Al portador
Incapaces de renunciar a lo inútil
«Abascal, obcecado en segar la hierba al PP, ha errado y ha espoleado a Sánchez y a su sosias Yolanda Díaz. Él sabrá»
Eugène Ionesco (1909-1994), padre del «teatro del absurdo», junto con Samuel Beckett (1906-1989), premio Nobel de Literatura (1969), defendía que «el hombre es incapaz de prescindir de lo inútil». El autor de «La cantante calva», sin duda, hubiera disfrutado con la esperpéntica moción de censura –devenida en gatillazo político– de Abascal y su tropa variopinta y hubiera comprobado, una vez más, que la realidad supera a la imaginación más desbordante. Ramón Tamames fue el Godot que nunca llega de Beckett. Dijo, claro, algunas verdades como puños, pero tan solo sirvieron de coartada para que Pedro Sánchez y sus interminables y soporíferas peroratas le agotaran a él y a la audiencia que hubiera –abnegada sobre todo– y para que Yolanda Díaz enhebrara una pre-presentación de candidatura tan sectaria como ñoña, por no decir cursi y almibarada hasta la pre-diabetes. Abascal, obcecado con segarle la hierba a quien lidere el PP, se llame Casado o Feijóo, patinó y pagó la bandeja de plata para que Sánchez y Díaz dieran su primer mitin de campaña electoral de rivales pero amigos.
Tamames, genio y figura, ya prepara un libro con lo que dijo y no dijo en la moción de censura. Será interesante, como su extensa producción, pero se quedará ahí. Abascal quizá llegó a su límite, como Albert Rivera cuando –él no tuvo toda la culpa, pero lo pareció– descartó hasta el último momento un acuerdo con Sánchez que acaso hubiera evitado el pacto con Iglesias y Podemos. Algún día se sabrá, porque no está investigado, quién impulsó aquellos gritos en Ferraz en una noche electoral de «¡con Rivera, no!», cuando Ciudadanos era el partido emergente, ahora camino de la nada, que puede ser también el destino, antes o después, eso sí, de Vox y su aventura destructiva hacia ninguna parte, inútil en definitiva. Abascal quería arrinconar al PP de Fejióo y no solo no lo ha conseguido, sino que le ha dado aire y aliento a Sánchez y a esa «presidenta segunda» –lapsus de un Patxi López hiperventilado– a la que, como insiste Iván Redondo, necesita para renovar el alquiler de la Moncloa a finales de año algo que, digan lo que digan, no es imposible, ni mucho menos, sobre todo si siempre aparece alguien incapaz de prescindir de lo inútil como explicaba Ionesco.
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