Crisis sanitaria
En el epicentro del virus del Nilo: «Estuve vomitando 19 días seguidos, convulsionaba. Ahora tengo dificultad para hablar y no puedo moverme sola»
Ana García, de 76 años, ha sobrevivido a la picadura del fatal mosquito. Después de 21 días en el hospital nos recibe en su pueblo, Coria del Río, la zona cero del nuevo brote
Las piernas de Ana García, de 76 años y vecina de Coria del Río amanecieron «negras» por las picaduras de mosquito. Se temía lo peor. Llevaba semanas saliendo lo justo de casa por temor a que el fatídico insecto cargado con el virus del Nilo la atacara. Y es que, esta localidad sevillana se ha convertido en el epicentro de este nuevo pico de una enfermedad que no es nueva, pero para la que aún no hay vacuna y provoca grandes estragos en el cuerpo, incluso, la muerte. En Sevilla ya se cuentan más de 70 personas que habrían contraído la enfermedad y siete muertes en la comunidad andaluza.
Tal es la magnitud del problema que varios vecinos de Coria han decidido montar una asociación para exigir una respuesta sanitaria a un problema que tiene en vilo a los lugareños. Ana García cuenta a LA RAZÓN que su vida ha cambiado por completo desde que la mañana del 26 de julio se despertó con molestias y al mirarse las piernas vio que aquello no pintaba bien: «No sé cuándo me pico, porque aquí, por la zona en la que estamos, en las marismas del Guadalquivir, hay mucho mosquito y siempre andamos con picaduras. Pero aquello no era una picadura al uso.
«Aquel día, nada más despertar me sentía muy fatigada, tenía unos mareos tremendos. Quise ponerme a limpiar la casa, pero no podía. No sabía que me estaba pasando. Me eché un ratito en la salita para ver si se pasaba, pero fue a peor», relata a este diario con angustia desde su domicilio en esta localidad sevillana. De inmediato llamó a Eva, una de sus tres hijos para tratar de describirle lo que le pasaba, «pero me puse a llorar, me encontraba fatal, creía que me estaba muriendo. Empecé a vomitar y perdía la conciencia por momentos», confiesa.
Eva, asustada, acudió de inmediato a casa de su madre a ver qué le pasaba: «Estaba fatal, le daban fuertes calambres en las piernas, no podía ni ponerse en pie, estaba desubicada. Fue un ‘‘shock’’. La llevé corriendo al centro de salud, pero dijeron que no parecía nada grave, que se tomara Primperan para los vómitos y Paracetamol para la fiebre. Tal y como estaba mi madre y que dijeran que no parecía grave fue increíble», rememora Eva.
Pero la situación no fue a mejor, no podía ingerir nada de comida porque lo expulsaba todo y la fiebre superaba picos de 41 grados y la tensión se disparaba a 21. «Aguantamos un día en casa y al siguiente decidí llevármela al Hospital Virgen del Rocío de Sevilla. Para mi sorpresa no sabían bien de lo que estábamos hablando, nosotros les comentamos que podría ser fiebre del Nilo, pero lo descartaron, dijeron que lo más probable es que fuera una infección de orina. Me quedé alucinada. Mi madre ni daba ni tomaba, era como un vegetal, es como si tuviera de repente un Parkinson avanzado y me estaban diciendo que aquello era infección de orina», relata con indignación la hija de esta superviviente del virus del Nilo.
Lo que más sorprendía a los hijos de la afectada es que su madre, en cuestión de horas, había pasado de ser una mujer activa, «no paraba ni un segundo», a una persona dependiente. «Siempre estaba de un lado para otro, me gustaba viajar, cuidar a mi familia, no tenía ninguna patología ni problema de salud y ahora no puedo moverme sin ayuda y he pasado de tomar dos pastillas para la tensión a 12 diarias», cuenta la afectada.
