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La situación

La impaciente espera de Feijóo

«Ha tomado tres decisiones oportunas: esperar, pensar en elecciones más que en dimisiones y poner una pizca de ironía en su tarea de oposición»

Una costumbre extendida -e inútil- de los líderes de la oposición es la de pedir la dimisión del presidente del Gobierno en cuanto ocurre algo serio en su mandato. Una vez que llega el día en el que se pide la dimisión del otro, el jefe opositor suele entrar en una irracional deriva, que suele alcanzar niveles casi patológicos consistentes en pedir la dimisión cada cuarto de hora. Lo que empieza siendo una decisión cargada de profundidad política (pedir la dimisión del presidente por primera vez, se supone que lo es), se transforma en un latiguillo al que nadie presta atención, salvo para hacer chanzas al respecto. Y no es fácil encontrar en la memoria un caso en el que quien preside el gobierno haya seguido el consejo de su adversario político, aceptando dimitir cuando se lo ha exigido. Parecería aconsejable revisar estas tradiciones irracionales, que solo conducen al desconsuelo, porque pasa el tiempo y el dimisionario no dimite, si quien se lo exige es su rival.

A Feijóo le ha costado asimilar esta realidad, quizá empujado por el soplo en la nuca que supone Vox, partido al que se le va la fuerza por la boca, como es tradición en el populismo de un lado y de su contrario. Pero ahora, el líder del PP ha tomado tres decisiones oportunas: esperar -aunque esté impaciente-, pensar en elecciones más que en dimisiones y poner una pizca de ironía en su tarea de oposición. Así lo hizo cuando se dirigió a sus compañeros y lanzó un novedoso «aguanta Pedro, no dimitas porque no te mereces irte con un mínimo de honor; te vamos a echar a los españoles libre y democráticamente».

Es bueno remitirse a las urnas, porque es cierto lo que dice Pedro Sánchez de que no se le perdona haber ganado el poder mediante una moción de censura y pactando con partidos extramuros de la Constitución. Ese método de llegar a la Moncloa es incuestionablemente legal. Pero Sánchez y Feijóo saben que algunas fórmulas alternativas tienen cierto déficit político y democrático, y cualquier déficit es negativo.