Y volvieron cantando

La «velocidad de crucero» independentista

El desaliento y perdida de fuelle que hoy experimenta el secesionismo mucho tiene que ver, no lo duden, con algo tan palpable como es el hecho de que los catalanes desde la «machada» de octubre de 2017 sencillamente no viven mejor.

Dato contante y sonante: la comunidad autónoma de Cataluña es la que viene registrando un menor crecimiento en terreno económico –crecimiento per cápita del PIB– comparativamente con la media de territorios del país justo desde hace siete años o lo que es igual, desde aquella eclosión secesionista tras la que vendría una supuesta gran república independiente asumida por la unión europea, luego revelada como una quimérica ensoñación en lo que fue todo un intento de golpe condenado en los tribunales y posteriormente indultado por un gobierno necesitado de sumas parlamentarias.

El referéndum ilegal de 2017 en Cataluña y la posterior declaración unilateral de independencia se vendieron ante la feligresía separatista como el punto de inflexión de lo que comenzaría a ser todo un despegue de bienestar social y crecimiento económico para sus ciudadanos. Curiosamente algo hubo de cierto en esto, porque tras la aplicación del artículo 155 de la Constitución y la consiguiente intervención de esta autonomía, su administración funcionó bastante mejor con los servicios generales gestionados por los administradores enviados desde el estado tal como reconocían incluso anteriores cargos nacionalistas que vieron como entre otras cosas, los pagos llegaban a tiempo. Desde aquellas fechas, el peso de la comunidad catalana dentro del PIB nacional se encuentra claramente tocado, hasta el punto de que el propio PIB per cápita de autonomías como la madrileña –espejo y referencia siempre obligada– se sitúa ya en casi siete mil euros por encima del de la comunidad hoy presidida por un Salvador Illa que tiene entre sus principales retos justo el de revertir esta situación propiciada por gobiernos independentistas más ocupados de lo identitario que de los ciudadanos que día a día tienen que levantar la persiana para poner en marcha su negocio.

Los datos son tozudos según un Instituto nacional de estadística que no parece por el momento contaminado por la mano de intereses políticos. El peso de Madrid es de 19,6% superando por séptimo año consecutivo al 18,8% de Cataluña en el PIB de todo el estado. Ergo, el desaliento y perdida de fuelle que hoy experimenta el secesionismo mucho tiene que ver, no lo duden, con algo tan palpable como es el hecho de que los catalanes desde la «machada» de octubre de 2017 sencillamente no viven mejor. Eso abre más los ojos a los ciudadanos que «pacificar» a base de indultos y amnistías.