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Alfonso Ussía

Son superiores

La Razón La Razón

A su vuelta al Penedés, se lo comentó a sus amigos Dalmaci Tuturull: «He estado en Madrid y no he conocido a nadie de Madrid. Todos son de fuera». Tiene una explicación. Tuturull fue invitado a comer al RCPH, cuyas siglas corresponden al Real Club de Puerta de Hierro. Su anfitrión, un gran amigo, marqués, culto y estupendo escritor venatorio, estaba interesado en adquirir algunos viñedos en el Penedés. Posteriormente eligió la Ribera del Duero, y acertó. Al llegar al chalé del Club, en su pequeña barra, tomaban el aperitivo un grupo de socios y el marqués se los presentó a Tuturull. Se trataba de un Fernández de Córdoba, un Álvarez de Toledo,un Álvarez de las Asturias, un Ponce de León, un López de Haro, un Fernández de Henestrosa y un Martínez de Irujo. Tuturull se presentó como Dalmaci Tuturull del Penedés. Y se reía al contarlo a sus amigos. «En Madrid todo el mundo te dice de donde son, y claro, yo no me iba a quedar corto y me presenté como Tuturull del Penedés. Son inferiores, todos Pérez, Fernández y Álvarez, y para adornarlo, te dicen donde nacieron, como si me importara saber sus lugares de origen. Educados, pero inferiores. Si te presentan a un Pérez nacido en Benidorm, te dirá Pérez de Benidorm. Muy gracioso, pero se les nota el complejo de inferioridad».

En Cataluña, en lugar de tanta parafernalia, usan de los artículos. Marta Rovira es «la Marta» o «la Rovira», Pilar Rahola «la Pilar o la Rahola», y el cagueta, «el Puigdemont». En su prodigiosa novela «La Fiesta del Chivo», nos recuerda Mario Vargas Llosa el tratamiento oficial que recibían la madre y la mujer del tirano Lónidas Trujillo en Santo Domingo. Su esposa, la Prestante Dama; su madre, la Excelsa Matrona. Resulta interesante el intento de adaptar ese tratamiento a los supremacistas de la República de Cataluña. Marta Rovira, «la Excelsa Llorona» o la «Magna Embustera», la zarrapastrosa Anna Gabriel, «la Sublime Proletaria ó la Primorosa Higiénica», Pilar Rahola, «la Colosal Eximia o la Óptima Felina», la monja Caram «La Priora de Coña o la Abadesa de Tous», Junqueras, «El Singular Devoto o el Suplicio de Estremera», y así, hasta alcanzar al máximo responsable, «El Muy Honorable Gorrón de Bruselas», o simplemente, el «Muy Digno Caganer». Ese respeto en el trato oficial haría mucho bien a la causa del improcesado Proceso, porque en el mundo se interpreta con admirada deferencia la cortesía oficial. El mismo Maduro, que no parece nacido de alta cuna ni antiguo alumno de Eton, llama a su esposa Cilia «La Primera Bolivariana» o la «Aguerrida Esposa». El tratamiento está obligado a ser rimbombante y positivo. Hay que desechar apodos amargos y contraproducentes. El propietario de la famosa librería «Schtauller» de Bonn, que matrimonió con la bellísima Agnetta Fassemberg, y que mientras él vendía libros, ella le puso los pitonuelos con 47 clientes –eso sí, cultos e instruidos–, apodó a su esposa como «Más puta que las gallinas», lo cual dejó mucho que desear.

Los supremacistas son, ante todo, respetuosos, pacíficos y abiertos a los horizontes. Pero ese empeño en demostrar su superioridad racial, moral, intelectual y física respecto al resto de los españoles, les ha llevado a descuidar lo que el poeta sintetizó como «el aroma emergente de la lavanda». Los veo en grupo, con sus estrelladas y sus mosaicos, y sí, advierto y admiro sus indiscutibles movimientos y gestos de seres superiores. Pero uno a uno, han perdido el decoro, las formas y el buen gusto. Tuturull tenía razón. Los habitantes de la meseta somos inferiores. Pero aún así, algo tenemos en común que nos distingue.

Que no somos paletos, sencillamente.

Alfonso USSÍA DE MADRIT