Toros
«Era imposible tomarle la tensión, la muerte era instantánea»
Debía ser una tarde más. De las muchas a las que los toreros hacen frente a lo largo de la temporada. De nuevo la tragedia volvió al ruedo. Se fue un torero, un héroe vestido de luces. Desde que entró a la enfermería, los médicos esperaban ya el desenlace trágico. «Era imposible tomarle la tensión arterial de lo débil que la tenía. La muerte era instantánea», relata el médico. La esperanza estuvo latente en todo momento. Nadie la perdió hasta el último suspiro, ni incluso sus compañeros que siguieron con el festejo. Juan del Álamo comentó a los micrófonos de «Toros»: «No entiendo cómo ha pasado. Todos estábamos tranquilos. Nadie se lo podía imaginar».
El diestro llegó a la ciudad francesa de Aire Sur L’Adour el día previo. Por la mañana se fue a correr con las primeras horas del día para calentar y despejarse de la tensión propia del momento. «No fue diferente su rutina en el transcurso de la mañana», cuenta su jefe de prensa. Después de desayunar subió a la habitación. Ese recogimiento tan propio de los toreros. Tan íntimo. Tan de verdad. Allí se enfundó en el vestido de luces, era el mismo tono con la que abrió la Puerta Grande de Las Ventas, y sobre las cinco y media, 30 minutos antes del festejo, llegó junto a su cuadrilla al patio de caballos. Allí esperó a que sonaran los clarines y timbales a las seis en punto. La hora clave. La de la verdad. Rompió el paseíllo, y junto a Thomas Dufau y Juan del Álamo hizo el paseíllo. Iván abría la tarde. Seis toros de la ganadería de Baltasar Ibán aguardaban en los chiqueros. El primero que le tocó en suerte, «Camarito», saltó al ruedo. Brindó al público la faena de muleta. Fue como si el destino supiese que iba a ser el último brindis. Y cortó una oreja tras matar de una estocada. La última. «Camarito» fue su último toro.
Dufau estoqueó al segundo. Y salió el tercero, «Provechito» de nombre. Un toro cuatreño. En suerte le tocó al diestro Juan del Álamo. Fue en este toro cuando llegó el fatal desenlace. Fandiño salió a hacerle un quite, le correspondía el turno. En los mismos medios citó con el capote al animal. Por chicuelinas. Fue en la segunda cuando el toro le arrolló. Y tras tambalearse por el fuerte impacto, el diestro cayó al suelo. El animal, que no entró al quite de los subalternos, se ensañó con el matador propiciándole una cornada en el costado derecho. Por su propio pie salió de la cara del toro, consciente. Inmediatamente fue trasladado a la enfermería de la plaza por las cuadrillas. Entre ellos se encontraba su compañero de terna francés, Thomas, el cual relata que, mirándole a los ojos, tremendamente dolorido, le dijo: «Que se den prisa en llevarme al hospital que me estoy muriendo». Tras estas palabras, el diestro de Orduña se adentró en la enfermería de la plaza casi sin pulso. Jarocho, el subalterno que iba a las órdenes de Fandiño, se encontraba dentro de la enfermería y posteriormente relató al canal «Toros» que «los cirujanos se miraban unos a otros, yo notaba mucha impotencia, él estaba consciente pero se quejaba de no poder respirar». Allí los cirujanos le pusieron varios drenajes para limpiar la cornada y estabilizarle. Posteriormente decidieron sedarle y no intervenir en la enfermería del coso y trasladarle al hospital de Mont de Marsan. Y fue ahí, en los 40 minutos del traslado, cuando en la UVI móvil sufrió un primer paro cardiaco del que pudieron reanimarlo. A escasos minutos de llegar al hospital sufrió otro paro sistémico, que ya no pudo superarlo. Llegó inerte, y a las nueve y cuarto se confirmó lo que nadie quería creer. Fallecía Iván Fandiño. Fallecía un torero, uno de los nuestros. El toro le reventó el hígado y le seccionó la vena cava. «Era imposible salvar su vida. Los daños que presentaba eran irreversibles», comenta el doctor Poirier, jefe de servicios y portavoz del hospital Layné de Mont de Marsan, en declaraciones al diario francés Sud-Oest. Fue una cornada de 15 centímetros que también le afectó a los pulmones. «Provechito» le arrancó la vida, de cuajo. Hasta el lugar de los hechos llegaron en torno a las dos de la madrugada sus padres y su hermana, y a las seis de ese mismo día su mujer. Destrozados. Hundidos todos por la fatídica noticia. Iván Fandiño, el último héroe caído en el ruedo ya está en España.
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