Psicología
Daniel Hill (Nueva York, 1944) responde las preguntas de LA RAZÓN desde su despacho en Manhattan. Detrás de él, la vista de su consulta que muestra Skype permite atisbar la mítica butaca Eames en cuero negro y madera. Destacado psicoanalista y profesor, es el artífice de la teoría de la regulación del afecto y uno de los popes de la Psicología actual. Su libro sobre el modelo clínico de dicha teoría, publicado en castellano por la editorial Eleftheria, es una biblia práctica para terapeutas. Hill alerta acerca de las consecuencias del tipo de apego que tuvimos en la crianza, un estilo que determina toda nuestra vida pero que, según él, se puede reconducir potenciando la habilidad de autorregularnos emocionalmente. Dice que él ha visto “transformaciones radicales”. Afable y entusiasta, no tiene respuestas fáciles, ni soluciones sencillas, señales inequívocas de que sabe de lo que habla.
-¿De verdad es tan determinante para nuestra felicidad el tipo de apego que tuvimos en la niñez?
-El apego más decisivo es el que se crea entre la madre y el niño en los primeros 18 meses de vida. Se establece un patrón sobre cómo relacionarse con otra persona que queda fijado para siempre. Así que si desarrollamos un apego inseguro, significa que las conexiones que tendremos en la vida también lo serán y nos sentiremos de esa forma vacilante en las relaciones con otros.
-¿Hasta qué punto se puede reconducir ese patrón?
-Hay limitaciones, desde luego. Estamos hablando de unas estructuras y unos sentimientos profundamente arraigados que, en su mayoría, están automatizados. No es algo que hagamos de forma deliberada, simplemente nos sale. Es difícil cambiarlo, lleva mucho tiempo. Pueden quedar vestigios, pero yo he visto cambios en pacientes tan sustanciales que han transformado sus vidas.
-¿Qué apegos se deben mantener alejados para evitar relaciones explosivas?
-Existe el apego seguro y el inseguro, que se divide en tres: ansioso-ambivalente, evitativo y desorganizado. Mi consejo para todo el mundo es que se casen con alguien del tipo seguro porque las posibilidades de que sea una buena relación aumentan exponencialmente. De lo contrario, habrá mucho trabajo que hacer para lograr que funcione. Los que tienen un apego inseguro tienden a desarrollar una personalidad narcisista. Sin embargo, hay que tener en cuenta que se trata de un continuo, así que puedes estar en la parte leve del espectro o en la más grave de cada categoría.
-¿Cuál es el mayor temor del inseguro? ¿Qué le abandonen?
-Según de cuál de los tres estemos hablando. El evitativo teme ser superado por las emociones, así que se mantiene distante en las relaciones, donde la moneda de cambio es, precisamente, el sentimiento. Así que acaban retirándose en algún momento, huyen del compromiso. Su mayor preocupación es involucrarse demasiado. De niños resultaron heridos y aprendieron que es mejor no depender de nadie. El ansioso, en cambio, tiene pánico a ser abandonado. Se siente muy inseguro en la relación, necesita confirmación constante del otro, que le diga que todo está bien. Tratan de ser buenos para ser queridos. El desorganizado es una mezcla de ambos, es impredecible y el más severo. Por lo general lo pasará bastante peor en la vida y coincide mucho con el trastorno límite de personalidad, lo que llamamos “borderline”.
-¿Por qué resultan tan adictivas algunas relaciones amorosas?
-Es muy común que el inseguro ansioso y el evitativo se sientan atraídos. El primero está lleno de vida, es muy social, apasionado, y el segundo tiende a la calma, a la distancia emocional, como si nada le molestara nunca. El ansioso se acerca al evitativo porque cree que le dará estabilidad y el evitativo busca en él que le dé vitalidad. El problema es que, en un momento dado, el que tiene miedo de involucrarse demasiado acaba agobiándose, como si le faltara el aire, y el otro se siente abandonando, como si no le quisieran lo suficiente. Muchos quedan atrapados en este tipo de vínculo. Lo que mantiene a la gente secuestrada en malas relaciones es el miedo a estar solos. Y muchos se empeñan porque consideran que ellos son el problema y se afanan en “arreglarse” para que no les dejen.
-¿Hay relaciones que se pueden etiquetar de tóxicas?
-Claro. Hay personas patógenas, que pueden convertir cualquier problema o carencia que tengas en algo aún peor. Así que si tienes cierta inseguridad, lograrán exacerbarla y hacerla más grave. Y no es algo que hagan de manera deliberada, no son monstruos. Hay mucha gente que es súper controladora debido a sus inseguridades.
-¿Es posible que una misma persona desarrolle diferentes apegos según cómo sea su pareja sentimental?
-Sin duda. Tenemos diferentes formas de vincularnos porque tuvimos distintas figuras de apego en la niñez, incluidos los hermanos o la niñera. Todos juegan un papel concreto. Y de mayores se nos despierta alguno de esos estilos que ya está en nosotros según a quién tengamos delante.
