Laura L. Álvarez
Los días en que existieron los superhéroes en Totalán
El trabajo solidario de los mineros asturianos les ha convertido en los otros protagonistas del rescate a Julen. Banderas asturianas colgadas de balcones e invitaciones en bares, todos querían arroparles antes de comenzar su tarea
El trabajo solidario de los mineros asturianos les ha convertido en los otros protagonistas del rescate a Julen. Banderas asturianas colgadas de balcones e invitaciones en bares, todos querían arroparles antes de comenzar su tarea.
Si puede haber algo positivo de la desgracia del pequeño Julen es el espíritu solidario que ha sacado, una vez más, lo mejor de la gente. Aquí en Totalán ha trabajado de forma altruista muchísimas personas, empresas y particulares que no han mirado el reloj ni el bolsillo con el único objetivo de sacar al pequeño. Aportaciones económicas, alimento, maquinaria, conocimientos, fuerza física, ánimos... cada uno ha aportado lo que tenía y podía.
Por ejemplo, Grúas Álvarez, que lleva con dos máquinas en la zona desde el mismo domingo que el niño cayó al pozo. «No he calculado el dinero que me cuesta o el que he dejado de ganar», explica el propietario, Adolfo Álvarez. «No me interesa, yo lo único que quiero es que salga de allí», decía tajante el jueves. Ha habido rescatadores de alta montaña de la Guardia Civil que han venido desde Madrid pero los que, por muchas razones, han acaparado todo el protagonismo y donde todo el mundo tenía puesta su confianza, venían justo desde la otra punta de España. Los asturianos de la Brigada de Salvamento Minero de Hunosa se han ganado el corazón de Málaga y de todo el país.
Llegaron el día 15 de enero desde 1.000 kilómetros de distancia. Y lo hicieron con todo el amor del mundo. «Si no dejamos a ningún compañero en la mina, no vamos a hacerlo con Julen. Es nuestro minero», decían cuando asaltaban las dudas sobre las posibilidades satisfactorias del rescate.
Los nueve días de espera en Málaga sin poder intervenir pusieron a prueba su temple. Alojados en el hotel Rincón Sol, del Rincón de la Victoria (a media hora de Totalán), los asturianos salían a hacer vida normal por el barrio. Así, descubrieron que se habían convertido, sin ellos saberlo e incluso antes de actuar en el rescate, en los héroes de este rincón de Málaga, algo que no iba con ellos, explican quienes le conocen. «Escuchan que son héroes pero son personas normales. Ese peso de superhéroes no están acostumbrados. Sergio –que está a los mandos de esta brigada– ya ha cortado comunicación».
Antes de entrar ya sabían que no lo tenían fácil por lo compacto de la roca. Esos días de espera por el Rincón de la Victoria se encontraban a espontáneos por la calle que, si leían la serigrafía de sus chalecos, les animaban: «¡Vamos, fuerza, chicos, tenéis que sacarlo!». Eran el centro de atención mientras desayunaban en el bar Las Conchas y un día, comiendo en un restaurante de la zona, fueron a pagar y les dijeron que su cuenta ya la había abonado un cliente que estaba en la barra. Y para que se sintieran como en casa, María Pilar, la vecina que vive frente al hotel donde se hospedaban sacó al balcón su bandera asturiana, ese azul y esa Cruz de la Victoria amarilla tan reconocible. Ella es de Villallana, un pueblito asturiano cerca de Pola de Lena, y de repente, sintió ese pellizco de orgullo por la «tierrina». «Más orgullo no podía sentir. En cuanto vi que se alojaban aquí enfrente la saqué», cuenta esta mujer de 75 años que además es familia de uno de los brigadistas, Sergio Peñón.
Pilar pudo hablar con alguno de ellos esos días previos a su intervención, cuando aún no sabían qué se iban a encontrar. «¿Ah, tú eres la de la bandera?», le dijeron en cuanto se presentó. «Saquela para vosotros», le contestó medio en bable. Su turno, por fin, llegó la tarde del jueves. Entonces, cortaron la comunicación con el exterior. Ni llamadas a familiares (o las justas), ni tele, ni nada. Aislados para mantenerse concentrados. Desde las 14:00 horas se estuvieron realizando pruebas de ascenso y descenso con la «cápsula» que les bajaría hasta los 60 metros. Fue a las 17:33 horas cuando los dos primeros mineros comenzaron a bajar por ese ascensor. Sus ganas, a prueba de bombas.
Se iban turnando de dos en dos. Al duro trabajo había que sumarle los 20 kilos entre amarres de seguridad, herramientas y equipo de respiración que llevaban. Pocas horas después, ya habían deshecho el primer metro, el más duro. El resto vendría más tarde. Hasta cuatro microvoladuras tuvieron que utilizar para romper la pared. Arriba, otras 24 personas esperando entre el resto de compañeros mineros, guardia civiles de montaña, Tedax y bomberos. Todos cumpliendo con su deber.
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