Opinión
Deuda, fútbol y política monetaria
Lagarde, la gran jefa del Banco Central Europeo, a pesar de las presiones de los gobiernos, se aferra a la prudencia antes de anunciar nuevas bajadas de los tipos de interés
Christine Lagarde, presidenta del Banco Central Europeo (BCE) y la mujer más poderosa de Europa, suele utilizar citas alejadas de la economía para ilustrar o rematar sus intervenciones públicas. Ahora, en Sintra (Portugal), en la convención europea de los bancos centrales, el Jackson Hole europeo, ha recurrido a un futbolista y entrenador histórico, Bobby Robson (1933-2009), sir Bobby Robson, como ejemplo de la política monetaria. Delantero y después entrenador de la selección inglesa y el Barça, en donde tuvo como segundo de Mourinho, insistía en que en un partido «los primeros 90 minutos son los más importantes», algo que a pesar de lo que pudiera parecer, no es una «boutade». Lagarde, como Jerome Powell, su colega americano de la Reserva Federal (FED), muy presionados por los gobiernos de ambos lados del Atlántico para bajar los tipos de interés, no quieren sorpresas. Ese es el significado de la importancia de los 90 minutos aplicados a la política monetaria.
La jefa del BCE –y también de alguna manera el de la FED– cree que «todavía no está garantizado un aterrizaje suave» y advierte de los riesgos hasta el último minuto, en este caso cuando la inflación se estabilice en el 2%, objetivo al que se acerca cada vez más la media europea, mientras se aleja la española que, a pesar de su contención, ve cómo aumenta su diferencial con la eurozona, lo que constituye un problema añadido.
Las advertencias y precauciones de Lagarde llegan al mismo tiempo que las de Cristina Herrero, presidenta de la Airef (Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal), heredera en el puesto del ínclito que tantos disgustos le dio –como teórico independiente– al Gobierno del PP que lo nombró, avalado por Álvaro Nadal, que luego sería ministro, al mismo tiempo que su hermano gemelo Alberto era secretario de Estado de Energía, padre de una muy polémica reforma del sector energético, eléctrico incluido.
Cristina Herrero, aunque ha pasado bastante inadvertido, ha recordado la presencia del «elefante en la habitación» que nadie parece querer ver, sobre todo el Gobierno de Sánchez y sus socios, pero que no por eso deja de estar ahí y, además, ser más grande cada día. El elefante, del que ha dejado de hablarse –los líos judiciales y la separación de poderes, cuestionada, se llevan toda la atención– no es otro que la deuda pública, cada vez más alta en términos absolutos, pero que volvió a repuntar, en porcentaje del PIB, en el último trimestre. Las Administraciones Públicas deben la desorbitada cantidad de más de 1,6 billones de euros, con «b» de burrada, que representan el 109% del PIB, 1,2 puntos más que al final de 2023 y diez más que antes de la COVID. La deuda pública parece haber desaparecido del debate público y, según las apariencias, tampoco debe figurar entre las principales preocupaciones del Gobierno, ni de la volcánica titular de Hacienda, María Jesús Montero.
Algunos economistas, entre ellos José Carlos Díez, insisten con frecuencia en la existencia, a la vista de todos, de ese elefante. El asunto es importante, porque España necesita pedir prestados todos los años cerca de 300.000 millones de euros para atender sus necesidades, ya sean pensiones, sanidad o educación, y que mientras gaste más de lo que ingresa el montante de la deuda seguirá en aumento. La presidenta de la Airef recuerda la necesidad de cumplir las nuevas reglas fiscales de la Unión Europea –imprescindibles para tener crédito–, algo que incluye un ajuste, que debería ser negociado, en los gastos de las comunidades autónomas que, por otra parte, ya estén gobernadas por el PP o por PSOE, por no hablar de los «indepes» catalanes, todas reclaman más fondos para también gastar más.
La Airef también ha puesto negro sobre blanco –los datos precisos, sencillos de entender, están en su web a disposición de todo– que 14 de las 17 comunidades autónomas superan, algunas por mucho, el límite del 13% del PIB de endeudamiento, previsto por la Ley Orgánica de Estabilidad Presupuestaria y Sostenibilidad Financiera. En 2023, solo el País Vasco, Navarra y Madrid estuvieron dentro de los límites y la ley no se cumple nada menos que ¡desde 2010!, hace catorce años. Cataluña, la más endeudada, con 87.300 millones, sueña con una condonación parcial, que es muy probable que obtenga para que Salvador Illa sea su presidente, pero que luego exigirán otras comunidades. No será un perdón, ya que la asumirá el Estado y la pagarán todos los ciudadanos, incluidos los de las comunidades autónomas más beneficiadas. El elefante de la deuda sigue ahí, se quiera ver o no, un partido en el que también todos los minutos son importantes, como en la política monetaria, Christine Lagarde dixit.
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