Finanzas
BCE, 25 años de la máquina europea de fabricar dinero
La autoridad monetaria nació el 1 de junio de 1998. En este cuarto de siglo, su balance ha pasado de 685.125 millones a 7,73 billones de euros
Imagen inédita la que se produjo esta semana en Fráncfort. La celebración del 25 aniversario del Banco Central Europeo (BCE) inmortalizó la instantánea de los tres presidentes vivos de la institución: Christine Lagarde, Mario Draghi y Jean Claude-Trichet (el primero de ellos, Wim Duisenberg, falleció en 2005) cortando una enorme tarta de cumpleaños.
El pasado miércoles tuvo lugar en la sede central del eurobanco un acto, seguido de una cena, al que, además de las tres cabezas visibles que la autoridad monetaria ha tenido a lo largo de su historia, asistieron personalidades del mundo político y económico de primer nivel, como el canciller alemán, Olaf Scholz, y, como no, de las instituciones europeas. Allí, estaban la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen; su homóloga en el Parlamento Europeo, Roberta Metsola, o el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel. España estuvo representada por la vicepresidenta primera del Gobierno y ministra de Asuntos Económicos y Transformación Digital, Nadia Calviño.
Una celebración eminentemente institucional, muy protocolaria, que la próxima semana dará paso a un festejo más distendido con los 4.500 empleados con los que cuenta a día de hoy el banco de bancos europeo.
Culminación de un proceso
El BCE nació el 1 de junio de 1998. De esta manera, culminaba el proceso que se había iniciado una década antes, y cuya primera piedra fue el «Informe Delors», el cual sentó las bases de la futura Unión Económica y Monetaria y en el que se proponía la creación de una institución independiente que se encargase de la política monetaria de los países miembros.
Lo que empezó siendo un organismo de marcado carácter técnico se ha convertido, 25 años después, en una de las instituciones europeas más influyentes del Viejo Continente, marcando el paso del devenir económico de la eurozona.
Su objetivo principal es el de mantener la estabilidad de precios, siendo su Consejo de Gobierno el que fija el objetivo exacto: «por debajo del 2%» desde 1998, «por debajo, pero cercana al 2%» desde 2003, y «en el 2% en el medio plazo» desde 2021. Una meta que, a tenor de los datos, ha conseguido (o al menos de momento), ya que la inflación media mensual anual entre enero de 1999 y abril de 2023 se sitúa en 2,05%.
De esta forma, el BCE ha crecido y evolucionado de la mano del proyecto común europeo, con la suma de nuevo socios, que se han unido al selecto club del euro y que actualmente llegan a los veinte tras la incorporación de Croacia el pasado 1 de enero.
Testigo directo
La directora general de Recursos Humanos del BCE, la española Eva Murciano, ha sido testigo de lo mucho que ha cambiado en este cuarto de siglo. Licenciada en Ciencias Políticas, soñaba con trabajar en una institución europea. Por eso, cuando vio un anuncio en un periódico alemán para trabajar en la entonces nueva institución no se lo pensó dos veces y se presentó a la entrevista. «Pensé que no me iban llamar, pero me equivoqué, y aquí llevo casi 25 años», recuerda. De esta forma, llegó a un BCE que se acababa de crear, y que había arrancado con un equipo de apenas 400 personas (actualmente, lo integran 4.500 procedentes de toda la UE), por lo que el ambiente en aquellos primeros momentos era muy familiar. «Todos nos conocíamos y nos llamábamos por nuestro nombre. Se respiraba un aire muy de startup, donde todos trabajamos con la ilusión de una empresa que está empezando», asegura.
Durante este tiempo en el departamento de Recursos Humanos, Murciano se ha tenido que enfrentar a importantes retos dentro del BCE, pero quizá el mayor de ellos fue el fuerte crecimiento que experimentó el organismo en términos de plantilla con la creación del Mecanismo Único de Supervisión (MUS), que requirió la incorporación de 800 personas, lo que suponía un incremento del 25% de su plantilla, entre 2013 y 2014 para evaluar los riesgos en términos de exposición crediticia, gobernanza, modelo de negocio y de gestión de riesgos de los bancos de la eurozona para velar por la seguridad y liquidez del sistema bancario.
