Londres
Reestrenos de éxito: dos veces buenos
Así que pasen cinco años. O seis. Que se lo digan a Emilio Gutiérrez Caba. El actor «aparcó» la obra «La mujer de negro» en 2008, después de otras tantas temporadas de éxito, y esta semana regresa, en el Teatro Fernán Gómez, al papel que mejor conoce. Tanto, que hasta se ha animado a dirigir esta revisión, la tercera ya, fiel a la que se estrenó en 1998, y acompañado en escena por Iván Massagué. «Es la obra que me sé por excelencia. Me sé la parte de los demás y la mía. Eso me da una cierta tranquilidad», asegura Gutiérrez Caba sobre sus motivos para dirigir este «revival» del texto de Stephen Mallatratt. Y matiza: «Lo único que he hecho es recuperar lo que habían dejado mis excelentes antecesores». Más allá de eso, asegura, no se necesitan motivos especiales para volver a montar una obra como ésta. «En el teatro a veces no hay que buscar razones, las cosas salen y están bien». Más si se tiene en cuenta que en Londres sigue siendo la segunda más longeva en cartelera después de «La ratonera». «Eso tiene mucho que decir a favor de la obra y del público inglés. Aunque aquí tenemos una serie de trucos y una dramaturgia distintos». Y explica, recordando a uno de los referentes del teatro popular del siglo XIX, y gran innovador: «Es una montaje que nos recuerda lejanamente al gran Don Enrique Rambal. Es una obra de fantasmas y tiene una cierta línea teatral, un aire a lo que él hacía, aunque ya me gustaría a mí saber los trucos de Don Enrique».
Otro de los montajes de éxito que, tras un paréntesis, vuelve estos días a la cartelera madrileña es «La violación de Lucrecia», que es tanto como decir Nuria Espert en estado puro gracias al bello y violento verso de Shakespeare, un largo monólogo escenificado, y a la experta mano del director Miguel del Arco. Estrenado en el Español en 2012, aplaudido a rabiar por la crítica y el público, echó el cierre tras una buena gira, pero se quedaron con tan buen sabor de boca que han decidido darle una segunda oportunidad en La Abadía, donde puede verse desde ayer hasta el 1 de junio. «Lo dejamos hace dos años y pico, pero ninguno de los dos lo habíamos arrinconado definitivamente», explica Del Arco. Y Espert, que luce un nuevo look y parece haber rejuvenecido con el personaje, asegura: «Estoy muy feliz de volver a hacer Lucrecia, de retomarla, aunque sean unas pocas funciones, porque de lo que se trataba era de darnos el gusto de volver a verla en escena. Estoy deseando volver a pasar los malos tragos que se viven interpretando este espectáculo». Y es que el montaje dejó en ella un eco «imborrable», asegura. Así, cuando José Luis Gómez les propuso retomarlo, cuenta la actriz que «dije un ''sí'' apasionado».
Esta semana regresa también «Los ojos», hermosa y personalísima revisión de la «Marianela» de Pérez Galdós dirigida por Pablo Messiez, que pasó de forma breve por el Fernán Gómez en 2011 y que acaba de encontrar un nuevo hueco en el CNC-Sala Mirador, como parte de un ciclo que el espacio que dirige Juan Diego Botto le está dedicando al director hispano-argentino. Por cierto, Botto es otro de los que reestrenan. Y también con un espectáculo que recibió todos los parabienes del público y la crítica en 2013, «Un trozo invisible de este mundo». «En cuanto salimos de Madrid, en el Matadero nos dijeron que cuándo volvíamos», cuenta Botto, autor del texto e intérprete junto a Astrid Jones del montaje que dirige Sergio Peris-Mencheta. El espectáculo vuelve año y medio después al mismo espacio, desde hoy hasta el 12 de junio, con seis candidaturas a los próximos Premios Max (entre ellas, mejor espectáculo teatral, director, autor revelación y actor).
