Ciencia y Tecnología

El cerebro digital que nos hará inmortales

El guión de esta serie de Netflix nos traslada a un mundo en el que los millonarios pueden vivir eternamente gracias al traspaso de las conciencias.

La serie, de estética ciberpunk, está ambientada en el año 2384
La serie, de estética ciberpunk, está ambientada en el año 2384larazon

El guión de esta serie de Netflix nos traslada a un mundo en el que los millonarios pueden vivir eternamente gracias al traspaso de las conciencias.

Se la ha descrito (con cuestionable acierto) como la hija de la novela negra y la estética ciberpunk, pero la realidad es que «Altered Carbon», la última niña mimada de Netflix, está tan lejos de esta definición como lo puede estar «Blade Runner».

Basada en la novela homónima de Richard K. Morgan y ubicada en el año 2384, cuenta la historia de Takeshi Kovacs. Este mercenario, rebelde y ex policía, es contratado por un millonario que no recuerda las últimas horas antes de su muerte. La misión de Kovacs es resolver el asesinato del millonario. La clave es que en este futuro distópico es posible transferir nuestra conciencia, memoria y sentimientos a otros cuerpos, llamados «fundas». Obviamente los más ricos tienen acceso a los mejores cuerpos y hasta a clones de sí mismos, mientras que los menos afortunados apenas consiguen los «restos». El millonario «resucita» a Kovacs, le dota de un cuerpo nuevo y comienza la misión.

Todo el guión gira alrededor de esta tecnología que facilita la inmortalidad. Pero...¿es factible? Sí y no. Para algunos expertos, como Ray Kurzweil, quien predijo el impacto de internet, las modificaciones genéticas (sus predicciones se han cumplido en un 86%), señaló, en el Congreso Internacional de Futuros Globales 2045, que en unos 25 años, las partes no biológicas de nuestro cuerpo serán mayoría. Bart Kosko, profesor de Ingeniería de la Universidad de California, explica que «la muerte es un problema de ingeniería». Luego está Stephen Hawking, quien afirma que «teóricamente es posible hacer una copia de nuestro cerebro y cargarla en un ordenador».

Pero estas son solo conjeturas. Nuestro cerebro tiene 86.000 millones de neuronas y cada una de ellas está conectada a otras 10.000. Recrear todo esto en un disco duro de cinco centímetros de diámetro parece imposible. Pero hay expertos que se resisten a creerlo. Uno de ellos es Randal Koene, físico, neurobiólogo y neurocientífico, quien se ha propuesto descargar su cerebro en un ordenador. Koene cuenta para conseguirlo con el apoyo de Elon Musk (creador de Pay Pal, Tesla y Space X) y del millonario ruso Dimitry Itskov, entre otros, que han invertido casi mil millones de euros para hacerlo. Una de las empresas que ha nacido gracias a esta cantidad de dinero es Neuralink, propiedad del propio Musk. Básicamente lo que pretende es crear enlaces o cordones neuronales: pequeños electrodos que algún día potenciarán nuestras capacidades cerebrales y nos permitirán acercarnos a los niveles a los que, se especula, llegará la inteligencia artificial.

Y precisamente aquí reside la clave de descargar un cerebro en un ordenador: la trampa. Puede que nos tome al menos un siglo llevar el cerebro de una persona a un ordenador, pero otra cosa es crear un cerebro digital y que este sí vaya girando de cuerpo en cuerpo hasta ser eterno. Actualmente, solo en Estados Unidos, más de 80.000 voluntarios tienen microchips implantados en su cerebro para tratar el párkinson y la epilepsia. Hay microchips para lidiar con la obesidad, la ansiedad, la depresión, los miedos y para restaurar la memoria. Todos ellos se basan en el mismo principio: emitir corrientes que devuelvan el equilibrio cerebral.

Científicos del MIT, por su parte, han creado una sinapsis artificial, el «puente» entre neuronas, para producir un cerebro en un microchip. Y se espera que, en dos años, el proyecto Human Brain culmine y logre recrear un cerebro humano completo, en formato digital. En primer lugar porque tener un «cerebro humano», con sus millones de conexiones, permitirá explorar la acción de diversos fármacos para tratar distintas enfermedades. Pero en última instancia será un cerebro digital, un soporte físico para ingresar todo lo que queramos en él.Ya sea ajeno, como memorias y conocimientos nuevos (al ser un soporte digital es posible), o como propios del «propietario» del cerebro.

Y aquí es cuando llega la inteligencia artificial. Esta tecnología constantemente aprende de nuestras costumbres. Nos conoce y más que nos va a conocer en la próxima década. Todos estos datos pueden ser cargados en un cerebro digital y crear una personalidad que, si bien no es exactamente igual a la nuestra, sí puede acercarse.

Lo mejor de un cerebro digital es que, al igual que uno biológico, puede evolucionar y aprender. Lo peor es que no sabemos hacia dónde puede llevarnos. Una opción es a un mundo como el que plantea «Altered Carbon», hoy una distopía, pero mañana...