora quizá por Carlos Cuerpo, se ha beneficiado de todas esas ventajas y, en primer lugar, de la buena sintonía, del «cariño» entre Von der Leyen y Sánchez. A la conservadora le venía bien tener de su lado a un socialista y el español conseguía un cierto refrendo europeo. Los dos ganaban mientras labraban una sintonía personal entre ellos.
Las próximas elecciones europeas, de las que saldrá una nueva Comisión, abren un futuro incierto para el idilio Ursula-Pedro, en el caso de que la alemana, como pretende, renueve mandato. Habrá renovación de comisarios europeos, elegidos por los respectivos gobiernos y, ahora, la mayoría serán conservadores, liberales, de derechas y es posible que incluso algún extremista. No estará tampoco el hasta ahora comisario de Economía, el italiano Paolo Gentiloni, que ha echado más de una mano a Pedro Sánchez y acaba de elogiar su política económica. La nueva Comisión, por otra parte, también tendrá que volver a poner en marcha las llamadas «reglas fiscales» de la eurozona, que limitan el déficit y la deuda de los países miembros. Hay gobiernos que no lo ven claro, pero también hay consenso entre expertos, empresarios y banqueros en la necesidad de regresar al camino de la ortodoxia, una vez que también la economía europea ha resistido a los últimos acontecimientos –incluida la guerra de Ucrania– mejor de lo esperado.
Pablo Hernández de Cos, gobernador del Banco de España y miembro del Consejo del BCE, entiende que es «fundamental aplicar la reglas fiscales de forma rigurosa, sobre todo en los primeros momentos». José Ignacio Goirigolzarri, presidente de CaixaBank, reclama una «consolidación fiscal –control de déficit y deuda– creíble y sostenible». Fernando Fernández, consejero del Banco de España y coordinador del Anuario del Euro, además de constatar el «éxito del euro», escribe en ese informe que «la reciente reforma del marco europeo de gobernanza fiscal es un paso insuficiente en la dirección correcta». Añade que «las nuevas normas implican un ajuste de los saldos fiscales –déficit sobre todo– primarios que no parece excesivo para los estándares históricos. Pero exigirán un ajuste permanente, significativo y duradero del gasto público en los países más endeudados».
El Gobierno de Sánchez, sin embargo, no parece muy dispuesto, por ahora, a seguir por esa senda. La ministra de Hacienda, María Jesús Montero, acaba de explicar que el Ejecutivo descarta un ajuste fiscal y todo lo fía al crecimiento de la economía para rebajar el déficit. En otras palabras, pretende gastar lo mismo o más, pero que el porcentaje de déficit sea menor porque el PIB es mayor. Es posible, pero poco probable y, desde luego, muy arriesgado. El Gobierno, tras el adelanto electoral catalán, ha renunciado a presentar los Presupuestos Generales de 2024. Lo deja todo para los de 2025, pero tampoco tiene todas las garantías para sacarlos adelante. Eso sí, con o sin Presupuestos, Montero y Carlos Cuerpo, ministro de Economía, tendrán que enviar a Bruselas los planes presupuestarios de España para los próximos tres años. Hasta ahora, la Comisión que preside Von der Leyen, con más o menos matices, siempre ha dado el visto bueno a las previsiones que le enviaba el Gobierno español. Después de las elecciones de junio, en las que se prevé un avance de la derecha y un retroceso de la izquierda, todo puede estar mucho más incierto para Sánchez, que quizá tampoco pueda tener tanto apoyo de su amiga Ursula von der Leyen. Mantendrán el cariño personal, claro, pero requerirán mucha tolerancia y concesiones mutuas como escribía Magda Szabó.
Dalio descarta por ahora una burbuja en los mercados bursátiles
Ray Dalio, legendario inversor –especulador para muchos– y fundador de Bridgewater, defiende que a pesar de las alzas generalizadas, no se podría hablar de una burbuja en los mercados bursátiles. Admite la posibilidad de una corrección, pero poco más. Defiende que los precios no son todavía elevados con respecto a las medidas tradicionales de valor, que no hay condiciones insostenibles, ni tampoco un gran sentimento alcista, condiciones, según él, para que haya una burbuja.
La polémica interminable de los fijos discontinuos inactivos
La «vice» Yolanda Díaz, que no está en su mejor momento político, ha dado por fin una cifra de fijos discontinuos inactivos, es decir, parados. Afirma que hay unos 55.000, aunque no explica cómo llega a esa cifra, sobre todo cuando el sindicato USO (Unión Sindical Obrera), que recurre a los datos del SEPE (Servicio Público de Empleo Estatal) habla de 736.000, según el informe "Estadísticas de demandantes de empleo, puestos de trabajo y colocaciones" (página 37), que edita el mismo servicio.
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