Pero el BCE no solo ha crecido en número de empleados, sino también en diversidad, con nuevos perfiles, y una mayor incorporación de mujeres a puestos directivos. «Creo que todos los que trabajamos en el BCE estamos muy orgullosos. Hay pocas instituciones que permitan desarrollar un trabajo como el que hacemos aquí, lo que nos hace tener un sensación de exclusividad. Somos una institución europea, pero tenemos una peculiaridad, ya que somos independientes y, además, tenemos que desempeñar un trabajo que es de enorme responsabilidad por todas la repercusiones que las decisiones que se adoptan tienen posteriormente», añade Murciano.
El BCE celebra sus bodas de plata en un momento de gran incertidumbre. El aumento de la inflación por encima de lo previsto ha obligado al «guardián» de la estabilidad de precios a dar un giro de timón súbito en política monetaria, llevando los tipos de interés hasta el 3,75% después de casi tres lustros de dinero barato, un recorrido que, presumiblemente, no ha concluido, si se tienen en cuentas las palabras de Lagarde: «El BCE tomará las decisiones necesarias para devolver la inflación al 2%», algo en lo que volvió a insistir esta misma semana durante el acto de celebración del 25 aniversario.
Sin embargo, la francesa deberá hacer suyo aquello de puño de hierro y guante de seda, demostrando sus dotes de equilibrista sobre el alambre, para que el aumento de las tasas no dañe (o no demasiado) el ya de por sí tocado crecimiento de la eurozona.
Como consecuencia de este cambio de guion, la autoridad monetaria también está inmersa en un proceso de normalización de su balance, el cual ha crecido espectacularmente, pasando de los 685.128 millones de euros en 1999 a los 7,73 billones actuales, si bien es cierto que se ha producido un adelgazamiento del mismo de un billón de euros en comparación con septiembre del años pasado.
Esta expansión monetaria, en la que el BCE puso a funcionar la máquina de fabricar dinero a pleno rendimiento, se produjo principalmente entre 2014 y 2016 en respuesta a un periodo de baja inflación y, posteriormente, para hacer frente a la pandemia, llegando el balance a mediados del año pasado a 8,83 billones de euros, casi el 70% del PIB de la eurozona.
Hasta la Luna
Desde 1999, el BCE ha emitido 153.768,35 millones de billetes, habiendo, a día de hoy, 29.083 en circulación. Si se pusieran en fila, de punta a punta, cubrirían una distancia de 4.0002.651 kilómetros, más de 10 veces la distancia promedio de la Tierra a la Luna, y si se colocaran uno encima de otro, se formaría una pila de 2.900 kilómetros de altura, aproximadamente la distancia de Lisboa a Bucarest o también la equivalente a la que separa Fráncfort de El Cairo.
Luces y sombras
En este cuarto de siglo, el BCE ha vivido momentos históricos, de enorme trascendencia, pero también de alta tensión. Entre los primeros, sin duda, destaca el lanzamiento del euro. Detrás del mismo, una década de trabajos, en los que se trató, entre otras cosas, de optimizar lo mejor que se tenía de las distintas monedas nacionales para ponerlo en común con una formulación y un diseño específico para la nueva divisa. Todo aquello culminó el 1 de enero de 2002 cuando, en una operación logística sin precedentes y, en coordinación con el resto de bancos centrales de la eurozona, la moneda única llegó físicamente a las manos de millones de ciudadanos que, a partir de ese momento, compartirían una divisa común y que actualmente ascienden ya a 340 millones.
A modo de curiosidad, y para evidenciar la simbiosis de euro y BCE, en la primera piedra de su edificio principal en Fráncfort hay un juego de billetes de euro, y también algunas monedas. El balance ha sido positivo, ya que, desde la introducción de la moneda única, el PIB per cápita de la zona euro se ha más que duplicado, mientras que el desempleo ha descendido hasta mínimos históricos (6,5%).
El lanzamiento del euro fue, sin duda, un momento de luz para el BCE que, nos obstante, también ha tenido sombras. Quizá el momento más delicado no solo para la institución, sino también para todo el proyecto común europeo se produjo en 2012, cuando la crisis económica y financiera, y de deuda, después, a punto estuvo de hacer saltar por los aires la eurozona. Solo la intervención de un Mario Draghi, entonces presidente, y hoy elevado a la categoría de héroe, pudo salvar al euro al pronunciar las famosas tres palabras que ya forman parte de la historia europea, «Whatever it takes» («lo que sea necesario»).
Si algo ha evidenciado la celebración de los 25 años del BCE es la unión de todas las instituciones europeas y de los gobiernos de los estados miembros de la eurozona, que se han volcado con una institución que es un símbolo de ideales compartidos y estabilidad económica.
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