
Las correcciones
La soledad estratégica europea
España debe estar a la altura de las circunstancias y aprovechar este cambio de paradigma en la UE para impulsar el gasto en defensa
La suspensión de la ayuda militar y del intercambio de inteligencia entre Estados Unidos y Ucrania es la última consecuencia del catastrófico encuentro entre el presidente de Ucrania, Volodimir Zelenski, y el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, acompañado de su vicepresidente, JD Vance, en el Despacho Oval. La emboscada en la Casa Blanca culminó una semana negra para el orden transatlántico que había comenzado con el alineamiento de Estados Unidos con Rusia, Bielorrusia y Corea del Norte en Naciones Unidas al votar en contra de una resolución que exigía la retirada inmediata de las tropas de Putin de Ucrania.
El corte de las comunicaciones y de la inteligencia abre un boquete en la línea de defensa de Ucrania, mientras que la interrupción del suministro de armas tardará un poco más en notarse en el frente, pero solo un poco más. No es la primera vez que Ucrania sufre retrasos en el suministro de armas de Estados Unidos. En 2024, la ayuda militar a Ucrania se canceló durante seis meses por las disputas partidistas en el Congreso. En aquella ocasión, Zelenski aseguró que el «impasse» se había traducido en una pérdida de vidas humanas y de terreno a favor del invasor. Trump sugiere que la suspensión de la ayuda militar y de la inteligencia es temporal, pero Ucrania debería actuar como si fuera permanente. Una vez que se han caído las máscaras es difícil mantener las apariencias. Zelenski debe buscar alternativas al tiempo que hace todo lo posible para reparar las relaciones con EE. UU. Por amargo que sea, el presidente de Ucrania deberá tragar con el acuerdo de las «tierras raras» si quiere retomar la cooperación militar con Estados Unidos, y creedme que sí que quiere.
Para Europa, la bronca en el Despacho Oval no ha sido menos traumática, pues confirma que ya no puede contar con Estados Unidos para mantener el status quo prodemocrático que ha prevalecido en el mundo desde 1945. Es desolador, pero así es el orden que viene, o mejor dicho, el que está delante de nuestras narices. Europa debe tomar las riendas de su destino si no quiere ser una víctima más del expansionismo ruso. Bajo esta premisa, Alemania ha dado un giro de 180 grados y ha pedido a la UE que exima los gastos de defensa de sus normas fiscales el tiempo que sea necesario. Friedrich Merz, quien se espera que sea el próximo canciller, quiere una Europa independiente de EE. UU: «En tiempos extraordinarios, medidas extraordinarias». España debe estar a la altura de las circunstancias y aprovechar este cambio de paradigma para impulsar sin complejos el gasto en defensa. Estamos todavía por debajo del obsoleto 2% del PIB, mientras otros aliados empiezan a hablar del 5% para ser una fuerza creíble. No podemos resguardarnos en nuestra posición periférica y debemos liderar junto con Francia y Alemania el rearme de Europa. Hay que comprar más armas a Estados Unidos para enviarlas a Ucrania, activar el paraguas nuclear francés y reordenar la industria de la defensa europea. No hay tiempo que perder, pues la noble causa de la paz no se sirve desde el apaciguamiento, sino con la fuerza.
La Tercera Guerra Mundial no estará más cerca por permitir que Ucrania repela la agresión, sino por lo contrario, si se capitula ante Vladimir Putin.
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