Sevilla

José Ruiz Muñoz: «No me han regalado nada, a mí también me ha tocado ir a dedo a los tentaderos»

El novillero de 19 años, sobrino nieto del maestro Curro Romero, está siendo una de las revelaciones de la temporada tras su impactante faena en la feria de Santander

José Ruiz Muñoz, en el hotel Palacio del Mar de Santander
José Ruiz Muñoz, en el hotel Palacio del Mar de Santanderlarazon

Sobrino nieto de Curro Romero, José Ruiz Muñoz se presentó con picadores en el mismo albero que elevó la leyenda del Faraón de Camas. Un ilusionante debut que encontró refrendo hace unas semanas en el coso santanderino de Cuatro Caminos. Faena de dos orejas y deslumbrante actuación que puso su nombre en la boca del planeta taurino. En la barrera, radiante con una sonrisa de oreja a oreja, Curro Romero daba su aprobación. La Escuela sevillana tiene un nuevo y prometedor eslabón.

-¿Cómo está siendo este año del estreno con picadores?

-Muy bonito. Después de un invierno tan intenso para un chaval de mi edad, ahora estoy empezando a disfrutar de esta profesión tan preciosa. Saboreé muchísimo Sevilla, en La Maestranza, la tarde del debut y salir a hombros de otra plaza tan importante como Santander... Es como soñar despierto.

-Le van las emociones fuertes: debutar con caballos en La Maestranza, en plena Feria de Abril, y con la alargada sombra de un mito sin salir de su familia.

-Era una apuesta de verdad. Una declaración de intenciones, la empresa me lo propuso y lo primero que hice fue llamar a mi tío para que me aconsejara. Me dejó claro que si quiero ser alguien en este mundo tan bonito, pero tan complicado, hay que dar aldabonazos y toques de atención como el de Sevilla. Ni me lo pensé. Aceptamos para crear ambiente a mi alrededor y me encerré en el campo con mi apoderado Gonzalito.

-¿Qué recuerdos tiene de esa tarde?

-Unas horas muy intensas. Desde el hotel hasta que llegué al patio de cuadrillas lo pude saborear e incluso me emocioné minutos antes del paseíllo. Era uno de los sueños de mi vida, ese día los nervios se quedan en el hotel y en la plaza de toros sólo quieres disfrutar. El cariño y el apoyo que me encontré de la gente desde que me bajé de la furgoneta hicieron el resto: salí muy tranquilo a torear.

-Incluso escuchó los entregados «olés» de Sevilla.

-Sí, le pegué cuatro lances seguidos y noté cómo esa plaza y Sevilla entera rugían con mi toreo. Me perdí, puro abandono, no sabía dónde estaba. Fue una lástima que luego los dos novillos se pararan y no hubiera manera de redondear la tarde.

-Es un nombre muy nuevo con picadores, pero ha hecho un rodaje bueno con los erales.

-Sobre todo el año pasado echamos un buen número de novilladas, casi una veintena, y en algunas de las importantes hubo triunfos de entidad como el de Valladolid, que tuvo bastante repercusión. Salir a hombros en San Pedro Regalado en primavera, que me repitan y volver a triunfar en la feria grande en septiembre trascendió mucho al aficionado.

-¿Cuándo le vino la afición?

-Desde muy pequeño. No fue algo directo, porque no tengo antecedentes ni en mis padres ni en mis abuelos. Sólo había por casa un par de vídeos de mi tío y de Curro Puya, me los ponía en lugar de los dibujos animados y enseguida les dije a mis padres que quería ser torero. A los ocho años, me apunté a la Escuela Taurina de Chiclana, pero como los otros chavales iban al campo y yo no, lo dejé.

-¿Entonces?

-Me había dado por otras aficiones, como el fútbol, pero a los 14 años fui a ver una novillada en Chiclana y un amigo mío cortó un rabo. Se avivó de nuevo la afición y me decía: «Yo también quiero sentir todas esas emociones».

-Y en la misma Chiclana llegó el debut...

-Sí, debuté allí con añojos. Pero la gente y, sobre todo, mi tío no le daban importancia. Creían que era un capricho de adolescente. Tuve dos tentaderos muy buenos en las ganaderías de Rocío de la Cámara y Espartaco, le llevé a Curro varios vídeos para que me viera y dejarle claro, ya convencido, que mi carrera iba para delante.

-Y Curro, ¿le da consejos?

-Al principio, ya digo, no me quiso echar demasiadas cuentas para que se me fuera de la cabeza. Luego, los dos últimos años, cuando ha ido todo en serio, me ha apoyado todo lo que ha podido. Ya sabemos que mi tío es un hombre de pocas palabras, pero las que da son muy importantes. Me insiste en que eche los trastos en la cara del toro, que domine a los animales desde el capote, pero, sobre todo, que me obsesione con torear despacio. Debe ser mi prioridad.

-Junto a los consejos, le regaló algo muy especial.

-Sí, un capote y una muleta. Al principio, cuando no había otros tenía que usarlos, pero una vez que ya he podido pagarme mis trastos, los tengo en casa guardados como oro en paño. Son una reliquia.

-¿También le gusta a usted el capote chico?

-Sí lo prefiero, sí. Curro me insistió en que el capote pequeño es más manejable que el grande, además los toros pasan más cerca y eso emociona más al público. Eso sí, con los trastos pequeños, también se pasa peor, porque el toro ve más cuerpo y suele pasar más cerca que con el grande.

-¿Está preparado para los comentarios y las comparaciones?

-Sí, sólo pido que antes de hablar que me vean y comprueben que nadie me ha regalado nada. He luchado como cualquier otro novillero y sé la dureza de esta profesión: también he sido «tapia» como la mayoría de chavales de mi edad, he tenido que ir en bicicleta a las ganaderías o hacer dedo para poder llegar a un tentadero...