El chequeo de la cosa
Economía política
Los gobiernos de coalición tienen un gasto más elevado, según los profesores Besley, Persson y Tabellini
Mide lo que se puede medir y lo que no, hazlo medible, defendía Galileo. En Economía, durante siglos, los grandes pensadores se movieron entre sombras, tanteando el terreno con su inteligencia, dotes de observación y experiencia diaria. Hubo que esperar hasta el siglo XX, con las quejas de Keynes, para ver el estallido de la estadística. Todo se mide, todo se estima, todo se calcula.
Los políticos lo saben y son esclavos de la contradicción generada entre sus promesas y el frío dato; siervos de la tensión entre sus compromisos ideológicos y la gélida cifra, ya sea la sediciosa inflación, el encarecimiento del crédito, la rebelde tasa de paro o el aumento del desempleo juvenil a pesar de la mejora de la afiliación.
El binomio política y economía es la lucha entre el cortoplacismo electoral y los largos procesos fabriles y empresariales dominados por el riesgo. Hay encuestas y estadísticas que pueden tumbar gabinetes, como un PIB recesivo o una EPA catastrófica. Los gobernantes evitan otras, como la Encuesta de Condiciones de Vida, donde la población en riesgo de pobreza roza el 28%. Esto es economía política. El premio Fronteras del Conocimiento de Economía de este año ha recaído en tres profesores, Besley, Persson y Tabellini, que han investigado la relación entre el poder, las instituciones y la economía.
La prosperidad depende de fuertes instituciones que hagan y obliguen a cumplir las leyes, que recauden y gasten los recursos de forma eficiente, y con una separación de poderes que evite abusos. Todo con un respeto al derecho de propiedad para crear incentivos a la inversión. Estos investigadores señalan, por cierto, que los gobiernos de coalición tienden a un gasto público más elevado.