-Se suele decir que las mujeres se “casan” con sus padres y los hombres, con sus madres. ¿Usted qué cree?
-Todos nos casamos con nuestra madre. La manera de relacionarte con tu pareja viene de ahí, del tipo de relación que tuviste con la persona que cuidó de tu cuerpo. Es algo neurobiológico. Cuando venimos a este mundo, traemos el sistema apenas sin cablear. Comienza a hacerlo en el tercer trimestre del embarazo. En los primeros 18 meses fuera del útero se acaba de formar dependiendo de esa primera vinculación con la madre.
-¿Cómo es posible que varios hermanos tengan distintos estilos de apego y los mismos padres?
-Hay factores genéticos, más bien epigenéticos, que lo pueden explicar. Pero, sobre todo, yo pondría en duda esa afirmación que hace de que los padres fueron los mismos. Nunca lo son. Si hay cuatro hermanos, ninguno tuvo la misma madre ni el mismo progenitor. Hay que tener en cuenta que esta teoría se refiere a los primeros 18 meses de la vida del niño. El mayor se crio solo, el segundo sin duda tuvo una madre más estresada.
-¿Qué piensa de esa corriente llamada “crianza con apego” que defiende cosas como el colecho o que se dé el pecho a los niños durante años?
-Me parece algo simplista e ingenuo. No hay una sola fórmula para hacer esto, depende de múltiples factores, también culturales. Cada madre y cada bebé encuentra su propia forma.
-Según su teoría, lo más importante es que la madre esté regulada emocionalmente.
-Correcto. Eso es lo crucial, que la madre esté equilibrada para poder mantener al hijo regulado. Además, la madre no tiene que ser la persona que lo dio a luz. La madre es la persona que logra que el bebé esté estable emocionalmente y quien cuida de su bienestar físico. Y en esta época en la que la vida es tan complicada hay muchas figuras que participan en ese proceso con el mismo niño.
-Hay casos de padres adoptivos que no son capaces de hacerse con el niño. ¿Hay ocasiones en que resulta imposible transformar ese apego?
-En realidad depende de la edad del niño y de lo dañado que resultara antes de la adopción. También de lo robustos emocionalmente que sean los padres adoptivos, de cuánto estrés sean capaces de manejar.
-¿Qué le diría a una madre primeriza que esté leyendo esta entrevista?
-Lo primero, que es normal sentirse preocupada sobre cómo irá todo. Pero que debe confiar en ella misma, en el instinto, en los sentimientos. Y si esto resulta difícil, que pida ayuda. A su propia madre o a cualquiera de quien se fíe.
-¿De qué forma influye el apego en el proceso de aprendizaje?
-Depende. Hay inseguros que funcionan genial en el colegio y, más tarde, en el trabajo también. Otra cosa serán las relaciones íntimas. Las variaciones son infinitas.
-¿Cómo logra usted en consulta esa transformación de la que habla?
-No creo que pueda contestar de una manera sencilla. Empecemos por decir que existen estudios que demuestran que si alguien con un apego inseguro se casa con una persona de estilo seguro en cinco años experimente un cambio muy significativo. Esto significa que solo por la naturaleza de la relación en la que estás involucrado ya te transformas. Tiene mucho sentido porque si la relación primigenia con la madre define el patrón, ¿por qué no puede verse afectado después por otros vínculos? Obviamente, estamos hablando de relaciones íntimas y muy importantes. Además, está más que probado que como adultos contamos con una capacidad de reflexión que nos permite cambiar. Si persistimos en darle la vuelta a la forma en que nos hablamos a nosotros mismos el tiempo suficiente, esos “insights” acaban por convertirse en automáticos. Así que podemos afirmar que el giro más eficaz se produce, simplemente, por la forma de relacionarnos, además de por los pensamientos. En terapia, el tipo de vínculo que establezco con mis pacientes y las ideas que aprenden e incorporan producen el mismo efecto.
-¿Qué aporta su propuesta?
-Parto de la teoría de Allan Schore según la cual lo más importante que hace el ser humano para garantizar su supervivencia es mantenerse en un estado emocional regulado el mayor tiempo posible. Ni hiperexcitados, ni hipoexcitados. Uno puede estar ligeramente activado, como yo ahora mismo en esta entrevista, y seguir funcionando bien. Pero llegará un punto en que si la ansiedad, el enfado o la euforia son demasiado intensas, me desregulo. No tendré autocontrol, ni podré pensar correctamente. Sucederá igual si me voy demasiado abajo; un poco de tristeza me permite funcionar, pero demasiada me paraliza. Nuestra capacidad de autorregulación es el aspecto más importante y el que va a determinar cómo nos irá en la vida, tanto en las relaciones afectivas como en el terreno laboral. Este modelo se centra en potenciar esa habilidad en situaciones de estrés.
-¿Qué aprendió usted de la crianza de sus propios hijos?
-La verdad es que en ese momento no sabía nada de esto.. ja, ja. Ojalá lo hubiera sabido, me habría facilitado mucho la vida.