Aunque moleste

Malos tiempo para la libertad

Ni las redes ni los medios delinquen, y para las personas está la ley

Malos tiempos para la libre expresión. Cierto que por las redes circula todo tipo de basura, y que mucho personaje anónimo insulta, calumnia e inventa con total impunidad. Pero para eso está la ley. Ni las redes ni los medios delinquen. Lo hacen las personas. O se está con la libertad de expresión o se está en contra. Pero si estamos a favor, lo estamos con todas sus consecuencias. Lo suyo es llevar a los tribunales a los autores de los delitos, nunca cerrar medios o redes, como en Brasil y Venezuela, o la persecución francesa a Telegram. La red de Pavel Durov cuenta con mil millones de usuarios y se ha convertido en un instrumento esencial para el contrapoder, la difusión de ideas, la oposición y la disidencia. Por eso la quieren apagar dictaduras y democracias. Putin la clausuró en 2018. También bloquearon Telegram Irán, Tailandia e Indonesia. Ahora Macron pretende lo mismo. En España, Alemania y Holanda ha sido multada. A todos molesta su hermética encriptación, que la convierte en políticamente incontrolable.

En Brasil, X es clausurada por el juez progre De Moraes, que ya mostró sus credenciales durante la última campaña electoral. Amparándose en el «desorden informacional», decretó el cierre de páginas pro Bolsonaro. «Nos prohibieron decir que Lula fue condenado por corrupción pasiva y lavado de dinero y que nunca fue absuelto de nada», subrayaba en O Estado J. Guzzo, que añadía: «se estableció la censura previa, violando el principio de que sólo se puede condenar un hecho tras ser cometido». Moraes considera la «desinformación» algo «grave», que va más allá de las fake news. Los ciudadanos «no están preparados» para el «desorden informacional», y tiene que ser el Supremo Tribunal, nombrado por el Gobierno, quien decida qué es falso o verdadero.

En USA, a Trump le retiraron su cuenta en Twitter por peligroso. Elon Musk se la devolvió en X hace nada. Nunca me gustaron las formas de Trump, pero no implantó ninguna dictadura, como vaticinaban los censores, ni trajo la guerra nuclear. Igual Biden y Harris sí. El problema de Trump es que se enfrentó al Pantano, y éste le tendió varias trampas (incluida la falsa bandera del Capitolio). Lo acabaron aniquilando. Se jactaba «Time» de «lo que tuvimos que hacer y a cuántos tuvimos que orquestar (corporaciones, medios, tecnológicas) para sacarlo de la Casa Blanca». A algunos siempre les va a quedar la duda de si quienes se confabularon (Time dixit) vulneraron la democracia para lograrlo. Incluyendo la censura en medios y Twitter.

La cibercensura es hoy tan sutil que incluso está bien vista por algunos comentaristas. Opiniones contrarias a la corriente predominante sobre cambio climático, Agenda 2030, guerra de Ucrania o la pandemia son eliminadas de las redes al antojo del tirano de turno. A Trump le birlaron su cuenta porque quisieron. A Elon Musk le cierra X en Brasil un izquierdista con toga. Maduro también prohíbe X, igual que WhatsApp, pidiendo a los suyos que usen WeChat y Telegram. A Macron no le gusta Telegram y persigue a su fundador, el ruso Pavel Durov, censurado por Putin. Un algoritmo decide qué es falso o verdadero, y los gobiernos llaman «desinformación» o «desorden informacional» a cuanto no les gusta. Sánchez lo denomina «fango». La cruda realidad del «mundo libre». Y el ojo de Orwell.