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«Juego de tronos» y olé
Mañana comienza el rodaje de la serie en Sevilla y a partir del 16 de octubre se traslada también a Osuna.
En los próximos días, Sevilla se convertirá en la capital del Principado de Dorne, pero que no cunda el pánico. No es que a los sevillanos les haya dado una ventolera secesionista, sino que la ciudad será escenario de la serie televisiva «Juego de tronos». Y, si Sevilla va a ser el plató de una corte entre medieval y fabulosa, los sevillanos devotos de la exitosa serie serán sus figurantes de fábula. El lema alfonsí de la ciudad reza que la vieja Hispalis es la «muy noble, muy mariana y muy leal...». Se le olvidó al Rey Sabio añadir que era, también y sobre todo, la « muy novelera ciudad de Sevilla».
Cristóbal es uno de los abducidos por la adaptación televisiva de la saga de George R.R. Martin. «Las fábulas son gran parte de la distracción cotidiana», afirma este actor efímero que se anima a comparar las cuitas políticas de la serie con las actuales. «Pagan unos 50 euros por una jornada de entre 14 y 16 horas. ¿Poco? Yo habría puesto de mi bolsillo por ser figurante», confiesa el feliz extra con una mínima sonrisa. Él ha sido uno de los 5.500 elegidos tras la selección de más de 80.000 pretendientes a estos fotogramas de la gloria. Es la «Juegodetronosmanía». Los sacrificios para aparecer en los capítulos de la quinta temporada han sido llamativos. Para adecuarse a la fisonomía requerida en los castings, hay quien ha seguido la espartana dieta de la alcachofa, se ha decolorado un tinte que lucía inmemorialmente y hasta hay quien se ha gastado más de lo que va a cobrar por su participación en borrarse un tatuaje visible.
Superproducción en Osuna
El 10 de octubre comienza el rodaje de la serie en el Real Alcázar. El asunto es de particular relevancia: el Ayuntamiento ha anunciado «cierres parciales» del recinto palaciego a partir de mañana. Desde el Consistorio se confía en el rédito de mostrar Sevilla al mundo y se minimizan las molestias que puedan causarse. La televisión funciona de escaparate por satélite, una fábula en hora de máxima audiencia y en los cuatro confines del planeta. En la capital de Andalucía, una región que vive del monocultivo de turistas, se dan palmas con las orejas. El alcalde de Sevilla, Juan Ignacio Zoido, ha destacado «el gran impacto» que supondrá el rodaje «en el empleo y en la promoción de la ciudad». De entrada, ya reza el rótulo de completo en los hoteles de Osuna, el otro municipio de la provincia que servirá de localización para «Juego de tronos». Pero en los beneficios también median aspectos intangibles. Lo refiere Carlos Rosado, presidente de la Andalucía Film Commission: «No es sólo la imagen del lugar como territorio, es también la reputación, mostrar a las empresas foráneas que estamos capacitados para acoger grandes producciones cinematográficas».
La repercusión de la industria del rodaje de cine o televisión en las ciudades es muy positiva. Está estudiado, sostiene Rosado. Valetta, Dubrovnik o Split han sido platós de «Juego de tronos» antes que Sevilla y experimentaron sendos repuntes en el número de visitantes. Pero incluso antes irrumpen ideas de negocios. Está ocurriendo en Sevilla: existen bares donde las tapas llevan el nombre de los personajes de la serie, joyerías que venden réplicas de anillos de los diferentes clanes y empresas que ofrecen rutas para visitantes por los escenarios de la provincia. «En Castilla, el boom de la serie sobre Isabel la Católica ha reanimado localidades que, desde el punto de vista turístico, estaban muertas». «Juego de tronos» es «Isabel» multiplicado por cuarenta países. Se trata del turismo emocional. «Entre el espectador y la imagen se crea un vínculo especial y hay gente que peregrina adonde se han rodado sus películas preferidas», señala Rosado. Y durante diez semanas, desde abril de 2015, Sevilla y Osuna serán mostradas con más o menos afeites a las decenas de millones de espectadores que siguen la ficción en el mundo.
Entre los fanáticos de la serie ha despertado aún más expectación el reciente anuncio de la llegada a España de un actor y una actriz protagonistas. «Es como cuando Charlton Heston y Sofía Loren rodaron en Ávila ‘‘El Cid’’, pero amplificado por los medios y las redes sociales», compara Cristóbal, el actor aficionado.
Símbología del poder
Manuel Rodríguez, politólogo y cofundador de Cámara Cívica, empresa especializada en divulgar contenidos sobre política y ciencias sociales, opina que «Juego de tronos» «ha conectado con la gente porque enseña que las mismas dinámicas de poder que se dan en un mundo de fantasía suceden actualmente». Más que las conclusiones en sí, resulta llamativo el dispendio de neuronas y energías alrededor de una ficción. Un tratamiento de clásico shakesperiano a lo que no es más que un entretenimiento de sofá. Y continúa Rodríguez: «Otro factor del éxito es el tratamiento que la serie da a los elementos simbólicos del poder. En el sexto capítulo de la tercera temporada hay una conversación entre Lord Baelish y Lord Varys. Explican cómo el relato que les han contado para legitimar el sistema político –que el poder reside en el Trono de Hierro porque Aegon Targaryen fundó el reino– debe permanecer para no caer en el caos. Despojado de su mitología, el poder desnudo responde a luchas de intereses a menudo personales. Un diagnóstico similar hizo el 15-M, cuando decía que el contrato social mediante el cual los ciudadanos ceden su poder al sistema político para gobernar en su nombre se había roto». Además, Rodríguez opina que la serie también puede mover a reflexiones sobre las fronteras, ya que «el reino donde se desarrolla la mayor parte de la narrativa, Poniente, está protegido por el norte por un gigantesco muro de hielo. Una hermandad de soldados consagra su vida a proteger la frontera, ya que más allá habitan salvajes, monstruos y, en definitiva, el caos. Por su parte, los salvajes desean avanzar hacia el sur del muro para escapar de una muerte segura. Bien nos valdría reflexionar sobre nuestra suerte de vivir dentro de las fronteras de la UE, un espacio de paz y prosperidad en medio de un mundo corroído por el hambre y la guerra. Quizás entonces entendamos por qué, escapando del horror, miles de africanos intentan cruzar la valla de Melilla».
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