Marine Le Pen
Europa respira alivio con Macron
Si el escrutinio final confirma los primeros recuentos de las elecciones celebradas ayer en Francia, los candidatos Emmanuel Macron y Marine Le Pen han sido los escogidos para disputarse en segunda vuelta la presidencia de la República francesa. Se mire como se mire, se trata de un buen resultado para el conjunto de la Unión Europea puesto que parece altamente improbable que la representante de la extrema derecha pueda imponerse a la «unión republicana» que se ha suscitado, como de costumbre, en torno a Macron, un político de corte más liberal, sin obediencia de partido y, lo que es más importante, convencido defensor del papel de Francia en el seno de una Europa unida. De hecho, nada más conocerse el pase de Macron, tanto el candidato conservador, François Fillon, como el socialista, Benoit Hamon, han confirmado que recomendarán el voto para él. Tal vez, Le Pen pudiera cosechar algunos apoyos de la extrema izquierda populista que ha apostado por Jean Luc Melenchon, –cuyo programa proteccionista y contra lo que representa Bruselas tenía mucho en común con el de la líder del Frente Nacional– o, incluso, el respaldo de los descontentos del Partido Socialista, el gran derrotado en estas elecciones, que odian a Macron por considerarle un traidor y que podrían romper la disciplina de voto. Pero en ningún caso serán suficientes. Ya la encuestas elaboradas antes de esta primera vuelta pronosticaban que el peor contrincante de Marine Le Pen era el propio Macron, cuya personalidad y programa le hacían cómodo destinatario tanto del voto conservador como el del sector socialdemócrata del PSC. Así parece haber sido y, dado el sonado –y previsto– batacazo de Benoit Hamon en esta primera vuelta, son muchos los antiguos votantes socialistas que han decidido seguir el consejo del ex primer ministro Manuel Valls, que pidió el sufragio para su antiguo compañero en el Gobierno. Si tenemos en cuenta que Valls fue derrotado en las primarias socialistas por Hamon, un político muy radical pero que contó con el apoyo de la mayoría de los militantes del partido, es fácil trasladar la moraleja de lo ocurrido al escenario español del PSOE: el voto militante puede dar la secretaría general del partido a un candidato determinado, pero eso no significa que tenga un traslado automático en unas elecciones generales, puesto que lo determinante son los votos del conjunto de los simpatizantes. De todas formas, la derrota de Hamon, la peor de toda la historia reciente del socialismo francés, con apenas el 6 por ciento de los votos emitidos, acarreará consecuencias para el futuro del PSF, sin descartar que se acabe por abordar un proceso de refundación. El resultado del centroderecha ha sido mucho mejor, pero es evidente que François Fillon, que partía como favorito, ha pagado el precio del escándalo de los sueldos públicos de sus familiares, que estalló en plena campaña y cuando ya no quedaba tiempo para cambiar de candidato. Europa, pues, puede respirar tranquila, confiada en que el frente antilepenista mantenga a Francia como un socio fiable. Pero Emmanuel Macron se enfrenta a un reto mayor, como es el de llevar a cabo la profunda reforma estructural que exige la economía gala. Un reto que tendrá que llevar a cabo en medio de una sociedad políticamente fragmentada y en la que los partidos tradicionales han perdido la hegemonía. De su acierto o fracaso dependerá que la candidata del Frente Nacional, a la que han separado muy pocos votos del vencedor, no tenga una nueva oportunidad. Porque no hay que descartar que un día ya no sea posible reeditar, la «unión republicana».
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