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Valencia
Un plato demasiado fuerte
Vicente Soler se llevó la única oreja ante una exigente novillada de Cebada Gago
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Algemesí (Valencia). Segunda de feria. Se lidiaron novillos de Cebada Gago, desiguales de presentación, con movilidad y exigentes. Tres cuartos de entrada.
Francisco Damas, de verde oliva y oro, media estocada (silencio); estocada casi entera (silencio).
Vicente Soler, de grosella y oro, tres pinchazos, estocada, aviso (vuelta al ruedo); estocada (oreja).
De las cuadrillas destacaron Sergio Pérez, José Manuel Montolíu y Manolo Domínguez.
La desigualmente presentada novillada de Cebada Gago -nada que ver, por ejemplo, el tercero, alto y cuajado, un torete, con la raspa que cerró plaza- no dio facilidades precisamente a sus matadores, que pasaron sus fatigas para pasar el trago y no siempre pudieron con sus oponentes.
El primero de la tarde remató en tablas y echó las manos por delante, llegando a la muleta con muchos pies, aunque progresivamente fue rebajando su ímpetu y velocidad hasta casi pararse. Fue entonces cuando Francisco Damas tuvo que tirar de él para cerrar una faena esforzada y muy a saltos en la que también se vio molestado por el viento, que le descubrió varias veces.
El tercero, con cuajo y hechuras de toro, empujó con ganas y poder en el caballo, tomando hasta tres buenos puyazos y costando no poco esfuerzo el sacarle del peto.
Tuvo mucho que torear este ejemplar y Damas, que se vestía de luces por primera vez en la temporada, acusó la falta de rodaje y actuaciones. El astado exigía oficio, mando y mucha firmeza, imponiendo finalmente su ley sin dejar que el novillero valenciano pudiese reducirle.
Vicente Soler dio mucha fiesta a la gente. Tiró de repertorio en su toreo de capa, recibiendo a su primero con dos largas cambiadas de rodillas. Le puso en suerte galleando por chicuelinas y quitó con unas muy ajustadas navarras.
Banderilleó con facilidad, asomándose y clavando arriba y muy reunido. Con la muleta también hubo variedad y distintos registros, desde el populismo más descarado y desatado hasta una fase más reposada en la que hubo muletazos más en la linea de la ortodoxia clásica, terminando con adornos y alardes que de haber matado con prontitud le hubiesen valido premio.
Sí que acertó con el estoque a la primera para finiquitar al cuarto, revoltoso y pegajoso, con el que tuvo más dificultades en el segundo tercio y con el que no encontró punto de encuentro, al que se echó siempre encima sin llevarle nunca sometido.
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