Eutanasia
Las otras "víctimas" de la eutanasia: ayudar a morir provoca malestar entre el personal sanitario
La sobrecarga asistencial, la excesiva burocracia y la falta de apoyo (formal e informal) son algunas de las principales fuentes de tensión para los profesionales derivadas de la Ley de Eutanasia en la práctica clínica
En junio se cumplirán tres años de la entrada en vigor en España de la Ley Orgánica de Regulación de la Eutanasia (LORE), una norma que ha causado un profundo debate en nuestro país y que ha exigido la adaptación de muchos de los agentes implicados en la aplicación de la prestación.
Según un informe reciente del Ministerio de Sanidad, hasta diciembre de 2022, 746 personas solicitaron la eutanasia, pero un tercio de ellas falleció antes de recibirla. Y es que la ley no fija plazos máximos para la tramitación de las solicitudes y, según los expertos, faltan protocolos de "respuesta ágil" en muchas comunidades autónomas.
Estos datos, detallados en el Informe de Evaluación Anual 2022 sobre la Prestación de Ayuda para Morir, reflejan la aplicación de la ley durante su segundo año de vigencia y muestran que se concedió en el 48% de las peticiones. El documento también define que el perfil del solicitante de «ayuda a morir» generalmente corresponde a personas de entre 60 y 80 años con enfermedades graves, predominantemente neurológicas u oncológicas.
Al margen de las cifras, hay una realidad que no se había analizado hasta ahora y es la sobrecarga laboral y emocional que la norma, muy garantista al exigir, entre otras cosas, la verificación previa y posterior para la realización de la prestación, causa entre los profesionales implicados en su aplicación. Médicos, enfermeros, farmacéuticos, trabajadores sociales, abogados y psicólogos reconocen que practicarla les provoca malestar por razones diversas, de índole psicológica, psicosocial y estructural.
Primer estudio cualitativo
"El proceso de prestación de ayuda a morir tiene cuatro momentos principales: la acogida de la solicitud, el procedimiento médico-burocrático, la prestación propiamente dicha y el cierre. En cada uno surgen fuentes de malestar que tienen que ver con las tensiones entre lo legal y lo moral, la concepción del propio rol profesional, la falta de reconocimiento de roles profesionales, el estrés y la sobrecarg, y la relación con la persona solicitante y su familia y allegados".
Así lo define el primer estudio cualitativo a través de entrevistas individuales y grupos focales con profesionales que ya habían participado en procesos de eutanasia. Bajo el título «La ley de eutanasia y experiencias profesionales: tensiones en la práctica clínica», el trabajo trata de identificar cuáles son las fuentes del malestar para poder proponer, de cara al futuro, intervenciones que mejoren el procedimiento.
La investigación, publicada hace unos días en la revista profesional Gaceta Sanitaria, ha sido realizado en Cataluña y en él ha participado un amplio grupo de profesionales de distintas instituciones: la Universidad Autónoma de Barcelona, el Instituto Universitario de Investigación en Atención Primaria Jordi Gol i Gurina, el Hospital Universitario Germans Trias, de Badalona; el Instituto de investigación en Inteligencia Artificial del Consejo Superior de Investigaciones Científicas y la Asociación Derecho a Morir Dignamente.
Para los invstigadores, de entre todos los elementos que provocan tensiones y malestar, "destaca ante todo el estrés burocrático-administrativo derivado de una ley garantista, con verificación previa y posterior, en un sistema sanitario muy tensionado tras los recortes presupuestarios y la pandemia".
Los resultados de la investigación son concluyentes respecto a trabajos realizados en otros países, que afirman que entre el 15% y el 20% de los profesionales experimentan algún tipo de malestar durante el proceso de aplicación de la prestación.
Algunas de las quejas que más se repiten en los testimonios de los sanitarios entrevistados en este estudio son la tensión entre profesionales en casos «fronterizos», el estrés y la sobrecarga de trabajo, la delegación de trámites y los inconvenientes que surgen por la falta de reconocimiento de los profesionales de enfermería en la ley.
Ausencia de Enfermería
Esta última cuestión ha sido objeto de críticas desde la aprobación de la Ley por parte tanto de la profesión enfermera como de expertos en eutanasia y final de la vida, que demandan que se dé a estos profesionales el papel que les corresponde –y que de hecho realizan– en beneficio de la mejor atención a los pacientes en sus últimos días y los familiares y allegados, que deben enfrentarse a la pérdida de un ser querido.
Este es el testimonio de un enfermero participante en el estudio: "Durante los 3 años (anteriores a la Ley) que la visité, creo que no hubo una sola visita en la que no me dijera ‘yo no quiero vivir así’. Y me lo repetía un montón de veces. Y yo (…) estaba completamente convencido (…). Me sentía muy cuestionado. Muy cuestionado. Y solo. (…) Porque ella (la doctora) iba entrando en el caso cuando había descompensaciones. (…) El peso de este caso creo que lo llevé yo".
Trabajo no reconocido
Otro grupo profesional que tampoco ve reconocido su trabajo en todo lo que conlleva la aplicación de la prestación son los trabajadores sociales. Su rol tampoco está definido en la Ley, ya que, como recoge la norma, "no son parte del equipo directamente implicado".
Pero la realidad es muy distinta. "Yo trabajo mucho (…) las dinámicas familiares, lo que pasa es que es algo que no se valora del trabajo social. No se valora. Las mejoras que tú puedas hacer en una persona gracias a la intervención y la mediación familiar... eso no se valora", señala una trabajadora social en el estudio.
Para los investigadores, los resultados del análisis pueden orientar intervenciones de apoyo psicológico, de soporte entre iguales y de tipo informativo, formativo, de implicación institucional y de reducción de la carga laboral.
Soledad y vacío, emociones del día después
Según se recoge en los testimonios, una vez finalizada la prestación – es decir, después de la muerte del paciente– la mayoría de los/las profesionales participantes relataron una necesidad de "parar", de "celebra la vida" de algún modo (tomándose algo con sus compañeros, con sus amigos, su familia o disfrutando en soledad). También de "compartir su experiencia con otros/as profesionales en encuentros informales o en sesiones formales pasado un tiempo", señala el estudio. Una catarsis emocional comprensible y humana después de presenciar una muerte, por muy deseada que fuera.
Por ello, una queja repetida en las entrevistas testimoniales es que no esté regulado el derecho a tener el día siguiente libre. Un médico lo explica así: «En teoría, nosotros aquí en el hospital, tenemos el día posterior de reflexión. Mi día posterior de reflexión es en el ambulatorio viendo a 25 pacientes. Hasta eso fue imposible cambiar. Y esto ya se lo dije a la jefa. Digo, esto tiene que cambiar. Porque tú tienes que poder descansar mentalmente de esto».
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