Exilio e inmigración
Cuenta Botto sobre «Un trozo invisible de este mundo» que «nace de un proyecto pequeño y nunca pensábamos que pasaría todo: las giras, las candidaturas, el público, año y medio...». Ahora harán cuatro semanas más antes de parar de nuevo: «Necesito distancia con la pieza. Es una obra que la disfruto muchísimo, lo hago cada noche, pero requiere un nivel de entrega determinado. Por el tema que llevamos, tiene cierto desgaste». Y es que en las cinco escenas que componen el espectáculo, el actor aborda la inmigración y el exilio con humor y amargura. «Tengo la distancia óptima con todos aquellos temas para poder actuar cada noche sin que me afecte más de lo normal y poder moldear esas emociones», cuenta Botto, hijo de uno de los miles de desaparecidos a manos de la Junta Militar argentina (la última pieza de la obra trata de aquello), «pero es evidente que te exige un nivel de compromiso mayor que otras: tengo que ser muy honesto con lo que estoy tratando». Los otros cuatro monólogos hablan de aquí y ahora, con escenas de incomunicación en locutorios y policías de inmigración que defienden su ideario xenófobo. «Todo lo que ha pasado en este año y medio me ha demostrado que me he quedado hasta corto», subraya el autor, recordando los episodios con inmigrantes cortados por las cuchillas en la valla de Melilla y alertando sobre «una norma que ha pasado desapercibida y que impide a los inmigrantes sin papeles pasar por los locutorios. Es un acto de crueldad, porque si algo necesita un inmigrante es hablar con su familia».
El actor incluso contempla la posibilidad de que la obra se mantenga en repertorio, aun- que tras su paso por Madrid hará otro parón. «Peris-Mencheta es un experto en eso», explica, y recuerda que ahora vuelve también al Teatro Lara (desde el próximo día 20) «Incrementum», otro montaje con la misma batuta «que lleva cuatro años yendo y viniendo». No a todos convence la idea del teatro de repertorio. José Luis Gómez reconoce que «el repertorio es una realidad y las obras vuelven una y otra vez a lo largo de dos o más temporadas». Pero a continuación matiza: «En los últimos años me he encontrado con frecuencia con compañeros que me preguntan: ''¿Cuántas funciones habéis hecho de esta obra?''. Y cuando les respondo que 80 o 90, me dicen: ''Qué envidia''. El repertorio está muy bien, pero en las representaciones seguidas, las funciones ''en suite'', hay una posibilidad de profundizar en la obra». Aunque Nuria Espert encuentra un buen motivo para regresar a montajes ya cerrados: «Nosotros no somos los mismos que hicimos aquellos espectáculos. Aprendimos muchísimo desde la primera vez». Y Miguel del Arco, adicto a mantener un «fondo de armario» teatral con éxitos como «La función por hacer», que sigue de gira, asegura: «Siempre hemos envidiado a esas compañías de otros países que pueden rescatar sus obras».
Y para amantes de la comedia golfa, el «Yo, Quevedo» de Moncho Borrajo. El actor, director y autor de sus textos, todoterreno de la comedia, dijo que se iba a retirar, y ahí le tienen, regresando al Muñoz Seca (hasta el 30 de junio) con un espectáculo que ha funcionado a la perfección. En escena, cuenta, «empiezo siendo Quevedo, encerrado. Hay una voz en off que explica dónde está y por qué. Y, de repente, ese señor se transforma en Moncho y se pone a comprobar todo lo que estÁ ocurriendo en España». Sin olvidarse del poeta áureo, del que cada noche recita algún verso, Borrajo va repasando la actualidad. «Voy echando carne cada día, cambiando, porque tengo que ir al ritmo de lo que ocurre y como no paran de decir boutades, gilipolleces, te dan el guión casi preparado». Y advierte: «Lo de ser políticamente correctos me está preocupando: hoy estamos confundiendo eso con callarnos».
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