El buen salvaje

El emperador va desnudo como la Pedroche

Las vicepresidentas sí hubieran triunfado en las campanadas, sobre todo María Jesús Montero que es toda ella un árbol de Navidad, una cesta con tantas sorpresas que antes de abrirla hay que tomar la pastillita

Un año más pendientes de capas y vestidos. Tomamos las uvas como si estuviéramos en un salón de alta costura en el que empiezan a escasear los canapés. Los resúmenes del año, al cabo, son retales de realidad que brujulean para que no nos perdamos en los dobladillos. El vestido, a lo que íbamos, de la Pedroche, de la fantoche de enfrente o de la que sea, es un motivo para hablar cuando no se tiene de qué, el entretenimiento imbécil del último minuto del año. Pero no podemos negar que todo lo que ha pasado tiene su símbolo textil. A eso vamos. La indumentaria como arma de exaltación masiva, que es un resumen hilado de otra forma, incluido el pijama que nos cayó por Papá Noel, que ni es Papá ni es Noel ni nada sino más bien símbolo excelso de algo que ha estado muy de moda este año: «El síndrome del impostor». De repente todos somos impostores nos vistamos como nos vistamos.

Empecemos por el presidente del Gobierno. Concretamente con el traje de solapa estrecha, slim fit, etc, ese patrón que levanta el culo a la vez que enfatiza los hombros. Pero lo eligió en color berenjena para una comparecencia en el Senado. Presidente, ¿por qué? Un tono puede estar de moda pero depende de quién se lo ponga puede parecer un trozo del payaso de Micolor. Ese fue el comienzo de todas las chaladuras que llevamos de legislatura que han acabado, por ahora en la cesión del ayuntamiento de Pamplona a Bildu. El emperador va desnudo.

Feijóo no ha sabido del todo llevar los pantalones. Esos vaqueros de tiro largo, de persona mayor, le han restado fuerza machota o feminota, que sí Alberto, que vamos cumpliendo años, pero un ex presidente de la Xunta de la capital textil del mundo debería tener en cuenta que el patrón del presidente se pasa y el de la oposición no llega.

Las vicepresidentas sí hubieran triunfado en las campanadas, sobre todo María Jesús Montero que es toda ella un árbol de Navidad, una cesta con tantas sorpresas que antes de abrirla hay que tomar la pastillita. Pero el mejor aliño indumentario del año ha sido el que una Inteligencia Artificial consiguió con el Papa Francisco, aquel plumas blanco para los fríos religiosos. Es cierto que la moda cardenalicia ha marcado las pasarelas desde hace siglos, así lo vio Fellini en «Roma», pero el abrigo del Santo Padre no hay quien lo supere. Empecé a ver la película documental sobre Josu Ternera. Un traje azul con camisa blanca sin corbata. Para no jorobarles el día y el estómago, volvamos a la Pedroche.