Feria de Bilbao
El peruano Roca conquista el corazón de Bilbao
Cortó dos orejas, una de cada toro con la corrida de Jandilla con un gran "Impresor", en la plaza de toros de Bilbao
Ficha:
Bilbao. Cuarta de las Corridas Generales. Se lidiaron toros de Jandilla, serios y bien presentados en general. El 1º, complicado por el izquierdo y de corto recorrido por el derecho; el 2º, noble y punto sosote; el 3º, noble y repetidor; el 4º, de calidad, temple y el empuje justo; el 5º, de buena condición y a menos; el 6º, buen toro sobre todo por el derecho. Dos tercios de entrada.
El Juli, de gris y oro, estocada corta perpendicular y caída (silencio); tres pinchazos, estocada trasera (saludos).
Miguel Ángel Perera, de gris y oro, pinchazo, estocada (saludos); pinchazo, aviso, estocada trasera y tendida (saludos).
Roca Rey, de habano y oro, estocada (oreja); pinchazo, aviso, estocada (oreja).
De pronto se hizo la plaza pequeña. Y no hablamos de una cualquiera. La gran Vista Alegre. Con su arena negra. Con su peso gris. Las palabras mayores a las que aboca Bilbao. Fue cuestión de segundos. Aquellos en los que se perfiló Roca Rey, venido del Perú, en ese ir y venir que se trae durante la temporada, y se tiró a matar a su primero, y en el fogonazo del encuentro, se acortaron de pronto las distancias y la suerte resultó tan brutal que se empequeñecieron los espacios y pareció que estábamos allí abajo, espectadores de primera fila de una estocada de mucho argumento que prendió la llama para que la gente pidiera el trofeo. Y se le concediera. Había sido noble el Jandilla, y repetidor aunque tuvo corta la arrancada y el torero dejó una faena intermitente.
El doble trofeo pudo haber sumado del sexto de no pinchar una vez antes de prender otra estocada de efecto fulminante. (Contratadas a granel, qué barbaridad). Tuvo magia la escena, porque esa rapidez es llave de oro para multiplicar las emociones y la pañolada como por arte de magia. Fue toro bueno “Impresor”, cómplice para conquistar Bilbao con altura. Y el peruano, que acabó sumando otro trofeo, hizo lo propio y conquistó el corazón bilbaíno en una faena que tuvo de todo, como si fuera picoteando aquí y allá. Desde el comienzo por estatuarios, aunque lo mejor, para mí, fueron las tandas de derechazos, porque el toro viajaba por ahí con largura y profundidad. Racaneaba la extensión del vuelo por el izquierdo y se entretuvo Roca ahí lo suyo. Quizá demasiado. Entre una cosa y la otra y la de más allá, el público estaba encantado, con el colofón final de las manoletinas. Roca tiene la frescura de la juventud, del valor y del querer y caer de pie. También en Bilbao. (Matizará el tiempo para dejar más poso y recuerdo detrás del revuelo).
Juli se lo sabe todo. Todas las teclas, donde vive y muere cada matiz del toreo, pero quizá ayer el primero de Jandilla le retaba en cada arrancada, porque no lo puso fácil, no había manual de instrucciones que aclarara el panorama. Ahí estaba el reto. En definir el qué aplicar en cada instante. Franco no era por el izquierdo, más bien derrotón, brusco y áspero; menos exigente resultaba por el derecho, corto el viaje pero más claro. Julián le buscó las vueltas por ambos lados, pero no había camino bueno al que llegar. El cuarto sacó todo el temple del mundo, como si sus arrancadas anduvieran ralentizadas. Colocó bien la cara abajo y aunque le faltó empuje lo hizo todo con ritmo. Ese con el que se encontró El Juli en algunos momentos y fluía el toreo que quería ser, camino de, pero sin la percepción de rotundidad.
Miguel Ángel Perera entró en el cartel por la sorprendente baja de Morante de la Puebla. No era una tarde cualquiera. Bien ganada. Tuvo nobleza el segundo con ese punto de sosería que hacía más difícil que trascendiera lo que hacía Perera en el ruedo, pero lo acabó consiguiendo, a pesar de que la música no sonó, cuando se dejó llegar los pitones tan cerca que le tocó la taleguilla a ojos de todos. Y ese valor traspasó la frontera de la frialdad. Cumplió con creces.
El pase cambiado por la espalda al quinto tuvo ese algo huracanado que metió de lleno a la gente en la faena, a pesar de que no era nada nuevo en la tauromaquia de Perera. Era toro bueno de Jandilla. Tuvo unas buenas arrancadas, aunque durara poco. Interesantes fueron los comienzos, emocionantes, intermitente el desarrollo, se desajustó en la distancia con el toro justo cuando tenía que prender la llama, en el momento del incendio, entre perder un paso y no, se perdía la fogosidad del toreo, y cuando intentaban reencontrar las armas el Jandilla había perdido empuje. No duró el toro. En las cercanías retomó posiciones Perera, pero poco quedaba del Jandilla. Roca Rey acabó llevándose de calle Bilbao en última instancia. En el sexto de la tarde...