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Leyes

Ni Batet ni Campo parecen fiarse de lo que está pasando, pues ambos han eludido firmar la famosa y tóxica Ley de Amnistía

¿Y si estuvieran llenando el corazón de la ley con cargas explosivas? Si el propio poder legislativo no cuida las leyes, ¿cómo puede exigir a los ciudadanos que las acaten? Las élites legisladoras no merecen vulnerar la ley impunemente mientras la ciudadanía está sometida al capricho legislador del momento. Según la RAE, quien quebranta la ley es denominado «malhechor»: «Que comete delito, y especialmente que lo comete por hábito». Entre tantos sinónimos con que se puede llamar al que infringe leyes, resalta «antisocial», o sea: contrario al orden social.

Siguiendo la sencilla línea de defensa moral que establece el lenguaje por sí solo, llegamos a la conclusión lógica de que las personas poderosas que gobiernen y transgredan leyes democráticamente establecidas, serán malhechores contrarios al orden social, antisociales. ¿Estaríamos así ante posiciones alternativas que hacen con el Derecho interpretaciones sui generis, o de personas que «delinquen», meramente…? Los gobernantes que lesionen el orden judicial que mantiene al Estado de Derecho en activo –y, por tanto, al bienestar de la nación–, deben ser juzgados por sus acciones delictivas. Sus simples hechos retratan a los dirigentes infractores. Se oye a la tropa política lamentarse en voz baja, pero acatar servilmente órdenes «de arriba». Y hay variados síntomas de que nadie tiene seguridad total ante lo que está sucediendo.

Meritxell Batet dejó la presidencia de las Cortes, y la política, quizás aconsejada por su actual marido, Campo, ex-ministro fugaz de Justicia que habló (no fue un lapsus, a la vista de los acontecimientos) de que vivimos una «crisis constituyente». «Vete, o te verás obligada a firmar cosas que nunca creerías. Y nadie sabe las consecuencias penales…», pudo sugerirle. Ni Batet ni Campo parecen fiarse de lo que está pasando, pues ambos han eludido firmar la famosa y tóxica Ley de Amnistía. ¿Por qué? Porque no saben si «el vuelo de las togas» dejará de estar «manchado con el polvo del camino» y, algún día, muchos de quienes ahora están forzando las leyes (hasta reventarlas) tendrán que dar cuentas ante la ley por los incalculables daños producidos.