Barcelona

El cigarrillo electrónico, tan eficaz como los parches

Existen dos investigaciones sobre un aparato del que ya se venden millones

El cigarrillo electrónico, tan eficaz como los parches
El cigarrillo electrónico, tan eficaz como los parcheslarazon

Se venden como la solución definitiva para evitar los males del tabaco, tienen todo el aspecto de serlo... pero ¿lo son? Los cigarrillos electrónicos han invadido el mercado de la mano de la desesperación de millones de adictos que quieren dejar de fumar y de portentosas campañas de marketing que han logrado que hasta celebridades como Kate Moss y Leonardo Di Caprio exhiban sin reparos sus dispositivos de vapor eléctrico. Pero, sorprendentemente, todavía carecen de la suficiente evidencia científica que permita avalar su uso como una terapia inocua y eficaz contra el tabaquismo. De hecho, este mismo fin de semana se ha presentado en Barcelona el segundo estudio científico al respecto, publicado en la revista «The Lancet». Sólo existen dos trabajos de investigación sobre un aparato del que ya se venden millones de unidades en el mundo y al que las autoridades sanitarias británicas contemplan dar categoría de medicamento. Su éxito es tan grande que el Citibank lo ha incluido en la lista de 10 tecnologías que más van a cambiar el mundo en 2013 y la revista norteamericana «The Atlantic» afirmó que «se trata del mayor cambio en los hábitos personales desde que el cigarro sustituyó al tabaco de mascar».

El nuevo estudio recién presentado, que es obra del Instituto Nacional de Innovación en la Salud de Nueva Zelanda, ha comparado la efectividad de los e-cigarrillos y de los parches de nicotina para dejar de fumar después de 13 semanas de tratamiento. Para ello se reclutó a 657 fumadores a través de anuncios de prensa. Todos ellos habían manifestado su intención de abandonar el hábito y fueron divididos en tres grupos. Uno usó durante las 13 semanas cigarrillos electrónicos disponibles en el mercado que contienen cerca de 16 miligramos de nicotina, otro recibió tratamiento con parches y a un tercero se le aplicó un placebo que no contenía nada de nicotina.

Tras las semanas de tratamiento y tres meses más de seguimiento personalizado, todos los participantes fueron sometidos a varios test para determinar si realmente se habían abstenido de consumir tabaco. Al final de todo el periodo de estudio, sólo el 5,7 por ciento de los participantes había dejado de fumar. Sin embargo, se detectó una proporción algo mayor en los consumidores de cigarrillos electrónicos: 7,3 por ciento. Los usuarios de parches redujeron el consumo en un 5,8 por ciento y los del placebo en un 4,1. Según los autores, estas diferencias realmente no son significativas en términos estadísticos, por lo que puede concluirse que los e-cigarrillos y los parches presentan una eficacia equivalente.

Entre los participantes que no lograron dejar de fumar sí se detectó un importante descenso de la cantidad de tabaco consumida tanto entre los usuarios de cigarros electrónicos como en los casos de uso de parches, no así en el grupo de control con placebo. De hecho, la mitad de los participantes logró reducir algo su hábito. A favor de los nuevos dispositivos juega la aceptación por el usuario, una tercera parte de los voluntarios mantuvo la terapia sin pausa durante todo el proceso, mientras que sólo el 8 por ciento de los que llevaban parches aguantó el tratamiento sin ninguna quiebra. El 90 por ciento de los fumadores electrónicos relató que «recomendaría su uso a un amigo».

Esta investigación y otra realizada hace unos meses en la Universidad de Catania son las dos únicas aportaciones clínicas de alcance sobre la eficacia del cigarrillo electrónico. En el caso de Catania, los pacientes fumaron con este aparato durante un año. El 13 por ciento de ellos dejó de consumir tabaco al final del tratamiento. Los expertos consideran que aún queda mucho por conocer sobre las bondades de este tipo de tecnologías. Por eso es necesario actuar con cautela. Los cigarrillos electrónicos han invadido el mercado sin permiso, antes de que contemos con el cuerpo de evidencia suficiente que avale su eficacia y su inocuidad y aprovechando una gran incertidumbre regulatoria en casi todos los países. Sobre todo porque aún no conocemos las implicaciones para la salud que pueda tener su uso a largo plazo.