Algemesí

Bien el primer examen

Merín y Beltrán salen a hombros ante un buen encierro de El Parralejo y Javier Molina

La Razón
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Algemesí (Valencia). Tercera de feria. Se lidiaron erales de Javier Molina, y uno de El Parralejo (1º), hermosos, pujantes y bravos. Lleno

Pedro Jesús Merín, de hueso y oro, estocada entera, descabello (oreja); estocada entera, aviso (oreja).

Robert Beltrán, de amapola y oro, tres pinchazos, media estocada, aviso (silencio); estocada entera (dos orejas).

De las cuadrillas destacaron Sergio Pérez, Antonio Peinado, Raúl Martí y Valentín Arenas.

Con muy buen criterio, la Comisión organizadora de la Feria de las Novilladas ha ampliado el cupo hasta ahora destinado en este serial para los que empiezan, novilleros todavía sin picadores que están dando sus primeros pasos en el toreo, y ha organizado un concurso dentro del abono, la Naranja de Plata, que distinguirá al más destacado de las tres funciones de este nivel que ha incluido este año en el ciclo algemesinense.

Ayer se celebró la primera de estas novilladas sin caballos y no fue fácil para los chavales actuantes la prueba a que se les sometió. No lo fue por exigente. Los erales lidiados, tres de Javier Molina y uno, primero, de El Parralejo, no salieron entregados y sí con mucho que torear. Fue un examen en el que se pedía no sólo haber trabajado a conciencia, saberse muy bien el temario, sino tener también recursos para la improvisación y saber salir airosos del paso.

Y aunque los dos actuantes sudaron la gota gorda, tanto Pedro Jesús Merín, alumno de la Escuela de Albacete, como Robert Beltrán, matriculado en la Escuela de Valencia que dirige Manolo Carrión, se puede decir que aprobaron. Tanto como que salieron a hombros.

Merín, al que se vio muy puesto, muy toreado, con oficio y asentado, estuvo mucho rato ante sus novillos, viéndose más presionado por su segundo, acometedor e incansable y con el que no estuvo cómodo durante buena parte de su faena. Mató con eficacia y se llevó una oreja de cada uno de sus erales.

Robert Beltrán derrochó ilusión y ganas. Se quedó muy quieto y se los pasó muy cerca. Logró ir domeñando las incesantes embestidas de su segundo y cuando le pudo parar fue cuando toreó con temple y largura, sobre todo por el pitón derecho. Mató de una gran estocada que le valió las dos orejas de su oponente y aún se podría haber llevado alguna más si no le hubiese costando tanto acabar con su primero, también repetidor y pronto con el se gustó en varias fases de su quehacer.