Pues bien, dada la insistencia de sus vástagos y viendo que Ana no mejoraba, la dejaron ingresada para hacerle pruebas. Consiguió que le practicasen una punción lumbar para ver si, efectivamente, había sido contagiada del «maldito virus”» Y así fue. Dio positivo. Permaneció 21 días ingresada en el hospital junto a otros tantos vecinos de la zona que experimentaban síntomas similares.
«Hay gente a la que ni siquiera le han hecho la prueba para confirmar que están infectados y también hay quien ha muerto y no se sabe si ha sido por este virus. Yo no quiero hacer de esto un tema político y criticar a unos o a otros, lo que exijo es que pongan las medidas necesarias para que no sigan muriendo más personas», apunta Ana.
«El problema es que en la mayoría de los hospitales no saben qué hacer, no hay un protocolo para este virus. A quienes llegan con síntomas, les mandan a casa con Paracetamol y listo. Y esta es una enfermedad muy peligrosa que afecta al sistema nervioso, provoca encefalitis y es muy agresiva», subraya Eva.
Ana, a quien además de al sistema nervioso, le afectó al aparato digestivo, estuvo 19 días vomitando sin parar «no fallaba ni uno». Dejó de comer, el suero la mantenía viva, y ha perdido más de 10 kilos. «Se me inflamaron los ganglios, tenía un dolor de cabeza terrible y convulsiones. La verdad es que no recuerdo bien lo que pasó durante todo el tiempo de mi ingresó, perdí la noción del tiempo», confiesa esta vecina de Coria del Río.
Según fueron remitiendo los síntomas y los vómitos cesaron, «nos mandaron a casa» para que continuara con su recuperación. «Lo que ocurre es que no hay tratamiento para este virus, solo esperar a que tu organismo lo venza, si lo hace. Ahora tengo que ir a varias revisiones, entre ellas al neurólogo, porque me cuesta hablar, no puedo mover la pierna derecha... No soy la misma», atestigua.
[[H2:«Sabíamos que iba a pasar»]]
Lo confirma su hija quien, junto a sus dos hermanos hacen turnos para no dejar ni un momento sola a su madre ya que necesita ayuda para todo. «También estamos al tanto de que tome toda la medicación, doce pastillas entre los corticoides, la de frenar los vómitos, las de los vértigos... Es impresionante como de un día para otro nuestra madre es otra», asevera preocupada Eva quien todavía confía en que Ana pueda volver a ser la que era.
Sobre por qué su pueblo, Coria del Río, se ha convertido en el epicentro de este nuevo pico de contagios de un virus que es viejo conocido en la zona, madre e hija explican que influyen varios factores: «Estas es una zona en la que siempre hay mosquitos, por las marismas, pero, al mismo tiempo, no se han hecho bien las cosas. Hay aguas estancadas y no se fumigó como debería haberse hecho en marzo. Hay mucha humedad, las larvas han crecido una barbaridad, no se ha sembrado y se ha creado un caldo de cultivo perfecto para que este mosquito cargado con el virus esté por todos los sitios», dice Eva.
«Ahora que algunos ya lo hemos pasado fatal han empezado a hacer cosas. Yo no sé de quien es la culpa y esto no es cuestión de colores políticos, pero desde 2020 se viene avisando de que esta epidemia del Nilo iba a ocurrir aquí», añade Ana. Por eso, a través de la asociación que se ha puesto en pie en Coria exigen medidas para que se investigue lo ocurrido, que se implementen medidas de prevención y que se acelere la creación de una vacuna para este virus. «Dicen que hasta el año que viene no habrá vacuna, imagínate lo que puede ocurrir hasta entonces», lamenta Eva.
Los más terrible de todo es que este virus lleva años por la zona «hay gente que se ha quedado en silla de ruedas o con parálisis faciales», dicen. «Por eso necesitamos concienciar a la sociedad de la gravedad del asunto, porque este mosquito está aquí ahora, pero ya se está viendo que viaja por todo el país. Nadie está a salvo», sentencia Ana.