El buen salvaje
Te queremos Roro, lo que daría yo por una focaccia
Roro es la penúltima voz libre que nos queda, una mujer que decide
Lo que daría yo por empezar de nuevo, así arranca la que tal vez sea la mejor canción de Rocío Jurado, una bulería que en su garganta parece una pared de higo chumbo lleno de espinas. Cuando la Jurado cantaba con los bajos, como si fuera Aretha Franklin, Amy Winehouse o el mismo Camarón si fuera transexual, que es ponerte hormonas en vez de heroína. Es la diferencia entre un cante de los puertos normalito, de los que escuchaba de chico, y un salmo. Oremos. Qué no daría yo, en la misma nostalgia que la de Rocío, por tener a una Roro o a un Pablo, que se hacen y degustan platos de amor mientras los demás opinan en las redes sobre gilipolleces varias.
Roro es una mujer que se viste por los pies, habla cuatro idiomas y quiere negociar a través de Tik Tok sus historias con su novio, que se han convertido en el fenómeno del verano. Y digo yo, Roro, haz lo que te salga del abdominal, te veo delgada con lustre, porque si para algo hemos nacido es para ser libres. Me avergüenza ese debate sobre si haces bien o mal. Joder, haces lo que te da la gana y los que te critican no es que sean más progres, es que no son como tú, libres para cocinar a quien le sale de los bajos, como a Rocío Jurado sus canciones.
La progresía, y también por complejo buena parte del mundo femenino conservador, cree que lo de Roro es un mal ejemplo. Locas. Ridículas. Infames. Peor por el ramo derechil. Dicen las fachas que está bien lo que decida Roro, pero que no es un buen ejemplo. ¿Y vosotras? Llego a la conclusión de que, al cabo, es peor la opinión buen rollo de Cuca Gamarra que la abiertamente en contra de Rita Maestre. Las mujeres de derechas están perdidas. Pobres, son feministas pero tienen que demostrarlo a cada rato. Como en su momento los maricones debían argumentar que eran «buena gente». Mal ejemplo es lo que hacen las empoderadas de «Supervivientes» con el biquini minúsculo llorando por un cacho de testosterona.
Roro es la penúltima voz libre que nos queda, una mujer que decide. Como las de John Casavettes en «Una mujer bajo la influencia». Roro es Gena Rowlands, no sabe la de reminiscencias intelectuales a las que nos desemboca. Roro no es un mal ejemplo; todo lo contrario, es una mujer que cocina con los bajos porque es lo que le sale. Claro que las columnistas la salvan después de un largo párrafo. ¿A qué viene tanto pordelantismo? Me gustaría probar la focaccia de un ser parecido. Sería capaz de probar a hacerla yo mismo. Que no daría yo.
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