Entrevista

Este escritor ha tardado más de 20 años en contar el suicidio de su pareja: "Aceptar es dejar de hacerse preguntas"

Matteo B. Bianchi, autor de éxito en Italia, explica cómo sobrevivió a la tragedia que marcó su vida

Matteo B. Bianchi
Matteo B. BianchiLuca PalmerCedida

El libro breve y delicado que ha escrito Matteo B. Bianchi sobre la tragedia que marcó su vida ha arrasado en Italia. Tardó casi 25 años en poner negro sobre blanco todo lo que rodeó al suicidio de su pareja; el ambiente, sus reflexiones, la búsqueda de luz. Cuenta que llegó incluso a contactar con videntes tal era su desespero. S. (solo escribe la inicial) se colgó en la casa que ambos habían compartido hasta la ruptura reciente. Sus últimas palabras fueron: «Cuando vuelvas, ya no estaré». Aunque le había rondado por la cabeza alguna vez, nunca pensó que fuera una declaración de intenciones. Sobre este espanto construye Bianchi un conjunto de retazos sin orden aparente pero tan bien escrito como cargado de significado. Se llama «La vida que nos queda» y lo edita Gatopardo.

Usted, que se dedica a juntar palabras, ¿cómo ha tardado tanto en contar su propia tragedia?

Tardé mucho tiempo porque primero necesitaba tomar distancia emocional. No puedo escribir sobre algo cuando estoy muy involucrado emocionalmente, no soy racional en esos momentos. Generalmente, cuando escribo algo autobiográfico, puedo hacerlo uno o dos años después de lo sucedido. Pero esta tragedia fue tan grande para mí que me llevó más de 20 años procesarla. También era una cuestión de forma: ¿cómo se escribe algo así? Tardé en decidir en qué formato lo haría. Como escritor, no quería que el libro fuera solo una descarga de mi dolor; necesitaba que fuera algo con lo que otros pudieran identificarse.

Es verdad que no resulta abrumador para el lector.

Exactamente. Curiosamente, nunca escribí una sola línea en esos 22 años y, cuando finalmente me senté y terminé la primera página, que es la misma que aparece en la novela, el libro tomó esta forma, con capítulos muy cortos. Son como fragmentos de algo roto en pedazos. Es simbólico porque, cuando sucede algo así, uno queda destrozado. Escribir en fragmentos daba la idea de estar hecho trizas.

No da muchos detalles.

Sobre todo por razones de estilo. No quería que el libro se centrara demasiado en descripciones, en lo morboso. Al escribir en espacios tan breves, tiendo a ir más a la esencia. Es un buen enfoque para evitar caer en la obsesión por los detalles.

¿Tantos años le han ayudado a aceptar lo que sucedió?

Me preguntan mucho si fue terapéutico escribir esta novela, y siempre respondo que no. La terapia ya la hice hace años; este libro no fue una manera de expresar mis sentimientos o entender lo que ocurrió. Ya había resuelto todo eso. Quizás el libro sea terapéutico para el lector, pero no para mí.

Parece un libro más dirigido a los que se quedan, no a los suicidas.

Justo. Aunque he recibido muchos mensajes en Italia, donde el libro ha tenido un gran impacto, y personas que han intentado suicidarse me han dicho que al leerlo entendieron el efecto de sus actos en los demás. Me han dicho: "Gracias, porque ahora entiendo y no lo volveré a hacer". Nunca esperé que el libro ayudara a este tipo de personas; lo escribí para ayudar a otros supervivientes.

¿Le ayudó a comprender más a su expareja?

No, para nada. No es una cuestión de comprensión sino de aceptación. Los supervivientes cargamos con muchas preguntas que nunca serán respondidas: ¿por qué lo hizo? ¿Por qué aquí, por qué conmigo? Aceptar es dejar de hacer esas preguntas y simplemente asumir que esto ocurrió, que es parte de tu vida, y continuar adelante.

¿Se tarda mucho en llegar a ese punto?

Sí, puede llevar su tiempo, pero al final hay que decidir vivir de nuevo. En la última parte del libro hay una entrevista con una mujer que fue esposa de un famoso deportista suizo. Cuando le pregunté qué sentía por su ex esposo, que se había suicidado, ella respondió: "Solo amor". Eso es lo que siento ahora, todo lo demás ha quedado atrás.

En el libro menciona distintas maneras de afrontar la tragedia, desde la psicoterapia a los medium. Parece que lo que más le ayudó fue la decisión de volver a amar.

Sí, aunque creo que lo que más ayuda es hablar con otro superviviente porque hablan tu mismo idioma. No tienes que explicar nada porque han pasado por el mismo dolor, la misma culpa. Entienden algo que nadie más puede comprender.

Dice que cada suicidio afecta a entre 6 y 10 personas. ¿Sigue en contacto con la comunidad de supervivientes de su expareja?

No. Al principio, una tragedia así te une mucho, pero luego cada uno toma su camino. Hace años que no sé de ellos, y dudo que sepan que existe el libro.

En el libro no da detalles de su identidad, solo la inicial de su nombre.

Sí, fue una decisión consciente. No quería que nadie pudiera reconocerlo fácilmente.

Hay un momento en el libro donde menciona que el sufrimiento puede volverse una forma de arrogancia, como una barrera frente a los demás.

Al principio, tras la tragedia, perdí por completo la vergüenza. No me importaba si alguien me veía llorar o deprimido, y sentía que los problemas de los demás eran triviales comparados con los míos. Esta arrogancia se siente un poco como un superpoder, como si nada pudiera dañarte más porque ya te has enfrentado a lo peor que te puede pasar. Los psicólogos comparan esta experiencia con sobrevivir a un campo de concentración, es lo más parecido en cuanto a sufrimiento.

¿Recuerda el momento exacto en que comenzó a sanar?

Sí. Mucha gente me pregunta si es posible tener un cambio tan repentino, pero para mí fue así. Los supervivientes tienen dos opciones: hundirse en el dolor o reaccionar. En mi caso, fue una cuestión de amor. Tenía a alguien a mi lado que me apoyaba, aunque yo era la peor persona con él, y eso me ayudó a reaccionar. Pero todos tienen que encontrar su propio camino.

Imagino que también fue difícil relacionarse con otros después de la tragedia. La gente no sabe cómo reaccionar.

Sí, las personas no saben qué decir. Cada vez que contaba mi historia, veía la incomodidad en sus rostros. Así que dejé de hablar sobre ello, no porque quisiera, sino porque sabía cuál sería la reacción. En Italia todavía es un tema tabú, pero espero que las cosas cambien.

También parece que las personas se sienten culpables, como si debieran haber anticipado lo que pasaría.

Es cierto. Incluso cuando hay señales, ¿qué puedes hacer realmente? No puedes vigilar a alguien todo el tiempo. Es algo que escapa a nuestro control.

¿Su expareja estaba deprimido o mostraba signos de que algo iba mal?

No. En el libro no doy una explicación clara porque realmente no la tengo. Sencillamente dejó de encontrarle sentido a la vida. Más allá de eso, no sé.