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David de Miranda: «Jugarme la vida es mi forma de agradecer que estoy vivo»

El onubense reaparece mañana en Huelva casi un año después junto a Morante y Manzanares tras superar una gravísima lesión cervical

David de Miranda entrenando en el campo estas últimas semanas / Foto: Arjona
David de Miranda entrenando en el campo estas últimas semanas / Foto: Arjonalarazon

Da igual lo grande que sea el desafío, lo abatido que esté o lo que asfixie el enemigo. David siempre podrá vencer a Goliat. De Miranda vuelve mañana a los ruedos, a su tierra, a la Plaza de Toros de Huelva casi un año después de que una bestia estuviese apunto de arrebatarle la vida y como poco la movilidad en la localidad de su mismo nombre, «Toro» (Zamora), donde a pesar de todo, absolutamente todo, volverá en unas semanas. «Significa muchísimo para mí poder regresar allí un año después en plenas facultades. Sería precioso cruzar la puerta grande después de haber salido el año anterior por la de la enfermería». Pero ni siquiera ese triunfo se podría acercar a la hazaña que ha protagonizado el onubense este último año.

Ni las malas noticias de doctores, ni el miedo, ni las recaídas, ni las noches sin dormir, ni las tardes sin poder entrenar. Nada pudo eliminar la obsesión de David por volver a torear, especialmente después de haber creído que jamás lo volvería hacer. Tras abandonar el hospital de Salamanca -al que fue trasladado desde el de Zamora- y ser intervenido por el Dr. Daniel Pascual Argente «una figura clave en mi recuperación», De Miranda permaneció cuatro meses en su casa, tras los que comenzó a sentir síntomas alarmantes: «Empecé a perder sensibilidad en los brazos y urgentemente recurrí a una primera opinión médica que me dio las peores noticias que podía imaginar. Me tenía que intervenir de nuevo para fijarme el cuello, lo que hizo que yo y mi sueño de volver al ruedo nos derrumbáramos».

David decidió esperar un mes, un largo mes de diciembre en el que no fue capaz de asimilar la noticia. Por ello recurre de nuevo al neurólogo Daniel Pascual Argente, quien tras numerosas pruebas concluye que tiene una lesión medular, pero leve y que podría ser tratada con una intensa rehabilitación. Es entonces cuando se traslada a una clínica de Coslada (Madrid), en la que vivirá tres meses que le cambiarán su perspectiva sobre la vida: «Lo más duro de estar allí fue convivir con la realidad más cruel, la de la gente que no ha corrido la misma suerte que tú. Ver en sus miradas que eran conscientes de que les había cambiado la vida para siempre te ayuda a comprender lo afortunado que eres». De esta experiencia adquirió algo más que una lección, una filosofía de vida: «Vivir cada día como si fuera el último»

Pero lejos de que este calvario le hiciese recapacitar sobre el sentido de su profesión, hizo que todo cobrase más. «Nunca pensé que por ese percance tuviese que tirar la toalla, todo lo contrario. Durante esos meses me di cuenta de que no hace falta ponerte en la cara de un toro para sufrir un accidente. El riesgo nos persigue cada día, en todas partes. Si queremos minimizarlos por completo deberíamos abandonar muchas otras cosas, como conducir, hasta acabar perdiendo nuestra libertad».

Por todo ello volverá mañana a vestirse de luces en Huelva, con su rostro dibujado en los carteles, junto a Morante y José María Manzanares ante toros de Juan Pedro Domecq. «Jugarme la vida es mi forma de agradecer que estoy vivo. Sabiendo cómo podría estar doy gracias a la vida. Lo que me ha ocurrido lo considero una segunda oportunidad, no un aviso. Si el destino ha querido que esté físicamente bien para ejercer mi profesión, por qué no seguir dedicándome a ella».

Más allá de la medicina ha habido algo que a David le ha hecho avanzar a pasos agigantados. «Sentir que la gente seguía esperando mi reaparición hizo que cada mañana me levantase con más ganas de recuperarme». Entre estas personas que le animaron a continuar estuvo uno de sus referentes: «Juan José Padilla era quien me repetía «fíjate un objetivo» y yo elegí Huelva. Su ejemplo me dio fuerzas e inspiración en los momentos más difíciles».

Pero el futuro de este joven espada de 24 años va más allá de mañana. El se ha propuesto torear cerca de una decena de corridas este verano para llegar lo mejor posible a 2019 y pisar terrenos de importancia. Para afrontar este reto David ya lleva varios meses entrenando en el campo, donde se midió con un animal muchos meses después. «Al principio cuesta porque es inevitable que se te vengan a la cabeza imágenes del percance. Pero lo supero al recordar lo afortunado que soy por tener una vida que arriesgar».