Investigación
Por qué es importante acudir a un especialista cuando se está adelgazando sin querer
Una nueva investigación vincula este síntoma con mayor riesgo de padecer algunos tipos de cáncer en el año siguiente
Aunque hay muchas condiciones que pueden resultar en una pérdida de peso inesperada -como la celiaquía, la inflamación crónica del páncreas, las infecciones por parásitos, entre otras- una de ellas es que la persona pueda estar desarrollando un cáncer. Hasta ahora este síntoma se relacionaba más con pacientes con cáncer avanzado, pero no se creía que sucediera en las etapas tempranas de la enfermedad.
Gracias a una investigación del Centro Oncológico de Dana-Farber (Estados Unidos), realizada con una amplia muestra de participantes- 157.474 profesionales sanitarios-, se ha podido comprobar que la pérdida de peso involuntaria se asocia con un aumento en el riesgo de un diagnóstico de algunos tipos de cáncer durante el año siguiente.
En comparación con los participantes que no perdieron peso, la pérdida de peso reciente se asoció con un riesgo significativamente mayor de varios tipos de tumores, incluidos los del tracto gastrointestinal superior (cáncer de esófago, estómago, hígado, vías biliares y páncreas), los hematológicos (el cáncer no Hodgkin, linfoma, mieloma múltiple y leucemia), el cáncer colorrectal y de pulmón.
Sin embargo, no se encontró un vínculo de mayor riesgo de otros tipos de cáncer, como el cáncer de mama, el cáncer genitourinario, el cáncer cerebral o el melanoma.
"Si está perdiendo peso y no está tratando de perder peso haciendo cambios en su rutina de ejercicios o dieta, las personas deben consultar a su médico para considerar las posibles causas", dice el investigador principal Brian Wolpin, director del Servicio Gastrointestinal del Centro Oncológico de Dana-Farber y director del Centro Familiar Hale para la Investigación del Cáncer de Páncreas, según recoge Ep. "Hay muchas condiciones que pueden resultar en una pérdida de peso inesperada, debe ser el especialista quien determine si hay algo que necesite evaluación", añade.
El estudio, publicado en la Revista de la Asociación Médica Estadounidense, dividió a los participantes en dos grandes estudios longitudinales: el estudio de salud de enfermeras, que inscribió a enfermeras de 30 a 55 años a partir de 1976, y el estudio de seguimiento de profesionales de la salud, que inscribió a profesionales de la salud masculinos de 40 a 75 años a partir de 1986. Se siguió a los participantes hasta 2016.
Estos informaron el peso cada dos años en un cuestionario que también incluía preguntas sobre actividad física. El cuestionario solicitaba respuestas sobre cambios en la dieta cada cuatro años. Esta información permitió a Wolpin y sus colegas evaluar el nivel de conductas que promueven la pérdida de peso de cada participante, clasificándolas en “altas”, para aquellos que hicieron mejoras en la dieta y aumentaron la actividad física, "medias" si hicieron solo un cambio y "bajas" si no hicieron cambios en la dieta ni el ejercicio.
El trabajo tiene gran trascendencia porque significa que la pérdida de peso podría dar la alerta para diagnosticar antes la enfermedad, cuando existe la posibilidad de un tratamiento más eficaz.
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