
Al portador
Después de mí, el diluvio y la luz un 25% más cara
En España, por fundamentalismo y oportunismo, el Gobierno se niega, de momento, a revisar un cierre nuclear que, además, será mucho más caro que mantener las centrales en servicio
Luis XV de Francia (1710-1774), el segundo monarca con un reinado más largo en el país vecino, habría dicho –no hay constancia– al final de su vida aquello de «después de mí, el diluvio», aunque hay quien se lo atribuye a su amante, la cortesana Madame de Pompadour (1721-1764). Hay historiadores que defienden que el rey percibía las primeras señales de un malestar en los ciudadanos, que desembocaría, en 1789, en la Revolución Francesa. Su sucesor, Luis XVI (1753-1793), que creyó que la Revolución era un simple motín, acabó en la guillotina. La observación de Luis XV, cierta o apócrifa, ha sido interpretada como el paradigma del «egoísmo político» y el ejemplo de que no importa lo que le ocurra a un país cuando determinado personaje ya no está al frente. Tampoco está comprobado, pero hubo quien aseguró que Charles de Gaulle (1891-1970), tras perder en 1969 el referéndum que él mismo había convocado, repitió la frase de Luis XV.
Pedro Sánchez conoce la anécdota sin duda, aunque quizá no todos los detalles. Es poco probable que la identifique con el «egoísmo político», a pesar de que podría ser una buena descripción de algunas de sus estrategias. El apagón nuclear, por ejemplo. Ignacio Sánchez Galán, presidente de Iberdrola, advirtió la semana pasada de una subida del 25% en el precio de la luz tras el cierre de las siete centrales nucleares que todavía operan en España. El cerrojazo final está previsto para 2035, una fecha en la que sería poco probable que Pedro Sánchez continuara en la Moncloa y, por lo tanto, no tendría que apechugar con ese alza del precio de la electricidad. Es decir, se trataría de un proyecto –con un calendario escalonado desde 2027– sin mayor coste político y con el rédito de tener satisfecha a la izquierda ecologista radical. Poco importa la contradicción de que la gran abanderada del apagón nuclear, la exministra y ahora vicepresidenta europea, Teresa Ribera, acepte sin problemas esa energía en el resto de la Unión Europea, pero no en España. Toda Europa, más allá de la Unión, Estados Unidos y China vuelve a mirar a la energía nuclear, al menos hasta que haya seguridad con las renovables. En España, por fundamentalismo y oportunismo, el Gobierno se niega, de momento, a revisar un cierre nuclear que, además, será mucho más caro que mantener las centrales en servicio. Fue el gran y egoísta error de Angela Merkel en Alemania que, ya sin ella, soporta el diluvio de carestía y escasez energética. El día después de Sánchez, lo piense o no, se vislumbra otro diluvio como tras Luis XV.
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