Bilbao

Una de Victorino sin ¡ays! ni olés

Sólo un toro, el quinto, tuvo opciones en la quinta de las Corridas Generales de Bilbao

El diestro Paco Ureña ante su segundo toro con la muleta en un mano a mano con Curro Díaz , en la sexta corrida de toros de las fiestas de Bilbao, con toros de Victorino Martín celebrado en la plaza de Vista Alegre.
El diestro Paco Ureña ante su segundo toro con la muleta en un mano a mano con Curro Díaz , en la sexta corrida de toros de las fiestas de Bilbao, con toros de Victorino Martín celebrado en la plaza de Vista Alegre.larazon

- Bilbao. Sexta de las Corridas Generales. Se lidiaron toros de Victorino Martín, desiguales de presentación. El 1º, noblón, sin codicia, sale desentendido; el 2º, humilla y de corta arrancada por el derecho; más largo por el zurdo pero escasa transmisión; el 3º, movilidad, repetición, a media altura, de buena condición y poca transmisión; el 4º, va y viene sin emoción; el 5º, buen toro, repetidor, franco y con emoción; el 6º, deslucido. Más de media entrada.

- Curro Díaz, de blanco y oro, media baja (saludos); dos pinchazos, media, dos descabellos (silencio); estocada caída (división de opiniones).

- Paco Ureña, de verde hoja y oro, estocada, dos descabellos (ovación); pinchazo, media caída, seis descabellos, aviso (silencio); pinchazo, estocada (silencio).

Hay dos mundos paralelos los minutos antes en ese patio de cuadrillas. Dos mundos irreconciliables en el que viven los mortales, los medrosos, los que no miramos al miedo cara a cara jamás a no ser que la vida obligue, porque tensar esa cuerda no está a nuestro alcance. Y al otro lado, en el auxilio de la soledad, ellos. No es la distancia lo que nos separa, es un abismo infranqueable. Hay un bullicio ahí dentro. Muchos quieren estar allí. Todos salimos huyendo tal cual avanzan los minutos, la cuenta atrás hacia la fatídica hora de la verdad. Cómo son esas caras. Cuántos años se echan encima. Se hunden los ojos, se acentúan las arrugas, los toreros no tienen edad en el patio de cuadrillas, tienen miedo, pero son capaces de superarlo. Y eso impone sobremanera. Y nos diferencia. Por encima de todas las cosas. Esperan en los corrales seis de Victorino Martín. Por ahí deambula el hijo, al que piden fotos cual actor antes de un estreno, su labor está hecha, toda por hacer por los de luces. Un mano a mano espera. Paco Ureña está en la plaza, pero anda «escondido» al resguardo en la «sala de toreros», al amparo, quién sabe si de la guadalupana, la macarena, o los dioses que quieran alumbrarle el camino. El de los valientes. Sí está Curro Díaz, de un blanco reluciente, porque los vestidos relucen a cada centímetro que te acercas. Resplandece el oro. Su cara es un poema. Lo que debe ser por dentro. Le arropa la cuadrilla, los ladrillos justo detrás y en el pecho esa falta de oxígeno que oprime hasta parecer hiperventilar. Esa mirada que no ve. Cientos de personas en frente, pero no hay nadie. Al otro lado, Miguel Ángel Sánchez, el sobresaliente. Debuta en Bilbao, y con la de Victorino, motivos suficientes para querer salir corriendo: «Puff... pero estoy feliz». No hay que entenderlo. Basta con escucharlo. Ya arriba la distancia es máxima. Llegó la hora. Les cambia la expresión. Se desdibuja el primero, que brinda a Manuel Escribano, quien en realidad debería estar aquí hoy pero un toro en Alicante le puso las cosas difíciles. Al natural Curro de principio a fin, relajado y vertical. Pasa el toro. Suavón, noble, desentendido y sin entrega, no pone en apuros ni da grandes alegrías. Comienzo tibio. Ureña no desperdició momentos con un segundo que humilló pero con poca emoción y menor recorrido a derechas. Todo lo hizo con el buen concepto como punto de partida. La verticalidad, el aplomo y la seguridad.

El tercero repite en las telas, con movilidad, buen tranco y la transmisión justa, el defecto que no le está permitido a esta ganadería, sí se les consienten los asesinos en serie. Curro Díaz pasa el trance sin pena ni gloria. Ni suma ni resta. Va pasando la tarde. La del calor sofocante. Iba y venía el cuarto, iba y venía el toreo de Ureña, que a estas alturas de la tarde, andaba anodino el tema.

Dos toros quedaban para dictaminar sentencia. El quinto nos recoloca, «Bolsero» de nombre. Tiene movilidad, repetición y franqueza en el viaje y, sobre todo, cuando pasa se nota. Lo hace con importancia, trasmite arriba, eso es lo que no había pasado hasta entonces. Trasmite más de lo que había ocurrido hasta ahora. No es toro de bandera pero tenía faena. Curro Díaz se cobija en el tercio y ahí anda su búsqueda con pasajes bien intencionados. En una tanda al natural logra el mejor momento y justo ahí lo corta. Coge la espada y remata a la primera, pero deja atrás huecos blancos por lo que la gente se enfada. En parte, injusto. Ni tanto ni tan poco. No acierta con los tiempos. El que cierra plaza cierra disgustos. Un toro mediocre que condena la faena de Ureña y así la tarde. La de las luces, la de las sombras, la del calor, la de una corrida de Victorino que se dejó hacer pero sin sal, ni vinagre. A cada uno lo suyo. No fueron victorianos de ay ni de olé.

Mano a mano de juventud

Finalmente, al no poder comparecer mañana en Bilbao Roca Rey por encontrarse aún convaleciente de la voltereta que sufrió en Málaga la semana pasada, el festejo queda en un mano a mano entre López Simón y José Garrido, que hará el primero de sus dos paseíllos en Vista Alegre.