V de viernes
El secuestro de las semillas
Organizaciones agrarias denuncian las pretensiones del agronegocio de imponer la tecnología transgénica que esteriliza los cultivos
Cada vez comemos más frutas y vegetales sin semillas. Saben bien y presentan un aspecto maravilloso. Suelen ser productos genéticamente modificados, cuya reproducción es imposible para cualquier persona. Al carecer de semillas, la siembra no se da, como es lógico. Apenas pueden garantizar su subsistencia los propietarios de las patentes de esos organismos genéticamente modificados. Si fuese un caso aislado, no tendría mayor relevancia. El problema es que se está generalizando. Aumenta el número de alimentos patentados. Patentes de arroz, tomates, algodón o el maíz, pero también de la pimienta, el jengibre, la mostaza, la cúrcuma, etcétera. Vivimos un proceso en el que grandes compañías, tecnológicas, farmacéuticas, alimentarias, corporaciones multinacionales, en definitiva, están reclamando “derechos de propiedad intelectual” sobre la biodiversidad. Por patentar, están siendo patentados hasta los virus. Es un proceso sordo, denominado por algunos “biopirateria”, del que pocos son conscientes, que nos lleva al monopolio de la naturaleza. La piratería de las semillas, el control genético y la tecnología “terminator” (estériles, no renovables, gracias a la modificación genética) se están apoderando de los mercados. Monsanto gastó entre 1995 y 1998 más de 8.000 millones de dólares en la compra de empresas de semillas, para alcanzar una posición dominante en los cultivos. Monsanto, hoy Bayer Foods, compañía estratégica situada en el podio de las industrias de las semillas, tiene competidores de mucho peso: ChemChina-Singenta, Dow-DuPont/Basf, Sandoz, Ciba-Geigy, Aventis, etc.
Cada vez hay menos variedad de cultivos. Los mercados globales sustituyen a los locales y los monocultivos van reemplazando a la diversidad. Un ejemplo, extensible a otros lugares: en Filipinas, los pequeños agricultores cultivaban miles de variedades de arroz, pero a mediados de los ochenta, el 98 por ciento de todos los arrozales eran ya de dos únicas variedades. Doscientos cincuenta mil agricultores se han arruinado por este motivo en la India. La diversidad, que ha sido fuente de la alimentación humana, está cada vez más amenazada por el monocultivo monopolista y la “piratería genética”.
Las semillas son la fuente de la vida, pieza esencial de la cadena alimentaria. El control sobre las semillas significa el control sobre nuestra vida y alimentación.
De ahí la oposición a las tecnologías que permiten el secuestro de las semillas. La campaña «Terminar con Terminator» reúne a más de 500 organizaciones de todo el mundo. Consiste en denunciar las pretensiones del agronegocio y la ingeniería genética de imponer esa tecnología esterilizante, consistente en producir a gran escala semillas que no se pueden reproducir. Sus opositores entienden que la “terminator” no solo produce semillas suicidas, sino que también son homicidas, o asesinas, en tanto que invaden cultivos próximos, llegando a predominar entre ellos, por su naturaleza tecnológica, resistente a plagas y a agroquímicos.
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