El trípode
El suicidio: un drama a afrontar
Una macroencuesta en Cataluña a 270.000 estudiantes de 1.960 centros educativos desde 5º de Primaria hasta Bachillerato recoge que uno de cada tres adolescentes ha tenido pensamientos suicidas
A diferencia de la violencia contra la mujer, que tiene un tratamiento informativo permanente, continuo y continuado –a lo que «ayuda» la singular legislación del actual Gobierno del «Solo sí es sí» y ahora la ley «Trans» para «protegerlas», reduciendo y excarcelando anticipadamente a sus maltratadores– la conducta suicida tiene sobre sí un oscuro velo informativo. La causa parece ser evitar el «efecto imitación», pero los frutos de esa política no parecen exitosos, a juzgar por las terribles cifras al respecto. La sobreexposición informativa de la violencia contra la mujer tampoco parece acertada a tenor de sus resultados, pero cerrar los ojos a la tragedia del suicidio no es un acierto. En estos casos se cumple la máxima de que «en el término medio se encuentra la virtud»; es decir, ni saturar la actualidad trasladando la falsa creencia de que todo hombre es un maltratador en potencia, ni esconder la realidad y gravedad del suicidio.
El caso de las dos hermanas gemelas de 12 años que se han tirado del balcón del 3º piso de su casa en la localidad barcelonesa de Sallent con resultado de muerte de una de ellas y graves lesiones en la otra, ha colocado al suicidio en el foco de la atención informativa, al darse además unas circunstancias extraordinarias a juicio de los expertos, sin precedentes en ningún caso similar. A la vista de la carta que dejaron escritas las dos adolescentes, la fallecida tenía disforia de género considerándose transexual y ambas experimentaban acoso escolar por su acento argentino.
Una macroencuesta en Cataluña a 270.000 estudiantes de 1.960 centros educativos desde 5º de Primaria hasta Bachillerato recoge que uno de cada tres adolescentes ha tenido pensamientos suicidas, y que uno de cada cuatro se ha autolesionado. La pandemia ha agudizado el problema en niños y adolescentes, por ser más vulnerables a las limitaciones de la sociabilidad que acarreó el coronavirus, al encontrarse a esa edad en pleno proceso de desarrollo y maduración. En Cataluña las cifras lo avalan: el primer año de la pandemia, las autolesiones y tentativas de suicidio se incrementaron casi en un 200% para las chicas y en un 10% para los chicos. Son cifras que, ante lo sucedido en Sallent, son suficientemente elocuentes por sí mismas.
Sin perjuicio de esto, es sabido que el problema no es exclusivo de los menores, pues afecta a todas las edades, con frecuencia variable según rangos de edad. En la raíz de este drama social está sin duda la pérdida del sentido de la vida y de los valores que la acompañan.