Personalidad
Ni envidia ni celos: estos síntomas son consecuencia del 'Síndrome de Procusto'
Este trastorno está muy presente hoy en día, y le afecta a más personas de lo que se suele pensar
La virtud de una persona puede hacer despertar en otras una gran variedad de sentimientos, principalmente agrupados en tres grupos: admiración, envidia e indiferencia. Ciertamente, la primera y la segunda tienen más en común en cuanto que generan atención e incluso obsesión en quien las padece. En caso de que se desee menospreciar los logros de una persona, lo más efectivo, como señala el refranero, es ignorarlo en vez de minimizar sus hazañas: "No hay mayor desprecio que el no hacer aprecio".
Desde hace siglos que todos los grandes pensadores y filósofos del comportamiento humano han señalado que la envidia o los celos son sensaciones capaces de corroer hasta al hombre más puro si no los sabe desterrar a tiempo de su mente. Así, Aristóteles daba una descripción de la envidia como "el dolor causado por la buena fortuna de los demás".
La 'suerte' o la fortuna no son un juego de suma cero, donde unos la poseen a costa de que otros se queden sin ella, depende tanto del esfuerzo como del azar, pero siempre suele requerir de una dedicación, aunque sea mínima. Aquel chascarrillo popular de un hombre que le reza a Dios para que le toque la lotería es muy ilustrativo, sobre todo cuando este le responde que para eso primero debería comprar algún décimo.
Lamentarse por la fortuna de los demás no conduce sino al inmovilismo y al resentimiento, pues no habría un motivo mayor de alegría que personas cercanas logren triunfar o prosperar en la vida. El beneficio acaba siendo general, y tomarse el triunfo de los demás como una derrota propia es la peor forma de intentar alcanzar también el éxito.
Aunque la envidia o los celos están muy extendidos, tanto que son considerados uno de 'los siete pecados capitales', no siempre tienen por qué venir motivados por un odio hacia los que destacan o una impotencia por no haber alcanzado ciertas metas. En raras ocasiones, se dan por motivos de patologías psiquiátrica, que empeoran la vida de quienes las padecen.
¿Qué es el 'Síndrome de Procusto' y por qué genera tanta envidia?
Esta condición psiquiátrica proviene del mito griego de Procusto (también llamado Damastes o Polipemón), un posadero que daba alojamiento a los viajeros solitarios que llegaban hasta lo alto de su colina para descansar. Una vez dentro, Procusto le proporcionaba a los visitantes una cama de hierro como lecho, donde los amordazaba mientras dormían.
Si ocupaban más que la cama, les cortaba todas las partes del cuerpo que sobresaliesen. Si por el contrario, resultaban más bajos, les rompía los huesos a martillazos para estirarles hasta ocupar todo el espacio exacto del lecho. Las infamias de este torturador terminaron cuando el Héroe Teseo cobró venganza por todas las víctimas y le devolvió el mismo trato a Procusto. Una extraña forma griega de restaurar el 'equilibrio kármico'.
En medicina o psiquiatría se conoce como 'síndrome de Procusto' a una patología que le hace a quien la sufre ser extremadamente intolerante con la diferencia, con las personas o conceptos que contradigan su forma de pensar o sentir. Además de este síntoma, que les genera gran malestar, tiene otras consecuencias importantes que les dificultan el desarrollo de la vida cotidiana.
Quien mantiene unos 'estándares' tan inalcanzables como los de Procusto, jamás llegará a estar satisfecho ni a aceptar ninguna afirmación ajena porque es imposible que se corresponda milimétricamente a una propia. Esto genera gran malestar y una falta muy grande de autoestima, pues teme constantemente que los demás le puedan superar.
Una tendencia que se da mucho entre los sujetos que lo padecen es tratar de 'sabotear' a las personas cercanas a las que les va bien en algún proyecto, ya sea familiar, laboral o amoroso. No soportan ver cómo los demás triunfan, por lo que intentan menospreciarlos siempre que tienen ocasión, llegando incluso a puntos de acoso obsesivo.
Como se juzgan a sí mismos poseedores monopolísticos de la verdad absoluta, en muchas ocasiones necesitan distorsionar la realidad hasta que esta encaje dentro de sus marcos, ya que no se pueden permitir fallar. Sus opiniones son muy sesgadas y sentenciosas, y siempre intentan imponerlas sobre las de los demás, recurriendo a cuantas estratagemas hagan falta.
Este 'síndrome de Procusto' genera un gran malestar a quien lo padece y, aunque desde fuera simplemente se puedan ver como 'personas amargadas', ciertamente necesitan ayuda profesional para salir de una dinámica psiquiátrica que no les conduce más que a la amargura, la falta de autoestima y la pérdida de amistades sistemática.
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