Zaragoza
Dos orejas para la fe de Juan del Álamo
El tesón y la determinación le dieron el triunfo al diestro salmantino ante una desrazada y mala corrida de Fuente Ymbro
Plaza de toros de Zaragoza, quinta corrida de la feria del Pilar. Se lidiaron seis toros de Fuente Ymbro, muy desiguales de volúmenes, alzada y defensas. El primero, rajado y distraído; el segundo, reservón y a menos; el tercero, violento y a la defensiva; el cuarto, flojo y desfondado; el quinto, con sentido; y el sexto, noblón y manejable. Dos tercios de entrada en los tendidos.
Manuel Escribano, de grana y oro, estocada trasera desprendida y dos descabellos (ovación tras aviso), bajonazo enhebrado, pinchazo y estocada trasera (silencio tras aviso); Iván Fandiño, de espuma de mar y oro, estocada muy trasera desprendida (silencio), dos pinchazos, media estocada chalequera y descabello (ovación tras aviso); Y Juan del Álamo, de verde manzana y oro, estocada (oreja tras aviso), estocada delantera y descabello (oreja tras aviso).
La tarde no estaba para exquisiteces. La falta de raza y, en algunos casos, las complicaciones que de ella se derivaban en el juego de los toros de Fuente Ymbro llevaban a ponerse el mono de trabajo más que las galas de artista para meterse de lleno en la jornada laboral.
Y Juan del Álamo fue quien se ganó con creces la recompensa al largo esfuerzo, no siempre lucido, que los tres toreros se vieron obligados a hacer ante un encierro que no sumó ni un gramo a la cantada temporada de éxitos que ha cosechado esta divisa en 2015.
Hasta dos horas y media de dilatados y casi siempre vanos empeños duró este festejo convertido en calvario para los toreros, y especialmente con la espada, con repetidos fallos que dieron pie a que acompañara la tarde una banda sonora de hasta cinco avisos.
Pero quien no falló con los aceros, sino que cobró sendas estocadas de limpia y contundente ejecución, fue del Álamo, al que así pudo el este año bonancible público de Zaragoza agradecer el tesón desplegado ante su lote. Porque para fe la del salmantino ante un primero que no hizo más que soltar violentos y ariscos cabezazos a su muleta, que del Álamo aguantó con valor, sin volver nunca la cara, y con una confianza en sí mismo digna de admiración. El premio a su esfuerzo fue más que justo, igual que el que obtuvo del sexto, un toraco grandón y noblote pero de poca entrega al que Del Álamo acabó sacando los naturales casi a pulso sin que en ningún momento cejara en el gran alarde de determinación que fue su actuación en Zaragoza.
Sus compañeros de cartel también le pusieron voluntad y ganas a la desrazada corrida de Fuente Ymbro, aunque sin llegar a conseguir tan buenos resultados. Escribano se pasó despegado al rajado primero durante varios minutos para intentar, sin éxito, que se le quitaran las ganas de huir, mientras que también se alargó sin sentido ante un cuarto desfondado y afligido.
Pero peores fueron aún los que le tocaron a Iván Fandiño: uno que se reservó hasta llegar a echarse y otro que rebañó y le buscó con creciente sentido a medida que el vasco se empeñaba tozudamente, casi con ansiedad, en sacarle un imposible rendimiento laboral.