Religión
El Papa: «¿Por qué homosexuales en la Iglesia no? ¡Todos!»
Una década después de lanzar aquel «¿Quién soy yo para juzgar?», Francisco ratifica ante los jóvenes en Lisboa y en el vuelo de regreso a Roma su apertura al colectivo LGTBI+
Justo hace diez años, Francisco se enfrentaba a su primera rueda de prensa en un avión. Un tú a tú papal inédito que se ha convertido ya en una regla no escrita en los vuelos del pontífice. El Papa, su séquito y los comunicadores regresaban de Río de Janeiro, donde presidió la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ). De aquel encuentro a miles de pies de altura emergió una reflexión de Jorge Mario Bergoglio que dio la vuelta al mundo y comenzó a marcar una línea de apertura a la vez. Se le preguntó: «¿Cómo Su Santidad pretende afrontar toda la cuestión del lobby gay?». Él respondió: «Si una persona es gay y busca al Señor y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarla?». Una década después de abrir las puertas de la Iglesia ha pasado a la acogida, con no pocos detalles y decisiones vinculados al colectivo LGTBI+.
Por un lado, se ha convertido en habitual que reciba en audiencia, pública o privada, a personas trans. Así lo ha desvelado en la reciente entrevista a la revista «Vida Nueva», en la que expone con naturalidad que «La primera vez que vino al Vaticano un grupo de transexuales y me vieron, salieron llorando, diciendo que les había dado la mano, un beso… Como si hubiera hecho algo excepcional con ellas. ¡Pero si son hijas de Dios!». En paralelo, respalda constantemente al jesuita James Martin, que viene a ser el capellán global de los cristianos LGTBI+. Lo hace por escrito en cartas que luego se hacen públicas. Un apoyo que ha ido más allá al invitarle a participar con voz y con voto en el Sínodo de la Sinodalidad de octubre, la asamblea eclesial consultiva que busca ser una ITV católica global.
Este abrazo a una realidad que hasta anteayer era tabú ni tan siquiera reconocerla a la Iglesia no le impide denunciar la ideología de género, pero nunca caer en la condena de la persona o la exclusión de un grupo. De la misma manera, hoy por hoy, tampoco ha cambiado una línea en lo que a magisterio moral y sexual se refiere, pero esta modificación no parece urgir a quienes han visto el salto inclusivo dado por un Papa que ya cuenta con 86 años. En la noche del domingo, en el vuelo de regreso a Roma tras culminar la JMJ de Lisboa parecía dar continuidad a aquel titular que soltó al retornar de Brasil.
«La Iglesia está abierta a todos, luego hay leyes que regulan la vida dentro de la Iglesia», detalló preguntado por una posible incongruencia entre su propuesta de acogida y las limitaciones normativas del catolicismo. Así, detalló que «esto no significa que la Iglesia esté cerrada. Cada uno encuentra a Dios a su manera dentro de la Iglesia y la Iglesia es madre y guía a cada uno por su propio camino. Por eso no me gusta decir: todos vienen, pero tú, éste, el otro…». Es más, el Pontífice llego a plantear: «¿Por qué los homosexuales no? ¡Todos! Y el Señor es claro: enfermos, sanos, viejos y jóvenes, feos y hermosos, buenos y malos».
Esta reflexión nacía a raíz del que ha sido su proclama central a los peregrinos presentes en Lisboa. Hasta en dos alocuciones les espetó: «La Iglesia está abierta a todos. A todos sin excepción. A todos. Aquí no sobra nadie». Está claro que no se refería únicamente a gais y trans, pero no menos cierto que su pronunciamiento tenía lugar cuando todas las televisiones y radios portuguesas se hacían eco de ataques verbales y físicos que habían sufrido algunos peregrinos por mostrar su bandera LGTBI+ y por celebrar una misa en una parroquia que estaba designada oficialmente como el primer espacio para el colectivo en la historia de las JMJ. Sin poder corroborarlo, teniendo en cuenta lo avezado de un Papa que está informado al minuto de las polémicas que giran a su alrededor y que en sus viajes acceder constantemente a lo que publican sobre él los medios locales, bien podría ser consciente de que ese «todos» iba más allá de reivindicar una Iglesia que rompa las barreras raciales, culturales, económicas e ideológicas.
Mas allá de esta cuestión, el Papa también abordó en el avión papal los rumores de falta de visión que saltaron en algunos medios después de que en casi todos sus discursos y homilías en Portugal dejara a un lado el texto que llevaba preparado de Roma.« Mi salud está bien», sentenció Jorge Mario Bergoglio, un mes y medio después de ser operado de una hernia abdominal. Sobre su espontaneidad y brevedad apuntó que «los jóvenes no tienen mucha capacidad de atención»: « «Si haces un discurso claro con una idea, una imagen, un cariño, te pueden seguir ocho minutos».
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